*Por Gustavo Ramírez
“Me pasaron tantas cosas
y no me acuerdo de nada,
sólo del viento y tus ojos
de llorar a carcajadas”
NTVG
I
Guillermina llegó a la sede de Prefectura, en el puerto de Mar del Plata, cerca del mediodía. Bajo un desierto de nubes grises y con un frío desolador, aguardó unos instantes para escuchar el parte diario de la fuerza encargada del rescate de la tripulación del Rigel. Desde que descendió del vehículo no dejó de llorar pero no perdió la entereza.
Nahuel Navarrete tiene seis hijos. Así, en presente. Como hablan los familiares. Él era parte de la tripulación del Rigel. Cuando zarpó del puerto dejó para su familia 300 pesos. Todo lo que tenía hasta cobrar parte del sueldo. Nadie imaginó que aquel día, en Escollera Norte, sería la última vez que podría estar junto a sus seres queridos. La rutina cambió, el mar perdió su color natural y las palabras desencantaron la idealización de hechos cotidianos. Le geografía de la asimetría social adquirió una nueva trascendencia ante un modelo que expulsa a los hombres y mujeres de la clase trabajadora.
El Prefecto Mayor Gabriel Cartagenova ostentó sus galones frente a los familiares de la tripulación del Rigel. Hacía a penas unas horas, la fuerza a la que representa, había dado la confirmación del hallazgo del buque pesquero desaparecido. En inmediaciones de Chubut, a 93 metros de profundidad, casi en las mismas coordenadas que en un principio indicaron los familiares. El hombre de la Prefectura habló poco y mal. Estaba claro que la situación para el arma es incómoda. Sobre todo luego de los hundimientos del Repunte, un año atrás, y del Ara San Juan. “No me importan sus internas, yo quiero que saquen a mi hijo de ahí”, dijo una madre, con su dolor a cuestas.
Sin prensa presente para el Prefecto fue más fácil eludir las preguntas de los familiares. Pero como un fantasma encadenado a su tobillo Cartegenova sabe que esos interrogantes los ponen contra las cuerdas y hacen tambalear su escasa credibilidad. Inmutable e insensible, se ciñó al protocolo de ocasión, se escudó en el nombre del Secreto de Sumario y permaneció en silencio parado ante un auditorio que jamás ocultó su bronca. De la misma manera que el Prefecto, como representante del Estado, no ocultó su desprecio por “esa gente”.
Doce días atrás el buque de investigación de flora y fauna marina, Angelus, del INIDEP, Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo Pesquero, dio con el Rigel. Prefectura no certificó el hallazgo aun cuando desde la página del organismo se hicieron públicas las fotografías conseguidas por la embarcación científica. La especulación política en el paroxismo de la esquizofrenia. Los familiares tuvieron acceso a esta información, no obstante desde Prefectura no se corrieron un ápice de su argumentación. De la misma manera que no lo hicieron al explicar porque dejaron zarpar al Rigel si no estaba en condiciones.
Antes de que el momento del parte termine un padre increpó al Prefecto Mayor: “Si fuera tu hijo ya estarías abajo del agua. Métanse ahí y saquen a los pibes de ese lugar, es la última vez que se los voy a decir”. El hombre se marchó el silencio. Un silencio distinto al que guardaban Cartagenova y el resto de sus camaradas de armas que “custodiaban” la sala. Al terminar el encuentro, como lapidaria metáfora del presente, el puerto de Mar del Plata seguía con su ritmo apocado, helado, distante y cabizbajo. Guillermina Godoy, la madre de Nahuel, sintetizó en sus lágrimas un sin fin de sentimientos que le surcan el cuerpo: Bronca, impotencia y dolor.
II
La temporada alta de pesca de langostinos despierta, como es habitual, la fiebre por la oportunidad. En momentos de crisis y cuando la panza de los chicos hace ruido no hay mucho para pensar. El sistema está ideado para que al necesidad se cuelgue del cuello de los trabajadores y no los suelte hasta haberlos exprimido en todo sentido. En ese bucle histórico el deterioro social se transformó en tragedia.
El empresariado local cuenta con la complicidad de una intendencia que da vuelta la cara. Un Estado que se ausenta, como razón ideológica, de función política. Nada nuevo en la geografía neoliberal. El micro-universo marplatense yace oculto tras la fachada de la ciudad turística. No obstante en el drama social no hay posibilidad de preservar la miserabilidad de una gestión que niega la realidad de forma violenta. El abandono se reproduce como eje sistémico de las historia individual y colectiva.
En medio de esa aquelarre dionisíaco el trabajador, víctima de la deshumanización, se transforma en un victimario de sus propios males. Una vez más la representación del sentido común opera sobre la arquitectura de la subjetividad social y abre surcos para que la responsabilidad del gobierno en el Estado se fugue sin culpa. Hay que ser muy idiota para pensar que un trabajador forja su propio destino en el drama, en la tragedia.
La necesidad no es una pose intelectual de los sectores más vulnerables. Es la herramienta de sometimiento que utiliza el modelo. Por allí circula la imposición de condiciones laborales precarias que suelen escurrirse de los canales de controles tradicionales. A bordo de un buque pesquero no hay demasiado tiempo para pensar en la flexibilización laboral, o si se está en negro. Lo ideal casi siempre está lejos de la realidad, más allá de las luchas.
III
En Mar del Plata, como en otras regiones de nuestro país, la tragedia se repite como tragedia. Ese dolor, como un loop intenso y unidireccionado, aflige a Gabriela. Ella es la hermana de Gustavo Sánchez, capitán del Repunte. En su bitácora de acontecimientos el hundimiento del Rigel no es un hecho más. ¿Cómo podría serlo después de todo? Su mirada denuncia lo que sucede en su interior. La impotencia, una vez más, emerge con la furia de una tormenta perfecta.
No fue el mar, dice. Esa breve oración contiene la génesis del análisis. La naturalización de escenarios sociales complejos donde la responsabilidad recae sobre aquellos que ya no tienen la posibilidad de expresarse. Sin embargo al observarla se puede comprender que la primera razón de la lucha es la memoria. En este contexto no hay manera de no ser fuerte. Las lágrimas que corren por su mejilla al recordar a su hermano son sinónimo de esa entereza. Mientras haya humanidad hay esperanza.
Resulta curioso pensar en la transformación del humor social en la mediad que hechos como los del Repunte, el Rigel y el Ara San Juan, pasan desapercibidos para el común de la población. Una brutal lección para el narcisismo del campo nacional y popular. Los enfoques centralizados en el micro clima, reverenciados en la perspectiva de la ansiedad personal, caen en una trampa ciega e inmutable.
La experiencia de la consciencia social no siempre es compatible con la necesidad. En el puerto de Mar del Plata si un marinero denuncia las condiciones en las que se encuentra un buque pesquero para salir a navegar, es probable que no vuelva a trabajar más. El círculo cerrado se comprime con fuerza sobre la espalda de los trabajadores. No es una mera naturalización del proceso económico en la cadena de producción restringida. Es el capitalismo en su forma más inhumana y caníbal.
Quizá el “ni un hundimiento más” debería ser acompañado por un “ni un trabajador menos”. Gabriela expresó que habitamos un país que vive de espaldas al mar. Esa afirmación hace ruido y permite abrir un amplio abanico de pensamientos y es complementaria a lo que aseguró Guillermina cuando miró a los ojos al Prefecto y le dijo que van a terminar “trabajando en un cementerio”. La cabal metáfora descriptiva que deja al desnudo al sistema portuario en líneas generales.
IV
Guillermina y Nahuel, Gabriela y Gustavo: ” Aun sueñan que se tocan”. Se abrazan. Se distinguen. Se necesitan. Se extrañan. Se aman. Están ahí uno junto a otro en el significante de cada palabra. En la entonación de los modos que ya no serán. Y ese lazo se afianza entre ellas. Unidas por un mismo motivo, como ocurrió con otras madres, con otras esposas, con otras hermanas, en otros períodos históricos. Hay un detalle demasiado significativo, para los Prefectos de Mar del Plata, las mujeres que encabezaron la lucha son “las locas del Repunte”.
¿Hacía dónde apartamos la mirada para no observar lo que no pasa? ¿Es posible ignorar estas tragedias que son las exposición exacta de lo que ocurre como un presente que nos somete al mandato del Mercado? ¿Cómo nos pudimos desarmar así? ¿Rompimos cadenas, hemos vuelto y nos hemos ido? ¿Podemos ser más fríos que la muerte? ¿Hasta dónde podemos permanecer indiferentes?
Hay preguntas que desequilibran el tablero de las certezas teóricas. Emergen como un torrente sanguíneo que alimenta un río de dudas. El espectro de realidades disimiles y paralelas son un patada en el culo. Si se nos mueren hijos, hermanos, esposos, padres, tíos, sobrinos, laburantes y no nos conmovemos algo no está bien en nosotros.
No podemos solamente tener memoria del olvido. De la misma manera que no existe la posibilidad de ser neutrales. Ese afecto en el dolor nos interpela como sujetos sociales y nos reclama que no le demos la espalda a los tripulantes del Rigel y el Repunte. Que no los abandonemos, que no los dejemos solos. No es inexorable la resignación.
*Director periodístico de AGN Prensa Sindical
Periodista: La Señal Medios/ Radio Gráfica