*Por Gustavo Ramírez
Mientras el Gobierno intentan mostrar números endebles del falso éxito del plan económico se producen miles de despidos tanto en el sector estatal como en el privado. Según demuestra el último informe del Centro de Economía Política Argentina durante el mes de diciembre del 2017 se registraron 3.346 despidos y cesantías.
La profundización del modelo neoliberal constituye un nuevo escenario de crisis para la clase trabajadora y para los sectores más vulnerables de la sociedad. En este contexto el Gobierno espera poder aprobar la única ley estructural que todavía le falta para complacer a sus pares del sector financiero, la Ley de Flexibilización Laboral. En tanto se anunciaron nuevos aumentos de tarifas para el transporte público y se esperan anuncios del mismo corte para los servicios de energía.
Con éste marco la CGT manifestó su rechazo a la nueva ola de despidos y su repudio a la represión de la protesta social. Para algunos el documento cegetista tiene gusto a poco. Desde diversos sectores sindicales con peso interno se demanda una mayor capacidad de reacción y la elaboración de un plan de lucha. La dinámica social es veloz y el diagnóstico general impone la necesidad de abandonar el dialogo y dar pelea.
Mucho se ha hablado de la gobernalidad durante éste último período. Un costo que el Triunvirato comienza a pagar, porque a razón de esperar respuestas por parte el Ejecutivo neoliberal se ha perdido tiempo y en ese lapso Cambiemos avanzó casi sin problemas. El cierre de filas tras una postura ocasional representa de cierta manera una claudicación. La demora en concretar una fuerza que accione como resistencia social, desde la Central Obrera, se traduce en miles de trabajadores que quedan desprotegidos más allá de las luchas sectoriales.
La pregunta es si se puede esperar ante 380 despedidos de la Unidad de Ejecución Provincial, 300 despedidos en en municipio de Quilmes, 258 de Fabricaciones Militares en Azul. Despidos y represión en Jujuy. Más despidos en los medios públicos. La situación es realmente dramática. Más aun para los trabajadores que se ven privados de su fuente de trabajo.
Al drama de los despidos hay que sumarle la transferencia de riqueza que a través del ajuste sistemático ha impuesto Cambiemos. Una salvedad, ganar una elección no da derechos ni privilegios a un Gobierno sobre todo porque la legitimidad es relativa cabe que el voto disperso en la oposición fragmenta es mayor al porcentaje de la coalición gobernante. Dicho esto hay que destacar que mientras se le restringe ingresos a los jubilados, mientras se aumentan las tarifas, mientras el dólar se dispara, la inflación crece sin detenerse, se deprecia el peso, se cae el poder del salario, se comprime el mercado interno, se destruye la industria nacional, se entrega soberanía al mercado, se prestigian importaciones y se persigue encarcela a opositores, se le quitan retenciones a la soja. Es decir se propicia el escenario para que los carroñeros de la economía obtengan mayores ganancias.
No importa el dialogo, ni la gobernabilidad, nunca importó en realidad a un gobierno que juega al republicanismo empresarial. Tal vez no hay que errar la puntería. Esta gestión empresarial en el gobierno no cerró acuerdos con Estados Unidos y sí con Wall Street. Se podrá decir que también con Silicon Valley. Macri se cansó de explicar que no comparte las políticas económicas de Trump. El “presidente” se conduce como si fuera el ejecutivo de una corporación económica y no condujera los destinos de un país. Su lectura de la situación mundial es superficial y sus alianzas, en ese territorio son exiguas y más que endebles. Macri corrió al país del lugar de privilegio mundial que ostentó durante los últimos años y lo puso de rodillas ante el mercado. Las consecuencias de esa política las paga el pueblo y ya sabemos como.
Ante éste panorama el Movimiento Obrero ¿puede perder tiempo?. Está claro que no hay manera que una transformación distintiva se de manera espontánea. Todo lleva su tiempo. El momento no puede estar signado por el arrebato constante, sin embargo no hay que perder de vista la lectura de la calle. El humor social ha cambiado y el Gobierno dilapidó gran parte del su ya menguado capital electoral de octubre. Es importante que la dirigencia sindical que conduce la Central Obrera de cuenta de ello. Sobre todo porque hay nuevos sujetos sociales que se han comenzado a manifestar y por diversas variables no se sienten interpelados por una conducción que razona con cierta conducción. El punto de inflexión para el sindicalismo histórico no mira sólo hacia adentro de la estructura de la CGT, hace eclosión desde afuera y eso puede tener un costo político para cierta dirigencia que se ha convertido en un actor pasivo de los acontecimientos sociales.
*Director periodístico de AGN Prensa Sindical
Periodista: La Señal Medios / Radio Gráfica