Por Redacción
El vértigo coyuntural parece impulsar el corrimiento de temas trascendentes de la agenda nacional. Un ejemplo es lo que ocurre con la Industria Pesquera del país. Golpeada desde hace tiempo y con una actualidad de gestión que carece de visión geopolítica, en términos de estrategia comercial, que proteja nuestra producción. La crisis del sector se agudiza de espaldas al pueblo.
La gobernadora de la Provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, en plena campaña anunció créditos blandos para los empresarios del sector, mientras la política del gobierno nacional y de la propia gobernadora, es reducir al mínimo la producción ictícola. La desprotección política del sector sirvió para generar un escenario de predación internacional del recurso. Esto tiene un impacto directo en la reducción de la fuentes de trabajo en el mar. Por otro lado, las operaciones de pesca se realizan con un flota obsoleta que pone en riesgo constante la vida de los tripulantes argentinos.
Parte del desarrollo naval argentino quedó en el olvido para gobierno nacional que propició el negocio para los astilleros españoles. Esta entrega de soberanía industrial tiene su correlato en el ámbito pesquero. Basta con señalar una un nota aparecida en el periódico español La voz de Galicia donde se precisa que “Galicia y Madrid animan a la Argentina a suscribir el pacto del Mercosur con la Unión Europea, impulsando el intercambio de productos pesqueros y el abastecimiento de materia prima para la industria española a precios más competitivos”.
No obstante hay otro actor económico y político que se ha beneficiado con las entregas estratégicas realizadas por la gestión de Mauricio Macri, Gran Bretaña. Los españoles ven con preocupación el avance del Brexit que los restringiría en la extracción del recurso de aguas argentinas, territorio marítimo que estaría explotado monopólicamente por Inglaterra. Un detalle, como informaron medios españoles: Vigo es el principal centro de comercio de productos de la industria pesquera de las Malvinas, un socio comercial que se quedaría afuera de juego ante el avance ambicioso de las fuerzas de ocupación británicas en el Atlántico Sur.
Argentina, el dueño del recurso y del territorio marítimo, es un mero actor de reparto en este juego geopolítico-económico. La agenda de entrega se basa en un concepto que mancilla la autonomía económica del país como lo es la quimera de la liberta del mercado. La descentalización de la regulación estatal ha costado vidas en el mar argentino.
De ello da cuenta, en parte, el documental “Barcos de papel” del director Fernando Duarte. El cineasta cuenta con un plus en su realización: Es un trabajador marítimo que conoce en profundidad lo que ocurre en nuestras aguas. La trascendencia de la obra es no quedar aplastada por la fuerza de la denuncia. Avanza sobre un frontera donde muy pocos se atreven a aventurarse. De este modo se denuda el entramado que posibilita una estructura de negocios que mata a los trabajadores del mar.
Si bien el documental de Duarte se centra en los hundimientos de los buques pesqueros, se adentra también, en lo que generó un programa de gobierno que vive de espalda a la industria pesquera pero también le da vuelta la cara al producción naval y al servicio portuario. Esta administración de entrega sistemática de soberanía no podría ser efectiva sin la complicidad de instituciones que promueven las acciones estatales. No es falso señalar que en los casos de los pesqueros Rigel y Repunte, la autoridad de aplicación, la Prefectura Argentina, tienen las manos manchadas con sangre. Es curioso pero alarma el silencio de Patricia Bullrich al respecto, o no. En realidad no alarma, es un ironía o el peor de los humores negros.
Duarte expresó su alegría por la finalización del documental pero a su vez manifestó la gravedad de la crisis: “Nos fuimos encontrando con más siniestros a lo largo del desarrollo del documental. Cuando estábamos parados en el inicio, las estadísticas eran muy altas en ese momento, a los dos meses se hunde el buque Que le importa”, luego tuvimos el episodio del ARA San Juan y un año después lo del Rigel”.
“En este primer tramo del siglo tenemos 44 barcos hundidos, más el ARA San Juan y también encontré, haciendo la investigación, que hay 65 siniestros de buques” confirmó el trabajador cineasta. Producto de estos siniestro 135 personas, entre muertos y desaparecidos, se suman a la fría estadística.
Mientras tanto el universo político sigue sin tomar para su agenda esta temática. Una vez más son los trabajadores quienes promueven un trabajo de investigación para encontrar respuestas al drama, pero también para demostrar que no son parte del problema sino de la solución.