*Por Guadi Calvo
Mientras un cada vez más atribulado y perdido, Joe Biden, en vista de la campaña electoral que, en pésimas condiciones de salud, debe enfrentar a su contendor Donald Trump, que, como siempre, se siente en su mejor momento, y cada vez más convencido de que ya la tiene ganada; Biden titubea, entre salirse o terminar de entrar a la guerra de Ucrania.
La misma guerra que, ya Trump anunció, iba a terminar apenas tenga los resultados de las elecciones del cuatro de noviembre, e incluso antes de asumir oficialmente el cargo el veinte de enero del 2025. Como ya lo había dicho en su anterior periodo electoral, Trump se saldrá de la OTAN, por lo que Europa y Zelensky tendrán que arreglarse con lo suyo, que es demasiado poco para enfrentar a una Rusia cada vez más cansada de la guerra y enfurecida por los recientes ataques a Sebastopol.
Según el Ministro de Relaciones Exteriores ruso, Sergei Lavrov, en la guerra Proxy, Estados Unidos, que lleva contra Moscú, por intermedio de Ucrania y la OTAN, Washington estuvo implicado abiertamente en los ataques del pasado domingo al puerto de Sebastopol, base de la Flota rusa del Mar Negro, en la península de Crimea, que se saldó con la muerte de cuatro civiles e hirió a otros 150, después de lanzar cinco misiles ATACMS (Army Tactical Missile System).
Mientras esto sucedía a más de mil quinientos kilómetros de distancia, la misma guerra y los mismos enemigos asesinaban a una veintena de personas y herían a otros veinticinco, en dos ataques terroristas que se perpetraron contra dos iglesias ortodoxas rusas, una sinagoga y un puesto de policía, el pasado domingo 23, en Majachkalá, capital de la república rusa de Daguestán, y en la ciudad de Derbent, a unos mil ochocientos kilómetros al sur de Moscú, sobre el mar Caspio, en la siempre inestable región del Cáucaso norte.
Los terroristas, de origen musulmán, habrían esperado el día de Pentecostés, especulando con que, dada la celebración, hubiera más fieles durante el ritual. Los atacantes a la iglesia de la capital habían llegado en varios vehículos hasta las proximidades del edificio y rápidamente abrieron fuego desde la calle. Al verse interceptados por la policía, que llegó de inmediato, comenzó un importante tiroteo que provocó la totalidad de los muertos producidos el domingo.
Mientras que en Derbent, a unos 130 kilómetros al sur de Majachkalá, los ataques se ejecutaron contra una iglesia ortodoxa y una sinagoga, que además cuenta con un hogar de ancianos. Estos dos últimos edificios fueron parcialmente incendiados, sin que hasta ahora se hayan conocido las consecuencias acerca de muertos o heridos.
Entre los muertos de Majachkalá aparecen quince policías, varios civiles, entre ellos un sacerdote y cinco terroristas, tres de ellos hijos del jefe comunal de Sergokali, una localidad cercana a Majachkalá, quien ya fue detenido.
De los heridos, se conoció que al menos cuatro eran policías, los que fueron emboscados cuando el vehículo en el que se dirigían hacia Derbent desde Sergokali fue atacado por desconocidos, sin que todavía se pudiera precisar si pertenecían al grupo original o simplemente fueron espontáneos que actuaron por la libre al conocerse la noticia de los ataques.
Tras los ataques del domingo, se activó el protocolo antiterrorista, por lo que todos los accesos a Majachkalá y a Derbent fueron cerrados por la policía para impedir que los comandos y sus grupos de apoyo puedan escapar.
En este punto, es importante contextualizar que Daguestán (país de las montañas) es la república más grande del norte del Cáucaso, por donde pasa un oleoducto proveniente de las explotaciones petroleras del Mar Caspio. Con una población cercana a los 2.5 millones, lo que la hace la más poblada de la región, cuenta con una mayoría musulmana del 96 por ciento, lo que ha generado constantes tensiones con Moscú desde la disolución de la Unión Soviética. Especialmente durante las dos guerras de Chechenia, país del que Daguestán es vecino, la primera, desde 1992 a 1994 y la segunda, de 1999 a 2009. A un costo total aproximado de entre 300 y 500 mil muertos, más de un millón de desplazados y cientos de miles de heridos.
En 1999, la llamada Brigada Internacional Islámica, desde Chechenia, invadió Daguestán con el intento de arrebatársela a una muy exhausta Rusia, que finalmente el nuevo primer ministro, Vladímir Putin, logró mantener bajo su control, obligando a los muyahidines a retornar a Chechenia.
Además, Daguestán se encuentra muy próxima a otros dos grandes focos de tensión: Georgia y Azerbaiyán. Por lo que ha vivido con intensidad las guerras separatistas que se dieron en los años noventa y principios de este siglo, alentadas por núcleos insurgentes nacionalistas-religiosos, que surgieron después de la retirada soviética de Afganistán, financiados por Arabia Saudita y los Estados Unidos.
En 2007 se crearía el Emirato Islámico del Cáucaso, que libró una guerra contra Rusia, llegando a realizar atentados en la propia capital rusa, como el ataque al metro de Moscú en 2010, que dejó cerca de cincuenta muertos y más de cien heridos.
Daguestán ha sido escenario de una serie de ataques sangrientos en el contexto de la guerra chechena, como cuando una bomba estalló durante el desfile por el Día de la Victoria de la Segunda Guerra Mundial en 2002, donde murieron 34 personas, entre ellos doce niños, y resultaron más de 150 heridos. A este contexto, habrá que sumar cientos de secuestros y asesinatos, como el del ministro del Interior de Daguestán, Adilgueréi Magomedtaguírov, en junio de 2009, un año particularmente sangriento. En mayo de 2012, un doble atentado con coches bomba contra un puesto policial dejó quince muertos y más de 120 heridos en la ciudad de Majachkalá.
Ataques del fundamentalismo islámico, como los del pasado domingo, no se daban en la región desde febrero de 2018, cuando un hombre disparó una escopeta de caza contra los feligreses que salían de una iglesia de la ciudad de Kizliar, tras celebrar la fiesta de Máslenitsa, previa al gran ayuno ortodoxo, asesinando a cinco mujeres. El atacante murió tras enfrentarse con un policía y un miembro de la Guardia Nacional. Si bien ese ataque fue reivindicado por Daesh, no existen pruebas contundentes de que el agresor perteneciera a dicha organización.
En este contexto, a tres meses del ataque a la sala de espectáculos de Crocus, en cercanías de Moscú, tampoco ha quedado claro que, como se publicitó en su momento, esa operación haya sido ejecutada por el Daesh Khorasan. Sigue siendo muy probable que el atentado haya sido planeado por la Dirección Principal de Inteligencia del Ministerio de Defensa de Ucrania (GRU), asistida por la CIA. (Ver: Rusia: El Laberinto de Crocus).
Se especula que los servicios de inteligencia rusos, distraídos en la guerra que libra contra la OTAN en territorio ucraniano, se han visto sobrepasados, por lo que se pudieron producir ambos fallos.
Un suceso vinculado con el terrorismo, que intenta reinstalarse en Rusia mientras el frente ucraniano sigue activo, se produjo en una prisión de la región de Rostov del Don, al sur de Rusia, próxima a la frontera con Ucrania, el pasado domingo 16, cuando seis condenados por terrorismo tomaron de rehenes a dos guardias de la cárcel. Los agentes de seguridad liberaron rápidamente a los retenidos, al tiempo que seis presos murieron durante la operación de rescate.
Daguestán, el año pasado, vivió otro momento de gravedad, en este caso vinculado al genocidio que el régimen sionista de Tel Aviv perpetra en Gaza, cuando un importante grupo de personas invadió el aeropuerto de Majachkalá en busca de judíos que retornaban tras el comienzo del genocidio en Gaza, para ejecutarlos. Esto se frustró por la intervención de las fuerzas de seguridad.
Muyahidines de Zelensky
A casi un día de los ataques a Daguestán, políticos y funcionarios rusos coinciden en responsabilizar de los hechos a la OTAN y a los servicios de inteligencia de Ucrania, y otros afines, que como en los ataques a Crocus, se contactaron con fundamentalistas locales que aspiran a repetir las experiencias de 2007 y 2009. Según se observa en algunas filmaciones, los atacantes no eran improvisados y contaban con entrenamiento en el manejo de armas y tácticas de combate.
Es materialmente imposible para cualquier nación, y mucho menos en el contexto en que se encuentra Rusia, con la crisis de Ucrania, monitorear los contactos subterráneos de los miles de musulmanes radicalizados, dispuestos a inmolarse por Allah, o por algunos miles de dólares. Por lo que el Servicio Federal de Seguridad (FSB) deberá hacer un minucioso sondeo para evitar que esto vuelva a suceder.
Respecto a los ataques de Sebastopol, Washington había autorizado a Kiev, a fines de mayo, a usar los ATACMS para atacar objetivos militares en la zona fronteriza rusa, en proximidades de la región nororiental de Járkov, lo que tenía por fuera el objetivo del domingo. Por lo que habrá que indagar profundo para conocer si fue una jugada unilateral de Zelensky, o un arreglo bajo cuerda con Washington. No importa que esto habilita a Rusia a devolver golpe por golpe, en una guerra que se le plantea a Rusia en varios frentes, lo que convertirá a Moscú en un enemigo mucho más peligroso a partir de ahora, mientras Trump se refriega las manos.
*Escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.
24/6/2024