*Por Gustavo Ramírez
El Gobierno inauguró la segunda fase de plan económico, volcado de lleno al mercado financiero en detrimento de la producción interna. En un discurso plagado de infantilismo emocional el Presidente anunció los ejes verticales de las tres reformas principales que los organizamos financieros le exigen al Ejecutivo para continuar en la senda del endeudamiento.
Desde su atril, empotrado en el Centro Cultural Kirchner, Macri pretendió arengar a los argentinos con un discurso referenciado más en la perspectiva de la auto-ayuda, que el diagnóstico político, económico y social. No obstante más allá del vacío discursivo en términos políticos el empresario dejó en claro lo que busca su gestión.
Quienes más esperaban los anuncios gubernamentales eran los técnicos del FMI que vinieron a observar si Macri hace los deberes. En ese sentido el hijo de Franco Macri es aplicado. Tras el resultado electoral respondió con premura y eficiencia las demandas de los organismos financieros internacionales. Entre socios no es cuestión de dilatar las cosas.
Entre los presentes en el CCK estaba parte de la dirigencia sindical de la CGT. Rostros adustos y miradas de preocupación recorrieron el discurso blanco del Presidente. Seguramente, más allá de las declaraciones de ocasión, habrá mucho para pensar y reflexionar. Macri adelantó que irá por la profundización del desguace de los sindicatos.
El sindicalismo camina y hace equilibrio sobre un hilo delgado. Después de las elecciones de octubre las condiciones objetivas enfriaron parte de la capacidad de movilización permanente y detonaron las fuerzas hacia adentro de la CGT. El Triunvirato se muestra excesivamente prudente. Observa, escucha y analiza. Si bien aun no está detallada como se producirá la reforma laboral ha quedado instalado que la misma es un hecho.
De la misma manera comenzó a imponerse, por derecha y por izquierda a través de los medios y sus voceros políticos, que la flexibilización laboral es inexorable a partir de un “pacto entre el gobierno y la CGT”. Claro que a efectos prácticos y concretos no existe ningún pacto. Lo que hay son conversaciones. El Gobierno no le ha presentado ningún proyecto de reforma laboral a la dirigencia sindical y la respuestas gremial es la misma: Los límites son los derechos de los trabajadores y las conquistas sociales. Sin embargo el efecto discursivo y los zócalos mediáticos de inmediato tienen efecto y la “opinión pública” da por hecho algo que aun no ocurrió.
La balanza comercial continúa sin dar cuentas de repunte. Sin embargo, el dato no menor, tiene que ver con la reacción de los mercados al lunes siguiente de las elecciones. El gesto positivo del mismo sostiene con fuerza las extremidades de un Gobierno que es su sirviente en la línea económica y su ejecutor en el trazo político.
A lo largo de la historia económica de nuestro país ha quedado claro que cuando le fue bien al mercado le fue mal a los trabajadores. Con ese marco la pregunta es ¿hasta cuando el sindicalismo puede dialogar y negociar sobre cuestiones potenciales? El Gobierno no tiene carta blanca, ese tampoco es un dato menor. Un grueso de la población trabajadora a fragmentado su voto en la oposición y s e ha negado a avalar las políticas de ajuste del macrismo.
Macri hizo anuncios portentosos pero no dio detalles finos de los mismos. Mientras tanto los índices socio-económicos refutan cada argumentación que expuso, con cierta liviandad, en el CCK. Por ejemplo: Argentina perdió terreno en la exportación de soja a China con Brasil. A grandes rasgos nuestro país sufre un serio retroceso en materia exportadora que se suma a la caída de la producción industrial.
El sindicalismo tendrá que poner la mirada fina en una coyuntura compleja a nivel interno y difícil en los externo. El resultado electoral pudo desinflar las ansiedades de la lucha callejera pero el devenir económico con impacto directo en el bolsillo de los trabajadores y en la clase media volverá a tensar el clima social en el territorio. Es probable que la resistencia sea, por el momento, más sectorial que global. Como ejemplo vale destacar la situación por la que atraviesan los gremios aeronáuticos. El gobierno pretende usarlos como caso testigos para las paritarias del próximo año. No obstante no son pocos los sindicatos que comenzaron a exigir que se traten las clausulas gatillo dado que la inflación se comió a los salarios.
Por estos meses la CGT seguirá el camino de la negociación. Sin embargo en el mientras tanto deberá prestar suma atención a lo que suceda con los diversos sectores sindicales que la componen. El dialogo constante sin resultados puede dinamitar la tensión interna. El panorama, en ese sentido, se hará más claro cuando por fin el Gobierno ponga las verdaderas cartas sobre la mesa. Eso sucederá al conocerse el proyecto de reforma laboral que impulsa. Entonces tendrán que llegar las definiciones concretas. Ante un gobierno volcado al mercado financiero y sin sensibilidad social no quedarán muchas opciones. Por el momento resta esperar hasta entonces.
El clima derrotista de los últimos tiempos obtura la razón en la perspectiva. Es imprescindible señalar que la historia del sindicalismo argentino reconoce luchas y resistencias colectivas cuando se intentó descomponerlo. Es un error presuponer que una mesa de dialogo da por hecho un pacto para acordar a espaldas de los trabajadores. El Movimiento Obrero no se ha quedado quieto jamás ante las puertas del infierno entonces ¿por qué abandonar toda esperanza de antemano?
*Directo periodístico de AGN Prensa Sindical
Periodista de La Señal Medios y Radio Gráfica
Palabra Sindical/ El Taller