Internacionales

Apunten contra Bangladesh

*Por Guadi Calvo

La estratégica posición de Bangladesh, entre India y Birmania, al norte de la Bahía de Bengala, muy cerca de Bután y Nepal, en un área de fuerte influencia china, se ha convertido, a medida que aumentan las tensiones entre Washington y Beijing, en un objetivo clave del Pentágono. Por lo que ahora, cuando desde la pandemia su economía se ha resentido, con un fuerte incremento en la inflación y unas tasas de desocupación, que atacan particularmente a los jóvenes, Estados Unidos encuentra los flancos por donde atacar al gobierno de la primera ministra, Shekian Hasina, y sus políticas independientes.

Hace unas pocas semanas, Hasina denunció las presiones que “un hombre blanco” ha ejercido para que el país permita la construcción de una base aérea en una isla de su litoral (ve: Golfo de Bengala: en nombre de Cristo).

Es en este contexto que el país asiático, desde fines de junio, resiste una marea de protestas, que ya han dejado 170 muertos, miles de heridos y unos 2500 detenidos, lo que ha generado un estado de conmoción interna que desde hace décadas no se conocía. El comienzo de estas manifestaciones, que desde Dhaka, la capital bangladesí de unos 36 millones de habitantes, se extendieron a otras ciudades del interior, como Bogura, Chattogram y Rangpur, pivotó tras la decisión judicial que ordenó restablecer el cupo del treinta por ciento reservado para el ingreso a puestos de la administración pública a veteranos y descendientes de combatientes que habían participado de la Guerra de Liberación (Mukti Judhho) entre marzo y diciembre de 1971.

Dicho conflicto dio paso al nacimiento de Bangladesh, la antigua Pakistán Oriental, que se enfrentó a Pakistán Occidental, apoyado por grupos locales formados por bengalíes y biharíes y milicias religiosas radicales como al-Badr y al-Sham, conocidos como razakars (colaboradores). La guerra dejó entre 300 mil y tres millones de muertos, miles de desaparecidos, hambrunas, torturas, violaciones masivas y la devastación de viviendas e infraestructura, con que los militares de Islamabad pretendían, por medio de ataques aéreos y artillería pesada contra poblaciones civiles, desmoralizar a los rebeldes.

A este beneficio para las familias de los combatientes se le suman los cupos especiales para discapacitados, minorías étnicas y personas transgénero, por lo que para la población en general solo queda un cincuenta por ciento de los puestos. Si bien el mismo gobierno de la señora Hasina, en 2018, había reducido la cuota para veteranos a un cinco por ciento, fue por disposición del Tribunal Supremo del pasado cinco de junio que se debió retrotraer aquella disposición del gobierno y volver a la situación anterior a 2018.

A partir de los últimos disturbios, se conoció que la justicia estaría dispuesta a retirar sus medidas, pero para los líderes de las manifestaciones, la medida ya no alcanzaría y pretenden no solo la investigación y castigo a las fuerzas policiales y paramilitares (guardias rurales) que han participado en la brutal represión, sino que además exigen la dimisión del gobierno de la señora Hasina.

Una medida de difícil concreción, ya que la primera ministra, junto a su partido, el más grande de Bangladesh, la Awami Muslim League (Liga Musulmana Awami), de marcado sesgo de izquierda, acaba de imponerse a principios de año, por quinta vez consecutiva, desde 2009 en una elección marcada por la abstención y la fuerte influencia de los Estados Unidos, que operó abiertamente contra el partido oficialista.

La Liga Awami es una organización fuertemente arraigada al establishment político de la nación asiática, con una importantísima base popular, una gran experiencia y una representatividad que nunca fue discutida. Creada por Sheikh Mujibur Rahman, considerado el fundador del Bangladesh moderno y padre de Sheikn Hasina.

Las protestas, que se habían iniciado en los campus universitarios de Dhaka, obligaron al gobierno al cierre total de todas las casas de estudio hasta nuevo aviso. Además, se estableció un cierre total de acceso a internet y se ordenó el toque de queda. Al tiempo que se disponía que las fuerzas policiales utilizaran, además del armamento convencional para la represión de este tipo de protestas: balas de goma, carros hidrantes, gas pimienta e incluso bombas aturdidoras, armamento letal, fusiles y pistolas con balas convencionales. Ya que la represión no había conseguido disuadir a los movimientos de estudiantes universitarios, que siguen motorizaron las protestas.

Las fuerzas de seguridad se han visto en varias oportunidades rebasadas por los manifestantes, al punto de que el jueves dieciocho, unos sesenta policías que habían quedado cercados en el tejado de uno de los edificios del campus de la Universidad Canadiense, debieron ser rescatados con helicópteros.

Incluso estos grupos “estudiantiles”, el pasado viernes diecinueve, asaltaron la prisión de Narsingdi, en un barrio al norte de la capital, liberando a centenares de reclusos, para después saquear e incendiar el edificio. El día anterior, una de las tantas turbas que recorren la capital del país irrumpió en el edificio de la sede de la emisora estatal BTV, al que saquearon e incendiaron, sacando a la señal del aire.

El gobierno entiende que, detrás de los manifestantes, alentados por la situación económica, están actuando operadores internos como el Partido Nacionalista de Bangladesh (BNP) y el Jamaat-e-Islami de Bangladesh (Asamblea Islámica de Bangladesh), el principal partido integrista del país, y también estarían involucrados agentes de inteligencia extranjeros. Por ello, el gobierno sopesa utilizar al ejército para restablecer el orden y cortar de raíz las manifestaciones.

Según diversos analistas, los movimientos contra el gobierno están liderados por sectores penetrados por el Departamento de Estado norteamericano, atento a las políticas de multipolaridad a las que adhiere Bangladesh, quien a lo largo de este último año no solo se negó a ceder la isla en el Golfo de Bengala, en la que Estados Unidos pretendía establecer una base militar, como ya lo denunció en mayo la señora Hasina, sino que además ha permitido la construcción, por parte de China, de un puerto en la ciudad de Yantai, lo que permitirá a Beijing contar con un puerto más en la disputada cuenca del Pacífico, donde además opera el de Kyauk-phyu en Birmania.

No es casual que las protestas hayan comenzado mientras la primera ministra se encontraba de visita oficial en Beijing, casi en paralelo con la visita del primer ministro indio, Narendra Modi, a Moscú, ampliamente cubierta por los medios, en los que se vio a Modi y al presidente de la Federación de Rusia, Vladímir Putin, casi exultantes por el encuentro. Esto, sin duda, ha sido una muy mala noticia para el Departamento de Estado, que necesita afianzarse en el área del Golfo de Bengala, dominado por India, Bangladesh y Birmania, en el que China, en poco tiempo más, contará con estos dos puertos.

La venganza de los Razakars

El lunes por la noche, las protestas se tornaron violentas cuando miembros fuertemente armados de la Liga Chhatra de Bangladesh (BCL), el ala estudiantil del partido, la Liga Awami, atacaron a los grupos que participaban en las protestas, comenzando una trifulca que, por ahora, se ha saldado con heridos de ambos lados por el uso de machetes, varas de bambú y palos de hockey.

Existe una posibilidad muy concreta de que los próximos choques entre los bandos rivales se produzcan con armas de fuego, lo que podría precipitar una masacre, dando comienzo a un conflicto que podría derivar en una guerra civil. La grave situación llevó a la primera ministra, Hasina, a referirse a los manifestantes como razakars (voluntario en urdu y farsi), término considerado uno de los peores insultos en el país, ya que así se conocía a los colaboracionistas con el enemigo durante la guerra de 1971.

En esa declaración, Hasina se preguntó: “¿Por qué hay tanto resentimiento contra Mukti Juddho (combatientes)? ¿Acaso los hijos y nietos de los luchadores por la libertad no tienen talento? ¿Solo los hijos y nietos de los razakars tienen talento?” La acusación enervó todavía más a la oposición, que acusó a Hasina de autoritaria.

En previsión de que las manifestaciones continúen, el gobierno ha dispuesto serias medidas de seguridad como la prohibición de reuniones públicas en Dhaka, restricciones al acceso a internet, redes sociales y mensajería en todo el país. Las fuerzas de seguridad han establecido el toque de queda a nivel nacional, con autorización a disparar a quien viole dicha restricción.

Se mantendrán los controles de seguridad y la restricción al tránsito en cercanías de edificios oficiales y en los puntos de entrada de las principales ciudades, así como aeropuertos, puertos, estaciones de tren, metros y terminales de buses. Se prestará especial atención a los movimientos de células terroristas dormidas que han operado en el país, tras saberse que entre los evadidos de la prisión de Narsingdi el pasado día veinte, figuran nueve militantes de las khatibas locales Ansarullah Bangla Team (ABT) y Jamaat-ul-Mujahideen Bangladesh (JMB).

Se estima que las normas de seguridad se extenderán, por lo menos, hasta fin de mes, a pesar de los serios inconvenientes para el tráfico de mercancías desde y hacia Dhaka. Nuevamente, como en la Guerra de Liberación, intereses extranjeros y agentes locales han apuntado contra Bangladesh. Ahora solo queda esperar a que disparen.

 

 

 

 

 

23/7/2024

Subir