*Por Guadi Calvo
Mientras la crisis humanitaria de Sudán se agrava a la velocidad de los misiles que ambos bandos derrochan por encima de las necesidades de millones de almas, que transitan perdidas por los caminos del país o se amontonan en los campos de refugiados, las costosísimas organizaciones internacionales, como Naciones Unidas, la Unión Africana, la Unión Europea y un largo y burocrático etcétera, siguen convertidas en meras narradoras de los hechos.
Reunidos desde el pasado jueves en Ginebra (Suiza), después de haber fracasado rotundamente la mesa de Jeddah (Arabia Saudita), establecida días después del comienzo de la guerra, sin que nunca se haya logrado ningún avance, un mero cambio de escenario tampoco da para ilusionarse.
Este tiempo de acciones que parecen limitarse a tomar el té, conversar de bueyes perdidos y lamentarse de cómo los sudaneses se siguen matando, sin una fuerte resolución política que implemente alguna medida concreta para detener esta guerra que, desde hace quince meses, consume el país, nada se va a conseguir.
Según varios estudios, se espera, de no cambiar la situación, para el próximo septiembre, la muerte de dos millones y medio de personas por hambre, lo que convertirá la actual situación en la peor hambruna global de los últimos cuarenta años. Lo que se conoce como “hambre aguda” ha aumentado de 17.700 millones a 25.600 millones, solo en lo que va de 2024.
El ejemplo más concreto de esta situación se produce en la ciudad de al-Fasher, capital de Darfur del Norte, donde aproximadamente unas 800 mil personas han quedado prisioneras del fuego cruzado de las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR), que, desde hace por lo menos tres meses, intentan arrebatar el control de la ciudad a las exhaustas compañías de las Fuerzas Armadas de Sudán (FAS) del general Abdel Fattah al Burhan, que resisten para evitar la toma total de toda la región de Darfur, el enclave más preciado por los paramilitares liderados por el seudogeneral Mohamed Hamdan Dagalo, mejor conocido por el diminutivo de su nombre, Hemetti. Un antiguo criador de camellos, que la explotación y tráfico ilegal de oro lo convirtió en el hombre más rico del país, con lo que puede financiar la compra de armamento, la paga de sus soldados, financiar campañas mediáticas e incluso pagar el apoyo de grupos de presión y periodísticos extranjeros.
La explotación irracional de los yacimientos de oro en el país, incluso desde mucho antes del estallido de la guerra, en abril de 2023, ha provocado una grave situación de salud para los mineros y las poblaciones cercanas a estos emprendimientos. El uso excesivo e indiscriminado de mercurio, cianuro y tiourea expone a millones de personas a un alto riesgo de salud y a la contaminación del terreno. La caída de al-Fasher podría precipitar una partición de Sudán al estilo de Libia, dejando el oeste del país a FAR y el norte y este en poder de la FAS.
Sin víveres, agua ni asistencia médica, al-Fasher se aproxima a un colapso que solo será el preámbulo para la matanza demorada de los milicianos de la FAR, árabes musulmanes, contra la población local, negra, en su mayoría cristiana y animista. Respecto a las carencias de todo tipo de insumos y el cada vez más próximo colapso de este frente, además de lo visto en Darfur, lo mismo sucede en los Estados de Kordofán y Jartum, donde se localiza el principal núcleo urbano del país: Jartum (la capital federal) y la ciudad de Omdurmán, apenas separada por el Nilo, que, junto a sus periferias, reunían hasta el inicio de la guerra unos siete millones de habitantes. Además, el Estado de al-Jazirah, el mayor productor de granos del país, cuyas cosechas se han visto gravemente afectadas, después de que a finales del año pasado se asentaran en la zona.
Esto ha profundizado directamente la crisis alimentaria que afecta prácticamente a todo Sudán. Para los sudaneses que han logrado escapar fuera del país y se amontonan en campamentos de Chad, Etiopía, Egipto o Sudán del Sur, la situación no es para nada mejor, no solo en lo referente a su alimentación o atención médica, sino respecto a su seguridad.
Por ejemplo, en la región de Kumer, en el noreste de Etiopía, donde en diversos campamentos se localizan miles de refugiados sudaneses, se han producido enfrentamientos armados entre la Policía Federal Etíope y una banda armada, que, si bien no ha sido identificada, se sospecha que podría ser miembros de las FAR llegados al país vecino para desestabilizar las regiones cercanas a la frontera. En los enfrentamientos, nueve policías fueron asesinados por el grupo incursor, mientras que un grupo no detallado de civiles habría resultado herido.
Se estima que solo en esa área se han establecido entre ocho y diez mil sudaneses, escondidos en el área boscosa de Awlala (Etiopía), quienes viven en condiciones extremas, que en los últimos meses han llevado a la muerte de unos cincuenta niños, según informa el Comité Sudanés de Refugiados de la región de Amhara, noroeste de Etiopía. A consecuencia de dicho ataque, Addis Abeba ordenó la retirada de los policías, lo que deja a los refugiados sin protección alguna, por lo que se prevé que bandas armadas llegadas desde Sudán y de la propia región de Amhara comiencen a depredar los campamentos, saqueando, secuestrando a sus habitantes, además de convertir la violación masiva de mujeres en un instrumento más de guerra.
Según informes del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), ya se había trasladado a unos 2.600 refugiados desde las proximidades del paso fronterizo de Kurmuk a un campamento del área de Aura, cerca de la ciudad de Assosa, la capital de la región de Benishangul-Gumuz en el oeste etíope. Se estima que en los próximos meses se podrá reubicar a otros doce mil refugiados más en un nuevo campamento.
Chad el desborde incontenible
El gobierno chadiano ha advertido a la comunidad internacional sobre la crítica situación que están viviendo más de dos millones de personas, no solo los refugiados sudaneses llegados a su territorio y establecidos principalmente en los campamentos de la región de Ouaddaï, cercanos a la ciudad de Adré, sino también muchos ciudadanos chadianos a causa de la guerra y la crisis climática que asola Chad, una de las naciones más pobres del mundo. Esta situación se agravó en el último año tras sufrir inéditas inundaciones y sequías, lo que empeora durante la “temporada de escasez”, entre los periodos de cosechas, que ocurre anualmente entre los meses de junio y agosto.
Debido a esta situación, el Ministro de Salud Pública de Chad, Abdelmadjid Abderahim, solicitó a sus socios internacionales, en declaraciones a la televisión estatal el pasado lunes, que asistan a su país. La endémica pobreza se agrava por la inseguridad alimentaria y la crisis humanitaria sin precedentes, exacerbada por el constante desborde hacia las regiones orientales de refugiados ocasionado por las guerras civiles sudanesa y centroafricana, además de los procedentes de Nigeria en áreas adyacentes al Lago Chad, al occidente del país.
Según Abderahim, Chad ya acoge cerca de ochocientos mil desplazados llegados de Sudán, cifra que aumenta prácticamente hora a hora. Se estima que, empujados por las operaciones de las Fuerzas de Apoyo Rápido, que se afianzan en Darfur, el estado sudanés fronterizo con Chad, llegan a este país entre quinientas y setecientas personas por día.
En esta nación saheliana también se localizan decenas de miles de refugiados llegados desde la República Centroafricana, que desde 2013 sufre una guerra civil intermitente entre las tropas del Gobierno Central y la coalición musulmana conocida como Seleka (Alianza), que tomó el poder por un golpe en 2013. Desde entonces, se encuentra en guerra con las persistentes milicias del grupo anti-balaka (anti-machete), conformado por milicianos cristianos animistas.
Hacia el sector oeste del país, en el área del Lago, también se registra la presencia de miles de desplazados nigerianos provenientes de las acciones del grupo integrista Boko Haram y sus desprendimientos, que se enfrentan con el ejército nacional. Para ellos también se requiere urgentemente asistencia humanitaria.
Los países fronterizos con Sudán —Chad, Etiopía, Sudán del Sur—, exceptuando a Libia por su situación interna; Egipto, que ha tomado fuertes medidas para evitar la llegada de refugiados; y la República Centroafricana, por su propia guerra civil, reciben a diario a miles de sudaneses que escapan de su país, cansados de peregrinar en el suyo, como almas perdidas.
*Escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.
19/7/2024