Por Lucas Schaerer
El 25 de Mayo de 1810 la Primera Junta de gobierno argentino fue a la Catedral Metropolitana a pedir una acción de gracia. El sábado 25 de mayo se repitió la ceremonia. Esta vez con el primer presidente anarco-capitalista de la historia, en su primer Te Deum al igual que el nuevo arzobispo de Buenos Aires.
Javier Milei a la cabeza junto a sus principales miembros de gobierno caminaron desde la Casa Rosada al templo. Fueron puntuales. En la vereda los esperaba el rector de la catedral, el sacerdote Alejandro Russo. Una vez traspasado la puerta central de la catedral lo saludó, quien diría el discurso, u homilía del día, Jorge Ignacio García Cuerva.
Hubo mensajes a la dirigencia política del oficialismo y la oposición. Con el foco puesto en la defensa de los que más están sufriendo. Sabiendo García Cuerva que sus palabras “puedan ser tomadas para querer alimentar la fragmentación”.
Entonces el religioso volvió a recordar que Te Deum “este himno de acción de gracias fue y es entonado no sólo como el canto de liberación de los que vivieron bajo el yugo y la opresión, bajo la miseria y la humillación, sino que también es un canto que ayudó, y ayuda, a mantener viva la certeza de que todas esas situaciones no tienen la última palabra. El Te Deum es también el canto obstinado de aquellos que no quieren dejar morir la esperanza”.
Su párrafos más coyunturales apuntaron a no alimentar “la violencia ni el desprestigio del otro”, pidió que no construyamos desde “la denigración ni manipulación”, sino despertar “la fuerza de la solidaridad como forma de construir la historia”.
El arzobispo leyendo la realidad desde el Evangelio del día, el hombre de la mano paralizada que fue curado por Jesús pese a la insensibilidad de los fariseos, sostuvo que “hoy también nos ponemos delante de Dios como Nación, y le pedimos que nos cure, porque parecemos tener las manos paralizadas para el encuentro que construye fraternidad, las manos paralizadas para abrazar a los heridos por la soledad y la tristeza, las manos paralizadas para ser solidarios con los que menos tienen” profundizando en la agenda actual machacó sobre el narcotráfico, la corrupción y la indiferencia: “también le pedimos a Dios nos preserve de las manos manchadas de sangre por el narcotráfico, las manos sucias de la corrupción y la coima, las manos en el bolsillo del egoísmo y la indiferencia”.
El religioso habló de “consecuencias nefastas por irreversibles en la vida de las personas” si permitimos: “la malnutrición en la primera infancia; la falta de escolarización y accesibilidad a los servicios de salud; los ancianos y jubilados incapaces de sostenerse diariamente con un mínimo de dignidad, son algunos de esos ejemplos impostergables”.
Asimismo pidió a todos dejarse mirar por Dios y preguntarnos, “en estos tiempos tan difíciles ¿qué estoy haciendo por los más pobres? Porque fácilmente nos sale reclamar a otros que se comprometan, pero yo ¿qué hago?”.
Apelando al santo pueblo fiel de Dios, García Curva remarcó que “nuestra gente está haciendo un esfuerzo muy grande” y ahí aprovechó para criticar “algunas acciones de la dirigencia divorciadas de la ciudadanía de a pie, como los tan comentados ‘auto aumentos’ de sueldos de hace algunas semanas”, en clara referencia a los aumentos de sueldos de funcionarios del gobierno nacional como en el Congreso nacional.
El Papa argentino estuvo citado en su homilía. “Nos decía a los argentinos: ‘que la grieta se termine, no con silencios y complicidades, sino mirándonos a los ojos, reconociendo errores y erradicando la exclusión’ y añadió que Francisco “invitaba también al mundo a una alianza social para la esperanza, que sea inclusiva y no ideológica”.
Llegando al final de su discurso, que alcanzó tres hojas por escrito y que leyó desde el altar, pidió “desterrar la conocida doble vara que no nos permite ser ecuánimes, porque nos expresamos desde el prisma partidista que nos empaña, nos obnubila y nos hace injustos, y terminamos defendiendo lo indefendible” y rogó por la cultura del encuentro, que “no es lo mismo unirse que confabular” y puso el foco en que “la desintegración y la fragmentación social es rédito instantáneo para los saqueadores de turno e incapacidad presente para pensarnos como Nación. Hay pocas cosas que corrompen y socavan más a un pueblo que el hábito de odiar”.
Estuvieron presentes el alcalde de la Ciudad, Jorge Macri, con su gobierno, también el cuerpo diplomático encabezados por el nuncio apostólico, el embajador del Papa, más los jefes militares y de seguridad nacional y referentes religiosos de otros credos, con quienes elevaron una oración de gracia y por el compromiso por la paz.
También leyeron todos los presentes la oración franciscana “haz de mí un instrumento de paz” para luego rezar un Padrenuestro, que anticipó Jorge García Cuerva que allí “nos reconocemos hermanos, porque nadie reza Padre mío, sino es la unidad de todos nosotros, los hermanos , por los más pobres, por la esperanza de nuestra patria, por una gran nación”. Luego se pidió a la Virgen de Luján, patrona de la Argentina, “que silenciosamente nos acompaña inclusive antes de constituirnos nación”. Luego se cantó el himno nacional argentino y se cerró con tres vivas a la patria.
El presidente Milei en la posición más cercana al altar fue despedido por el arzobispo porteño con quien cruzó breves palabras, algunas de ellas al oído. Luego se fue saludando a su gabinete ubicados en las filas de los bancos de madera.
27/5/2024