Por Gustavo Ramírez
La multipolaridad se afianza en la medida en que los BRICS + ganan en confianza y estrechan lazos de integración global. Si bien gran parte de esta articulación internacional gira en torno a los engranajes económicos, existe una determinada decisión de avanzar hacia la descolonización de la gobernanza atlantista, impuesta bajo el paradigma materialista a través del proceso de globalización económica por el eje Estados Unidos, Gran Bretaña e Israel.
Mientras el Occidente sajón se atasca en un pasado sin capacidad de reacción, el resto del mundo busca un reordenamiento integral, ya no sólo en términos de condiciones materiales, sino también en relación al respeto por la soberanía cultural y espiritual. No son pocos los representantes internacionales, encabezados por China y Rusia, que buscan la conformación de una epistemología global que quiebre el proceso colonizador de las franquicias imperiales.
En este panorama, Argentina queda absolutamente descontextualizada. La decisión de Milei de alinearse unilateralmente con Estados Unidos y Gran Bretaña entraña el despliegue de una política de subordinación al paradigma materialista. La idea de libertad, que expresa esta postura, encasilla a la racionalidad geopolítica en los andariveles estáticos y uniformes de la condición material de dependencia, al mismo tiempo que representa una miopía ideológica frente a la discusión global.
No hay libertad posible, aún de mercado, en los contornos de la semi-colonia. Por ende, la expresión de la política internacional que despliega el gobierno, amén de atrasar, asume la ignorancia histórica que la oligarquía mantiene respecto al comercio exterior y a la geopolítica. La gravedad radica en que esta mirada acotada asume la entrega de recursos estratégicos a países dominantes, a través de un abandono absoluto de la política de defensa nacional.
Ni Estados Unidos, ni Gran Bretaña, ni Israel son países amistosos para la Argentina. Por el contrario, todo el tiempo ratifican su hostilidad hacia nuestro país, ya sea por la imposición de condicionamientos materiales o a través de la extorsión sistémica que se arraiga en la política de endeudamiento que fructifica bajo el designio de administraciones liberales.
Esto no es casualidad. Históricamente, con Mitre y Sarmiento a la cabeza, la política liberal en el Río de la Plata ha sido servil a la extranjerización de la explotación económica y funcional en la formación de un pensamiento colonial que forma cuadros subalternos que rinden culto a la obediencia debida de las políticas atlantistas. Argentina cuenta con una oligarquía que, a lo largo de la historia, no se ha desprendido de su condición servil hacia las potencias occidentales.
En este, como en otros sentidos, Milei traza un diagnóstico desacertado de la ubicación mundial de Argentina. Como si esto fuera poco, no tiene interés en mantener el repudio a la ocupación de la OTAN en el Atlántico Sur. Por el contrario, al abrir las fronteras en términos económicos y políticos, invita a los invasores a tomar mayores posesiones en territorio argentino. De espaldas al conjunto de la población, se desprende de recursos naturales que hacen a la defensa nacional, como por ejemplo la producción de litio y la trazabilidad de las vías navegables.
El mantenimiento de las condiciones de país subalterno tiene un impacto directo para la población en su conjunto: primero, porque contribuye a la desarticulación de las fuerzas productivas nacionales. Es decir, lo que se impone es la desaparición del trabajo como vertebrador del orden económico. Al mismo tiempo, empobrece al país en la medida en que permite la extracción de recursos nacionales y la consecuente extranjerización del comercio exterior.
Inexorablemente, esto conduce al empobrecimiento de la población a la que se le niega la riqueza que produce. Al mismo tiempo que se precarizan las condiciones de vida, se produce un atraso en términos tecno-productivos culturales, dado que, tal como pregonaban los economistas de la Dictadura y después del menemismo: nada de lo que se produzca en suelo argentino se queda en manos de los argentinos.
El 22 de agosto, la Canciller Mondino firmó con José Fernández, Subsecretario de Crecimiento Económico, Energía y Medioambiente del Departamento de Estado de los Estados Unidos, el Memorándum de Entendimiento (MdE) sobre Cooperación en Minerales Críticos. Según informó la cancillería, el acuerdo prevé “fortalecer la cooperación entre los Participantes en materia de cadenas de suministro de recursos minerales críticos y promover el comercio y la inversión entre los países de los Participantes en la exploración, extracción, procesamiento y refinación, y reciclaje y recuperación de recursos minerales críticos”.
Esto es equivalente a ratificar que Argentina solo cumple el rol de proveedor de materias primas. En este contexto, el periodista Sebastián Premici, en una nota reciente, informó que “el Departamento de Estado norteamericano ideó un nuevo mecanismo de intervención e injerencia sobre los países de Latinoamérica: la Alianza para la Seguridad de los Minerales Críticos”, lo que refuerza la idea de obediencia debida que este gobierno cumple a raja tabla con el universo unipolar.
No urge repetir que estas maniobras no son nuevas. Para la década del ’30 del siglo pasado, Scalabrini Ortiz describió: “La pobreza no imperaba sobre todos los órdenes de la vida local. Dentro de ella proliferaban núcleos prósperos. Esos elementos libres de la opresión económica eran los intermediarios, los industrializadores o los comerciantes de la producción, y casualmente, todos ellos pertenecían a los capitalistas extranjeros, aunque sus directores, gerentes y abogados locales eran ciudadanos argentinos”.
Más adelante se preguntaba: “¿Para quién trabaja el pueblo argentino?” (1). Hoy esta pregunta es esencial, pero no aparece en los dispositivos narrativos del campo popular. La producción, el sistema productivo, debe ser abordada desde una perspectiva geopolítica, pero situando la condición de la Argentina. Insistimos, no hay posibilidad de libertad alguna mientras se sostenga el régimen de dependencia.
Efectivamente, la condición de despojo se trasluce en la dominación de la franquicia de explotación de recursos naturales y materiales. Esa es la premisa del mundo unipolar sostenido por Estados Unidos y sus aliados de la OTAN. La ocupación británica en Malvinas distingue estos condicionamientos: tener dominio sobre la plataforma marina y sus recursos, y prepararse para pegar el salto a la Antártida, donde se llevará adelante la guerra por la expropiación de minerales raros útiles para la infraestructura de la producción tecnológica.
No nos dejemos engañar, la democracia liberal y el sistema partidocrático han sido funcionales para limitar la discusión de lo nacional a la simplificación del relato. La condición de dependencia no fue alterada. En todo caso, lo que fueron cambiando en el proceso histórico fueron los alineamientos. De hecho, regionalmente preponderó el resguardo de los intereses sectoriales por encima de las necesidades continentales. Brasil fue un gran propiciador de esta desarticulación en la medida en que privilegió su posición dominante en el Sur Global.
“Vivimos una época de usurpadores, desde que los que gobiernan hacen en nombre y representación de los pueblos precisamente todo lo contrario de lo que los pueblos quieren”. La reflexión pertenece a Juan Domingo Perón y es de 1951. Sin embargo, se aplica perfectamente al presente.
En consonancia, afirmó: “Algunos pretenden que los hombres pueden ser libres en una colonia de dominio político o económico”. Más adelante, añade que “la humanidad conoce dos azotes que la han agobiado en su historia: el Imperialismo, que, al suprimir la libre determinación de los pueblos, la soberanía de las naciones y la independencia económica de los países, los priva de su Libertad Esencial; y las Dictaduras, que, al suprimir en parte la libertad individual, insectifican al hombre”.
La promesa liberal occidental de un mundo libre está sujeta a la propaganda que finge resultados positivos para el conjunto de la población. La realidad efectiva se impone. Por lo tanto, la síntesis argumentativa que despliega el régimen no comparece con la verdad. Un reciente informe del Banco Mundial pone en evidencia que las “virtudes” económicas y políticas de la gobernanza internacional no están dirigidas a mejorar las condiciones de vida de la mayoría de la población.
“Casi 700 millones de personas —el 8,5 % de la población mundial— viven hoy con menos de USD 2,15 al día, y se prevé que el 7,3 % de la población se encontrará en situación de pobreza extrema en 2030”, sostiene el documento sobre la pobreza, la prosperidad y el planeta.
Como si esto no bastara, el Banco Mundial añadió que “hoy, el 44 % de la población mundial subsiste con menos de USD 6,85 al día, nivel de la línea de pobreza de los países de ingreso mediano alto. El número de personas que vive por debajo de este umbral apenas se ha modificado desde 1990 debido al crecimiento demográfico”.
Para Our World in Data, “el 85 % de los seres humanos gana menos de 30 dólares al día, el umbral típico de los países ricos”. En el período que abarca entre 2009 y 2019, la riqueza global en términos de ingresos personales se incrementó a razón de 37 billones de dólares. Los que más se beneficiaron obtuvieron 8,7 billones de dólares, es decir, un 24 %. No obstante, los más pobres obtuvieron a penas el 0,07%, lo que equivale a 345 veces menos de lo que percibieron los ricos. (2)
Asimismo, el informe del Banco Mundial describe que “1.700 millones de personas —el 20 % de la población mundial— aún viven en economías de elevada desigualdad, concentradas principalmente en América Latina y el Caribe y en África subsahariana. Una desigualdad elevada refleja la falta de oportunidades de movilidad socioeconómica, lo que obstaculiza las perspectivas de crecimiento inclusivo y reducción de la pobreza”.
La crisis occidental no se refleja solamente en la pérdida del poder hegemónico del bloque atlantista sajón, sino también en relación con la producción efectiva de injusticia social. El liberalismo no va a mejorar las condiciones materiales de vida de los países de la periferia. Por el contrario, lo único que hará como sistema es reproducir las estructuras neocoloniales que sustentan el empobrecimiento material y espiritual de los pueblos.
¿Con los BRICS se abre una oportunidad para reconfigurar las estructuras vigentes? ¿Es posible que la multipolaridad sustente la producción global integrada sin desarticular el equilibrio al cual tienden las naciones que los integran? ¿Puede preservar esta integración, que se presenta como horizontal, preservar los intereses nacionales sin imponer condicionamientos materiales? En principio, no hay razón para inclinarse por respuestas negativas. Si los BRICS avanzan, bajo todo término, hacia la descolonización, la integración horizontal será posible.
La desesperación del eje occidental por mantener el status quo reafirma esta proyección positiva. Sobre todo cuando la OTAN, como brazo armado del régimen, pretende garantizar la preservación de la dominación no solo a través de presiones económicas, sino también bélicas. No hay manera de refutar el hecho de que el mundo está en pleno proceso de cambio y que en él se modifican las relaciones globales, incluso se pone en cuestión la propia globalización. La multipolaridad es una oportunidad para la supervivencia de la humanidad, por eso es una amenaza para los defensores del paradigma materialista.
Sin embargo, no podemos dejarnos arrastrar por un desbordado optimismo. La posición global de Argentina ha quedado debilitada. De manera hilarante, Milei decidió que Argentina resigne su autodeterminación y se rinda al imperio del capital internacional y sus franquicias políticas. Esto implica un severo riesgo para la población en su conjunto y, al mismo tiempo, imparte el caos de la disolución nacional.
Lejos de los BRICS, los argentinos seremos más pobres y nuestro sistema productivo quedará enraizado en el atraso y la subordinación. No porque en esta organización se ubiquen los “buenos”, sino porque esta estructura representa una oportunidad de articulación desde la condición de paridad sin perder autodeterminación. Esto quiere decir que la lucha popular ya no se limita a la reivindicación, sino que debe extenderse hacia la apropiación del contenido que configure un programa de liberación nacional.
(1)- Raúl Scalabrini Ortiz, Política Británica en el Río de la Plata. Ediciones Fabro, 2014.
(2)-Jag Bhalla, El capitalismo no erradica la pobreza, la profundiza. Articulo en https://jacobinlat.com/2024/10/el-capitalismo-no-erradica-la-pobreza-la-profundiza/
22/10/2024