*Por Guadi Calvo
Aunque los resultados oficiales recién se conocerán el día veintiuno, cómo se preveía, aunque en algún momento se creyó que podría ser distinto, el actual presidente del Chad, el general Mahamat Idriss Déby, se impuso en las elecciones del pasado seis, según lo anunció el día nueve la Agencia Nacional de Gestión de Elecciones (ANGE), por lo que se evitaría una segunda vuelta, la que había sido prevista para el veintidós de junio.
De este modo, el Consejo Militar de Transición (CMT), que gobierna el país desde abril del 2021 tras la muerte, en combate contra los rebeldes del Frente para el Cambio y la Concordia (FACT), del entonces presidente, Idriss Déby Itno, padre de Mahamat, suspendió la constitución que el mismo Idriss había establecido y en la que incluso consideraba el procedimiento de la sucesión por la muerte del jefe de Estado.
Desde la toma del poder, el CMT, presidido por Mahamat, no solo violó la constitución y clausuró el parlamento, sino que inició un tortuoso proceso que incluyó represión, con cerca de trescientos muertos en lo que se recuerda como el “jueves negro” del veinte de octubre de 2022. Además, hubo un número incierto de desaparecidos y miles de detenidos en extremas condiciones de seguridad. (Ver: Chad, cómo incendiar un país en llamas).
Sombras que han oscurecido este proceso se sumaron al asesinato, por los servicios de inteligencia, de una de las principales figuras de la oposición, Yaya Dillo Djérou, jefe del Partido Socialista Sin Fronteras (PSF), en febrero pasado, en un hecho mucho más que confuso.
Lejos de cumplir el plazo de dieciocho meses iniciales que los propios militares se habían impuesto apenas llegados al poder, finalmente se realizaron las elecciones, en las que Déby se habría impuesto con un 61.3 por ciento sobre el primer ministro, Succes Masra, quien llegó al cargo en enero último tras un acuerdo político que destrabó el proceso electoral. Les Transformateurs, el partido del ministro Masra, habría obtenido solo un 18.53%. En tercer lugar, con 16.91%, aparece el exjefe de gobierno Albert Pahimi Padacké, quien rápidamente reconoció la victoria del general Déby.
Aunque todo está por verse, ya que el domingo, el ministro Masra anunció que había presentado una solicitud ante el Consejo Constitucional para que se anulara la elección del pasado seis. Después de que se conoció la detención de más de doscientos militantes por la seguridad chadiana bajo el cargo de falsificación y uso de documentos falsos para obtener acceso al recuento de votos.
Mientras todos miraban a la Agencia Nacional de Gestión de Elecciones (ANGE) tras proclamar la victoria de Déby, Sitack Yombatina, vicepresidente del Partido Les Transformateurs, en declaraciones periodísticas anunció que: “La petición exige la anulación pura y simple de esta farsa electoral”.
Además, señaló que cuentan con pruebas acerca del fraude, entre ellas imágenes grabadas de urnas repletas de votos que, con amenazas, fueron llevadas por militares para ser contadas en lugares que no estaban dispuestos para ese trabajo. En la misma dirección apuntaron las acusaciones de la Coalición Justicia e Igualdad, una formación política que también se había alineado detrás de Succes Masra.
A estas reacciones postelectorales se suman lo que había advertido el Primer Ministro, convencido de su victoria, de que el ejército haría todo para cambiar el resultado, por lo que había pedido a sus seguidores, durante toda la campaña, que controlasen los resultados, fotografiando las actas electorales.
Según diversos analistas locales, las advertencias de Masra provocaron un clima de sospecha que, por momentos, generó fuertes tensiones entre los militantes de los dos principales candidatos. Por su parte, la Unión Europea (U.E.) criticó que no se les permitiera a cerca de tres mil ciudadanos chadianos, financiados por la propia UE, observar las elecciones. Al mismo tiempo, la comisión electoral se negó a recibir los cuatro millones de dólares con los que los europeos pretendían garantizar la transparencia del proceso electoral.
Tras conocerse los resultados de la ANGE, partidarios del general Déby en distintos barrios de N’Djamena festejaron con ráfagas de disparos al aire, un hecho habitual en ocasiones similares. Sin embargo, llamó la atención que lo mismo sucediera en el sur de la capital chadiana, de fuerte presencia opositora, por lo que para muchos sonó más a declaración de guerra que a festejo. Esto quedaría muy claro el sábado siguiente, con más de una docena de muertos y sesenta heridos.
Delicados pasos en el desierto
Chad, cuyo principal activo es el petróleo y con casi dieciocho millones de habitantes, es considerado uno de los países más pobres del mundo. Desde su independencia en 1960, después de décadas de colonialismo francés, no ha logrado establecer una democracia real, al igual que la gran mayoría de los países del continente.
Durante años, estuvo sometido a dictaduras como la de Hissène Habré, quien gobernó el país desde 1982 hasta que, en 1990, fue derrocado por Idriss Déby, que se mantuvo en el poder hasta su muerte en 2021. Déby fue considerado por París como uno de los más obedientes de sus muchos lacayos africanos.
Es este el contexto en el que el nuevo gobierno del general Déby, si profundiza medidas como las que tomó en marzo del 2023 con la nacionalización de la petrolera ExxonMobil, la expulsión del embajador alemán, Jean Christian Gordon Kricke, en abril del año pasado por no respetar los modos diplomáticos, y el pasado abril, exigir a Washington suspender sus actividades en la base aérea de Adji Kossei, cercana a N’Djamena, podría extremar mucho más la ya muy endeble situación de Estados Unidos y Francia en el Sahel. Incluso el propio Succès Masra había declarado meses atrás que: “El lugar del ejército francés está en Francia”.
Si bien el motivo de esta orden no ha quedado clara, funcionarios norteamericanos declararon que se trataba de una medida temporal y que la alianza entre ambos países seguía siendo firme. Es fundamental tanto para París como Washington mantener a Chad en su corral, ya que, de romperse esa alianza, es inevitable el destino que tendría este país, que siempre ha sido considerado el gendarme de la región.
Pasar a formar parte de la alianza saheliana acordada en septiembre del 2023 entre Bamako, Uagadugú y Niamey, además de estrechar vínculos con Moscú, para encarar de manera definitiva la lucha contra el terrorismo integrista, que ha sido lo que ha precipitado los golpes de Estado en la región. Aunque Chad no sufre este azote, el hecho de romper con Occidente podría provocar que, por “arte de magia”, las khatibas del Daesh y Al-Qaeda se extiendan a su territorio.
En vista de esta posibilidad, es crucial estar extremadamente atento a la inestabilidad que el resultado del proceso electoral pueda generar, con el objetivo de alejar a Déby y su grupo del poder e instalar un gobierno más afín a los intereses occidentales. Conociendo esta contingencia, el Consejo Militar ya ha desplegado tropas preparadas para repeler ataques armados, tanto por parte de la oposición política, que evidentemente ya está armada, como del Frente para el Cambio y la Concordia (FACT), la organización de exmilitares pertenecientes al ejército chadiano que logró eliminar a Idriss Déby en abril del 2021 y que durante décadas ha intentado derrocar su gobierno e instalarse en N’Djamena.
En procura de evitar más enfrentamientos y que los combates, en una situación extremadamente volátil, tomen mayor envergadura, el ejército ha prohibido, hasta nuevo aviso, la posesión y utilización de armas de fuego, una medida fundamental especialmente cuando se acerca un cambio histórico.