Hace 75 años el fútbol tuvo «su hongo de la historia»: en el flamante Estadio «Maracaná» de Río de Janeiro, ante casi 200 mil hinchas («torcedores») brasileños, el durísimo seleccionado de Uruguay dio vuelta la final y ganó el Mundial, Brasil ’50. Hazaña que revive.
Algunos antecedentes no siempre recordados: desde el Sudamericano del ’46 en Buenos Aires, Brasil y Uruguay se habían cruzado una vez más. Cinco victorias para Brasil, tres para Uruguay y tres empates. La «Celeste», antes, medallas olímpicas, París ’24 y Ámsterdam ’28.
La parcialidad brasileña festejaba con el juego de ataque de los cinco brillantes del juego-arte: Friaza, Zizinho, Ademir, Jair y Chico: 7 a 1 a Suecia, 6 a 1 a España, en la previa. Estos partidos entre el 3 de julio y el 9. El 24/06 Brasil 4 México 0. Una aplanadora. Brasil gran favorito.
Uruguay, en tanto, empate ante España 2 a 2 con un «bombazo» de Obdulio Varela desde afuera del área faltando diez minutos. Parecía que llegaba «en baja». Desde lo físico. En medio del festejo anticipado del local. Se definió por puntos y Brasil llegaba con ventaja: un punto.
El DT oriental Juan López Fonseca llevaba cien días. Querido por el plantel, que tenía en Varela al «Negro Jefe». El dueño del equipo dentro de la cancha. Grandote, algo más de 30 años, parecía pesado, pero al mismo tiempo era un «Pulpo». Un metro ochenta y tres y pierna fuerte.
Del otro lado, el talentoso Zizinho, quizás el mejor de todos hasta la aparición del gran Edson Arantes do Nascimento, «Pelé». El «8» armador, llegada al gol. En el Sudamericano, Lima ’57 ya grande con el «10» en la espalda, convirtió 9 goles. Habilidad, pegada. Jugador cerebral.
«¿Qué pudo haber dicho Zizinho, antes de empezar?» Después de la charla de Flavio Costa, el DT que se sentía ganador, el «crack» «verde-amarela», esa tarde casacas blancas, que nunca más usaron, puso en atención a todos:
«Ojo, ellos en los papeles son inferiores. Pero no olvidemos por los partidos que ya jugamos que los uruguayos se atan los botines no con los cordones. ¡Los atan con sus venas!»
En el campamento uruguayo, Juan López, DT, aludía al cuidado. No arriesgues demasiado. «Para evitar la goleada», dijo.
Ya en el campo de juego, en medio de los petardos y griterío ensordecedor, el gran Obdulio hizo una rectificación: «Juancito (el DT) es un gran tipo. Lo queremos. Pero si nos metemos atrás nos llenarán de goles. Igual Suecia y España. Debemos jugar con coraje y no darles espacio», orientó.
Primer tiempo con dominio local, pero sin grandes situaciones. El arquero uruguayo Roque Máspoli debía cortar varios centros. Uruguay esperaba y dejaba adelante al veloz Alcides Ghiggia y al talentoso Juan Alberto Schiaffino, el notable «Pepe»: destreza, gambeta, arte.
Algo que siete décadas más tarde se ve seguido: el fuerte PSG ante un supuesto inferior Chelsea. Antes el modesto Platense, semifinal con River, esperando con mucha gente y dando zarpazos. La táctica a veces anula al arte. David y Goliat. La epopeya.
Algo de eso hubo. A los 5 del ST, en jugada enredada, Friaza recibió de Zizinho. Uruguay reclamó posición adelantada y derrotó a Máspoli. Brasil uno a cero y fiesta. El trámite no varió, pero Uruguay sabía cómo entrarle. Según luego explicó otro héroe: Alcides Ghiggia.
«Ellos se adelantaban. Julio Pérez, ‘8’ nuestro, tenía que ponerla larga, al claro. Yo le ganaba a Bigode, marcador lateral, Brasil, en velocidad. Así, a los 21 ST, en una corrida lo vi al ‘Pepe’ (Schiaffino, luego figura, Milán, Italia). Metí el centro y tras ‘sombrero’ la clave arriba. Golazo.»
«El fervor de la torcida obligaba a Brasil a ser campeón ganando», según todos los analistas en la parte final. El célebre Jules Rimet, creador de la «Copa del Mundo», presidente de la FIFA, bajó del palco a preparar el discurso. El repaso. Un francés atildado, académico.
Brasil, que al cabo remató 15 veces al arco de Uruguay, que lo hizo cinco veces, empujó y se descuidó. Faltando diez minutos, otra vez Julio Pérez, tras un quite de Obdulio, medio de volea, -en una acción acrobática- la puso larga a Ghiggia.
Otra corrida. Atrás Bigode y Juvenal. El arquero Barbosa esperaba el centro… El 7 bravo, que en el ’47 se probó en Atlanta y no quedó, la metió en el primer palo. «Un hueco de 20 centímetros condenó a Barbosa de por vida», comentó.
«Fui menos que el ‘Pardo’ (Julio César) Abbadie y también del imparable Luis Cubilla, habilidad ambos, pero soy el único que dejó mudo al <Maracaná<«, dijo Ghiggia. El equipo atrás: Máspoli, Matías González, Luis Tejera, Víctor Rodríguez Andrade, Schubert Gambetta. La fortaleza.
El final de la película, quizá Humphrey Bogart. A las dos de la madrugada, Obdulio no podía dormir. Se puso un piloto como el galán de «Casablanca» y un sombrero para salir disfrazado. Buscó un bar. Pidió una cerveza. La infinita tristeza.
Regresó al hotel en medio de una ligera llovizna. En la habitación dormía Gambetta, otro gladiador. «Creo que somos causantes de una tragedia», comentó. En el Aeropuerto de Carrasco, dos días más tarde, gran parte de la población, miles de uruguayos, recibiendo a los héroes.
Los diarios de Brasil daban cuenta de la tragedia: «Sólo en Río de Janeiro, madrugada del lunes, se conocieron 49 suicidios», se leía. El cantante y compositor Jobim alcanzó gran fama mucho después con el tema «Tristeza nao tem fim».
Moacyr Barbosa, arquero caído en desgracia, tenía 29 años. Poco antes de morir, con más de 85, en una entrevista periodística, Angela do Reis comentó: «Las leyes penan el homicidio con 25 años de cárcel. Mi condena lleva 55 años.» Poco después falleció.