*Por Gustavo Ramírez
Mientras el deterioro institucional se hace cada vez más ostensible, el Gobierno refuerza la idea motriz de su plan económico. Sin apartarse del manual neoliberal se apuntala la alianza estratégica con el capital financiero y con los grupos empresariales que explotan al Estado para generar ganancias que son llevadas al exterior y que destruyen la economía interna.
La película no es nueva. En el afán “reformista” el Ejecutivo pretende llevarse puesto a la mayor cantidad de sindicatos posibles. Como sea. No hay límite. Así se vale de operadores mediáticas que montan patéticos escenarios donde lo único que importa el descrédito de la organizaciones sindicales. Aun en base a falacias o inventos. Durante éste fin de semana lo padecieron los sindicatos que componen el Frente Gremial Aeronáutico.
En las huestes gubernamentales prima la idea base de desarticular cualquier unidad posible en el ámbito sindical. Las líneas subalternas de la Rosada se mueven a las luces de los ministerios para avanzar sobre el campo sindical con puntero en la mano para disciplinar a todos aquellos que no se sometan al régimen. Presionan y extorsionan. Utilizan el arco de votos para legitimar viejas prácticas políticas que nada tienen que ver con la narración del “encuentro” y el “dialogo”.
La unidad de las fuerzas del campo nacional y popular puede horadar el poder del Gobierno. Durante la semana pasada hubo gestos importantes en tal sentido. El encuentro de intendentes peronistas en el acto homenaje a Rucci en la CGT es un claro mensaje. Recomponer el frente político con la ingerencia determinante del sindicalismo urge y es absolutamente necesario. Sin exclusiones ni sectarismo.
No obstante, existe una constante que hace mella en el núcleo cerrado de una militancia que pretende quedarse corrida, permanentemente, a la izquierda. En esa perspectiva ese sector compra todas las diatribas anti-sindicales posibles y se aventura a juzgar a priori el accionar de la dirigencia sindical. El único elemento con el que cuentan es con títulos maliciosos que no se ajustan a la realidad.
El impulso demoledor de la narrativa derrotista juega un papel decisivo en la elaboración de diagnósticos internos. Estos mismos sectores han cuestionado cada intento de unidad sin elaborar un razonamiento visceral. En tanto se estancan en el llanto costumbrista y en la denuncia sin contenido. Un impulso moral que daña más de lo que construye.
Para el sindicalismo es un momento de inflexión. En ese sentido y sobre la reforma laboral, el plano de las declaraciones al menos es uniforme. Las centrales obreras han coincidido en que dicho proyecto reformista ataca los cimientos de las conquistas sociales. Sin embargo aun resta saber cual será la táctica para confrontar con dicha reforma. La CGT continua con la ronda de dialogo. Una tarea ardua y que amenaza con extenderse en el tiempo. Por ahora no hay resultados. Si bien hacia adentro de la Confederación la paciencia parece ser una virtud el clima comienza a tensarse. Hay dirigentes que no confían en el gobierno y ven con recelo un dialogo que consideran infructuoso.
Lo concreto es que la expresión unánime rechazó el borrador del proyecto de ley. El Gobierno juega al ensayo y error. El aire electoral le dio margen de maniobra. Claro que después está la realidad efectiva. El ahogamiento del mercado interno, la caída del poder adquisitivo de los salarios, el derrumbe de la industria nacional, son hechos que a la larga tendrán un efecto negativo para Macri. Buenos tiempos, malos tiempos.
Mientras el Presidente anunciaba el paquete de reformas el técnicos del FMI monitoreaban al Gobierno. El organismo internacional volvió a pedir más ajuste. Una postal reiterada en los procesos cíclicos del país. La reacción de rechazo inmediata del Movimiento Sindical representó un síntoma de buena salud. Tal vez la expresión más locuaz y contundente fue la del Secretario Adjunto de la CGT, Pablo Moyano, al afirmar que la reforma laboral “es para cagar a los trabajadores”.
Las 56 fojas del proyecto de ley que hizo circular el Gobierno contienen, punto tras punto, el contenido neoliberal de esta expresión oligárquica. Es la ostentación del poder. Lo cual representa un retroceso de más de 60 años para los trabajadores. Si la dirigencia sindical tiene algún “traspié” en este contexto el daño que cause, dicha reforma, será irreversible no ya en el futuro sino en el presente inmediato. Lo cual representaría un quiebre definitivo para el sindicalismo en general.
*Director Periodístico de AGN Prensa Sindical
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