Internacionales

Mali: Una quimera ucraniana en el desierto

*Por Guadi Calvo

Con la excusa de reivindicar la lucha del pueblo tuareg por reconfigurar su territorio, el norte de Mali, tras haberse roto, en enero pasado, el Acuerdo de Argel de 2015, firmado entre Bamako y los separatistas, ahora también ha sido invadido por agentes del gobierno de Kiev, que se han unido no solo al Movimiento de Coordinación de Azawad (CMA) y al Marco Estratégico Permanente para la Defensa del Pueblo de Azawad, sino también al Jamāʿat nuṣrat al-islām wal-muslimīn (Grupo de Apoyo al Islām y los musulmanes), la franquicia de al-Qaeda en el Sahel, que bajo diferentes nombres ha operado en la región desde 2012. (Ver: Sahel hacía la guerra total.)

A esta extraña entente, hay que agregarle, además de la inteligencia norteamericana, país que disputa militarmente con Rusia y comercialmente con China cada palmo del continente, la inteligencia francesa, regentes en gran parte del Sahel, hasta que fueron expulsados a partir de tres sucesivas revoluciones: Mali (2020-2021), Burkina Faso (2022) y Níger (2023).

Estos tres países, inicialmente con fines defensivos, han conformado en septiembre del año pasado la Alianza/Confederación de los Estados del Sahel (AES), nominando como presidente al presidente malí, al coronel Assimi Goïta.

Es en este contexto que las potencias centrales han comenzado a alentar a los khatibas fundamentalistas, activas por lo menos desde 2012, cuando, desde el norte de Malí, fueron irradiando hacia Burkina Faso, Níger y los países del golfo de Guinea.

Si bien este conflicto lleva ya muchos años, miles de muertos y millones de desplazados, se puede decir que, a partir de las operaciones terroristas que se extendieron entre el veintidós y el veintisiete de julio, la guerra por el Sahel ha tomado una mayor envergadura.

El primer día, un grupo armado formado por tuaregs y muyahidines ocupó la aldea de In-Afarak, de la que solo han podido robar combustible. Mientras tanto, una columna de unos veinte vehículos de las FAMa (Fuerzas Armadas de Mali), proveniente de la ciudad de Tinzaouatène, sufrió una emboscada por un número de insurgentes que superaba por mucho a la fuerza militar.

Al día siguiente, uno de los vehículos del ejército, que transitaba por el valle de Wadi Tamassahart y se dirigía hacia Boghessa, un pueblo de aproximadamente 3,500 habitantes de la región de Kidal, a unos doce kilómetros de la frontera de Argelia, pisó un artefacto explosivo improvisado (AEI), incidente en el que habrían muerto varios soldados.

El día veinticinco, otra columna de las FAMa, compuesta por unos noventa hombres, fue rodeada por cerca de mil irregulares, también en el área de Tinzaouatène, iniciando una batalla que fue interrumpida por una tormenta de arena, obligando al repliegue de ambos bandos. Los combates se reiniciaron al día siguiente, cuando los terroristas, por su superioridad numérica y amparados en la situación climática que impidió la operatividad de helicópteros y aviones, consiguieron penetrar el campamento y destruir varios vehículos blindados.

Mientras tanto, uno de los Mi-24 que alcanzó a operar fue atacado con baterías antiaéreas, y uno de los helicópteros debió realizar un aterrizaje forzoso en la ciudad de Kidal. Este despliegue de artillería antiaérea se explica por los “nuevos” socios que se han conseguido, tanto la insurgencia separatista de los tuaregs como los fundamentalistas de al-Qaeda.

El día veintisiete, cuando el ejército comenzaba a abandonar las áreas cercanas a Tinzaouatène, en una emboscada coordinada entre las CMD y los muyahidines de al-Qaeda, se cortó el repliegue de las FAMa, que marchaba junto a hombres del África Corps, como se conoce ahora al antiguo Grupo Wagner.

En este choque se produjeron la mayor cantidad de bajas a lo largo de toda la ofensiva, unos noventa por el lado de los regulares, entre los que se cuenta el comandante Sergei Shevchenko, mientras que un número mucho menor entre la insurgencia. Entre estos muertos, algunas imágenes muestran varios cuerpos de hombres blancos, presumiblemente ucranianos.

Los atacantes operaron con gran disponibilidad de recursos: artillería pesada, armamento de última generación, drones, aunque tampoco faltaron atacantes sahib (mártires/suicidas). Algunas versiones señalan que la mayoría de los muertos serían migrantes de Níger, Chad y Sudán que trabajaban de manera furtiva en minas de oro de esas zonas.

Diferentes fuentes señalan el reverdecer del movimiento tuareg a partir de su extraña alianza con al-Qaeda, ya que nunca habían sido afines. Por lo tanto, tendrían mucho que ver las inteligencias estadounidenses, francesa e incluso la británica, que han comenzado a operar fuertemente contra los gobiernos de la Confederación saheliana, intentando no solo evitar que se afianzen, sino impedir que los acercamientos comerciales con Moscú, Beijing y Teherán se profundicen. Al tiempo de enviar un mensaje a otras naciones del continente que pretendan integrarse a la AES, vaciando de socios a la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO), la gran llave de penetración y control político de Francia y Estados Unidos en esa área.

Matando rusos en cualquier parte

La prensa ucraniana le ha adjudicado el éxito de las operaciones en el norte de Mali, por parte de la insurgencia terrorista, a los mercenarios enviados por Kiev. Esa información incluso fue avalada por el vocero de la inteligencia de ese país, Andriy Yusov.

Según Yusov, los terroristas habrían recibido la información que les permitió emboscar con éxito a los “criminales de guerra rusos”, agregando que “habrá más por venir”. A pesar de que no existe información al respecto, el vocero también adjudicó a la inteligencia y las fuerzas especiales ucranianas éxitos similares en Sudán y Siria, como parte de un plan de Kiev para hostigar a todas las fuerzas rusas que operen fuera de su país y a las que podrían ser trasladadas en algún momento a Ucrania. Además, se busca dificultar el ingreso de los activos saqueados por Rusia en esas naciones para posteriormente volcarlos en su guerra contra la OTAN en Ucrania.

Según Kiev, en estos dos últimos años, Moscú habría “robado” 2,500 millones de dólares en oro de los países en que opera con sus propias fuerzas o el Grupo Wagner (Sudán, República Centroafricana, Mali, Burkina Faso, Níger, Siria y quizás algún otro) para invertirlo en la guerra en Ucrania.

En la campaña mediática con la que Zelensky aspira a ganar una guerra que, militarmente, ha perdido desde el comienzo, a pesar de que las mayores potencias occidentales, a riesgo de hacer zozobrar sus propias economías, están detrás, en junio pasado se difundieron imágenes en que se observaban hombres de las fuerzas especiales ucranianas luchando junto a rebeldes sirios contra hombres del Wagner. Más tarde, en febrero, en otro video se veían a militares ucranianos interrogando a prisioneros rusos, aparentemente del Grupo Wagner, que admitían haber estado en la guerra civil de Sudán.

Para demostrar la aparente victoria de los mercenarios ucranianos, que sin ninguna duda Washington está colando en África, se han mostrado fotos junto a los tuaregs y los terroristas wahabitas que emboscaron a las FAMa y a los hombres del África Corps en las cercanías de Tinzaouatène.

El aparente éxito de las operaciones ucranianas fuera de sus territorios hizo que el jefe de la Dirección Principal de Inteligencia, Teniente General Kyrylo Budanov, anunciara que seguirán matando rusos en cualquier parte del mundo hasta la victoria completa de Ucrania. Sin embargo, en la mañana del viernes dos de agosto, la lluvia de drones rusos que cayó sobre Kiev parece alejar todavía más a Budanov de sus deseos.

 

 

 

*Escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.

 

 

 

 

2/8/2024

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