*Por Gabriel Fernández
Hoy el presidente Mauricio Macri fue al nudo. Al referirse a la situación de Aerolíneas Argentinas reunió en un puñado de palabras la demagogia hacia el cuerpo social, la mentira sobre el sentido profundo del transporte, el erróneo concepto de ahorro referido al estado empresarial y el concepto exactamente inverso de lo que significa el déficit cero.
Macri señaló que la mayoría de los argentinos no viajan en avión y que el Estado no tiene porqué gastar en Aerolíneas Argentinas. Dio a conocer cifras relacionadas con su funcionamiento.
Vale indicar que se sigue asentando sobre los más bajos niveles de entendimiento de la sociedad: para qué invertir en transporte aéreo si yo no viajo, para qué en cine si no veo esa película, para qué en teatro si no voy, para qué en Telam si no la leo, para qué en el Arsat si qué se yo para qué sirve.
Es decir, el gobierno sigue tomando como interlocutor al zonzo que no se detiene un momento a reflexionar sobre el sentido de una estructura nacional, ignora orgullosamente cómo funcionan esas y otras áreas en distintos países del mundo; y estima, además, que el “ahorro” estatal implica cuidar su dinero.
Eso es demagogia. El viejo apotegma lanzado sobre las variantes populistas. Para qué promover a Leonardo Favio si el taxista que escucha a Baby Etchecopar considera a Rápidos y Furiosos su película predilecta.
Luego, se oculta –como más de una década atrás se hizo con Ferrocarriles Argentinos- que el transporte tiene un sentido soberano e integrador, asentado en el objetivo de trasladar mano de obra y cargas, lo cual redunda en un gigantesco beneficio social: tanto en lo económico como en lo cultural.
Asimismo, se engaña el sentido de la inversión pública en general: el Estado recauda impuestos del conjunto social. Es una masa importante en un país como la Argentina. Pues bien, tiene la obligación, además del derecho, de volcarlo sobre la comunidad para que funcionen el transporte, la cultura, la salud, la educación y tantas variables que dinamizan el mercado interno y sostienen los derechos de la ciudadanía.
¿Nadie se pregunta adónde se dirigen esos recursos si no se vuelcan sobre la vida económica interna? Avergüenzan las coberturas de los medios al respecto, ocultando al lector, al oyente, una verdad ostensible y comprobable. Si la sociedad paga impuestos –cada vez más onerosos ante el alza de tarifas y de precios- tiene el derecho de obtener retribución estructural para vivir mejor.
En esa dirección déficit cero implica robarse los impuestos y, en vez de volcarlos sobre la comunidad, derivarlos hacia: el pago de deuda externa, el subsidio a las grandes corporaciones, los beneficios para el sector financiero, las empresas de servicios públicos y las firmas destinadas a la fuga de capitales que están asociadas al mismo gabinete macrista.
La operatoria de negocios que caracteriza al gobierno del PRO Cambiemos UCR sigue en marcha a todo vapor. Los columnistas que en La Nación, Clarín, Infobae, Ambito y Perfil, además de otros émulos rastreros, han puesto su pluma para sostener este delito contra el pueblo y la nación deben ser recordados.
El Estado no “gasta” en Aerolíneas ni en ningún emprendimiento soberano: invierte lo que es de la sociedad en la sociedad misma. Internalizar eso implica resolver una parte esencial del debate económico nacional. Seguir hablando de gasto público y déficit fiscal es convertirse en imbécil, y a la vez cómplice del sector más perverso de este país.
*Director de La Señal Medios y del área periodística de Radio Gráfica. Autor del libro “Periodismo Violento”