Por Gustavo Ramírez
La avanzada anti-sindical de Javier Milei es parte del despliegue estratégico del régimen. El Movimiento Obrero Organizado, más allá de sus cuitas internas, es lo suficientemente fuerte como para consolidar una estructura de resistencia contra las políticas libertarias que atentan contra el bienestar de la clase trabajadora al mismo tiempo que pretende sustentar el sistema de dependencia y de predominio del capital financiero. Por eso representa una clara amenaza para el sistema.
El libertario, lejos de ser original replica lo que es su momento hicieron Reagan y Margaret Thatcher, erosionar las base comunitarias y los rasgos de solidaridad de la clase trabajadora con el objetivo de desintegrar a las organizaciones sindicales. En parte lo lograron. El debilitamiento del sindicalismo sajón permitió, en cierta medida, el avance neoliberal a nivel global. Pero claro, eso no es lo único.
Después del paro nacional de transporte, el pasado 30 de octubre, y de la contundencia de la medida, una parte del sindicalismo argentino propició un realineamiento de fuerzas internas para que el Movimiento Obrero no pierda la iniciativa. Al mismo tiempo, evidenció que el sector, además de ser estratégico en términos económicos es potente en fuerza política. Los sindicatos del transporte mantienen un gran poder de fuego y eso le pone los pelos de punta al establishment económico.
No es casual, entonces, que la gestión libertaria monte un aparato de propaganda contra los sindicatos aeronáuticos, por ejemplo. La táctica consiste en explotar y exprimir el mal humor social desviando el curso del enejo hacia las fuerzas populares. Para ello cuenta con la complicidad del dispositivo comunicacional siempre permeable a la mutación genética de su función específica respondiendo a la ideología de la subordinación como condición necesaria de su sustento material.
El espectáculo circense de la desinformación cuenta con la base de conformación constitutiva del coloniaje cultural. La propaganda se replica centrando en núcleo de la situación no ya en el dispositivo que genera el conflicto sino en los actores que llevan adelante acciones organizadas para visibilizar y poner de relieve la situación crítica que hace al mundo del trabajo y las relaciones laborales. “Comunicadores” progresistas liberales y reaccionarios legitiman el relato oficial y violentan la organización de los trabajadores que pone en jaque la estructura de dependencia que impone el régimen.
En este contexto, el Movimiento Obrero amenazado por distintos frentes, tanto internos como externos, intenta buscar una síntesis superadora de la coyuntura para no caer en discusiones secundarias que contribuyen a desvirtuar el curso de las iniciativas. Para el ámbito sindical está claro que el plan de lucha no se puede ceñir solo al paro o la movilización callejera. Si bien las condiciones de base están dadas para avanzar, el desafío es asumir un posicionamiento político que supere el estadio de la reivindicación y de la resistencia.
En su conjunto, desde el inicio de la gestión libertaria, el Movimiento Obrero asumió un rol protagónico en cuanto a lo que hace a las necesidades de la clase trabajadora, aun cuando una parte importante de las y los trabajadores decidió volcar sus votos a favor del libertario. Sin embargo, el sindicalismo comprendió que no existía razón alguna para legitimar a un régimen que tiene toda la intensión de llevárselo por delante.
Al principio, la Confederación General del Trabajo se destacó por el manejo táctico de los tiempos y afrontó la conducción del proceso sin caer en la trampa de la demandas de sectores “progresistas” que discuten con la agenda mediática bajo el relato. No obstante, el plan de lucha de la CGT no logró consolidarse en el tiempo.
No obstante, pasado los meses y a pesar del sostenimiento del plan de lucha, un sector del Consejo Directivo optó por darle relevancia al tiempo y buscar no ir al choque de manera permanente. Esto, que en principio podía ser visto como devenir táctico para alcanzar una etapa superior con posterioridad, se convirtió en un problema porque derivó en un estancamiento de las fuerzas resueltas a luchar no sólo por cuestiones reivindicativas sectoriales sino por el país.
La discusión interna reprodujo tensiones que se manifestaron en procesos anteriores. Hasta el punto de preguntarse si este permanente encajonamiento puede ser sostenido en el tiempo ante los desafíos nacionales e internacionales que las relaciones laborales deben afrontar. Las respuestas son variadas. Es por eso que por el momento, las partes de la unidad atada con hilo dental, no se han partido del todo.
Hay un factor que tiene una incidencia determinante para la acción sindical en la actualidad: La pasividad de la dirigencia política. En las últimas marchas masivas, aun en el mismo paro de los sindicatos del transporte e inclusive en la situación delicada que atraviesa el gremio aeronáutico, no se evidencia un compromiso efectivo, a conciencia, de la dirigencia política del peronismo con la causa de la clase trabajadora. Esto pone en discusión, no sólo el sentido de pertenencia y de la representación política, sino los fundamentos filosóficos y políticos que ésta esgrime para posicionarse en el terreno del presente.
“Mal o bien el sindicalismo hace lo que tiene que hacer”, no asegura una fuente sindical y agrega “es la política la que deja solo al pueblo”. El sectarismo interno termina por diluir la fuerza de la organización popular en tanto pretende subordinarla a conducciones que no logran sintetizar la representación del conjunto.
Es sabido que la fragmentación debilita a la organización interna en tanto funciona como un elemento retardatario de la potencialidad de las organizaciones libres del pueblo. Si la CGT quedó atorada en una distribuidora de documentos, a veces insulsos, la estructura política se tornó en una franquicia del peronismo que funciona como agencia de colocación de mala rosca.
La interna del Partido Justicialista demandó un esfuerzo inútil en discusiones secundarias. Por otro lado, anuló una vez más toda posibilidad de discusión interna. En mayor o menor medida esto afectó a los sindicatos, ocupados por sostener puestos de trabajo y en conseguir actualizaciones paritarias. El internismo denotó que el flujo de la practica del entrismo ideológico progresista (demoliberal) no se detuvo y que ello contraproducente para la organización y para la propia conducción.
No es fácil dilucidar a quién conducirá Cristina Fernández de Kirchner desde la conducción del PJ. No son pocos los que ven allí una acción tendiente a condicionar a quienes aspiran a alcanzar una posición válida dentro del campo popular y distinguen una reproducción anquilosada de una conducción que no termina siendo ni táctica ni estratégica. La manera de conducir de la expresidenta genera más discordia que consensos, sobre todo si busca legitimarse en base a horadar y subordinar la figura del gobernador bonaerense, Axel Kicillof.
Estas compulsas obturan las discusiones de fondo y tienden a desvirtuar las acciones sindicales. Imponen una agenda personalizada alejada de las necesidades concretas de las bases y alimentan la confusión generalizada. No obstante, existe algo que distingue el proceso y que es mucho más peligroso: Mientras una parte importante de la clase trabajadora se aferra a la supervivencia y las organizaciones libres del pueblo son atacadas y violentadas por el régimen, la superestructura política busca legitimarse a través de la legitimación de Milei con vistas a la elecciones intermedias de 2025.
En este escenario, el libertario promete continuar con el ajuste, por lo tanto, como se sabe, esto implica que se agudizará la crisis social. Para ello, configura un territorio jurídico represivo sobre el sustento de la violencia política como argumento absoluto e insustituible, lo que incluye criminalizar al sindicalismo, a las y los trabajadores y a las y los pobres. De este modo, el gobierno se aferra a la propagación del sentido común concentrado en la preponderancia de la colonización cognitiva.
Entonces, ¿cómo se pretende llegar a 2025? Porque la mayoría de la base electoral de éste peronismo es el objetivo del plan económico y político de Milei y de la oligarquía financiera. ¿Cómo se subiste en un contexto de recesión y de permanente inflación? Si se llega a 2025 es porque el plan del presidente logró en parte su cometido y si esto es así no existen garantías para que no se avizore un triunfo electoral.
Si el oficialismo gana las elecciones, caso hipotético, no hay lugar para sostener la resistencia. Y allí sí, la ofensiva contra los sindicatos y las organizaciones intermedias será total. Legitimar a Milei para sostener la compulsa electoral es afianzar la democracia liberal. Esto no presenta más que penurias para las y los trabajadores.
No parece apreciarse en su total dimensión el trasfondo de la cuestión. El debilitamiento institucional, mimetizado con las políticas libertarias y que cuenta con la complicidad efectiva del aparato político y comunicacional, tiene como objetivo la disolución nacional. Para que ese paso se torne agudo y profundo, el oficialismo necesita destruir la organización de la clase trabajadora, a sus organizaciones sindicales. El liberalismo es el régimen de la injusticia social.
La imposición de la precarización y flexibilización laboral es una condición del régimen. Es el piso desde donde construye su andamiaje colonial. El problema, entonces, no es económico. Eso es lo que el paradigma material reaccionario demanda que creamos, el problema siempre es político. La fragmentación, la división interna y la descomposición de la discusión del campo popular operan a favor de las condiciones materiales de subyugación que promociona la propaganda del régimen.
Las encrucijadas no podrán ser salvadas bajo la custodia de la vanguardia electoral. Si la organización vence al tiempo es momento de condensar la potencia de la organización popular con centralidad en el Movimiento Obrero. Pero la discusión no puede dirimirse con conducciones que conducen lo inorgánico y que contribuyen a la desperonización de las fuerzas nacionales y del Movimiento. Es momento de que cada uno se convierta en unidad táctica, no bajo una caracterización defensiva sino constructiva y ofensiva para que la derrota electoral de 2023 no se transforme en una derrota política en el futuro cercano.
“Tenemos que convencernos para siempre: el mundo será de los pueblos si lo pueblos decidimos enardecernos en el fuego sagrado del fanatismo. Quemarnos para poder quemar, sin escuchar la sirena de los mediocres, de los imbéciles que nos hablan de prudencia”, Evita.
11/11/2024