Internacionales

Somalia a solas con el terror

*Por Guadi Calvo

Según lo que había anunciado el presidente de Somalia, Hassan Sheikh Mohammed, en 2022, que el ejército de su país se encontraba preparado para resistir las operaciones del grupo terrorista al-Shabaab, la franquicia de al-Qaeda para el Cuerno de África, una vez que la Misión de Transición de la Unión Africana (ATMI) terminara su repliegue después de diecisiete años. Pensado que su plan, con el título de: “Guerra total al terrorismo”, le daría, en solo cinco meses, la victoria definitiva. Aunque sí es cierto que en 2022 el gobierno federal somalí había logrado más avances en la lucha contra el terrorismo que en los cinco años anteriores.

A medida que la fecha límite para la retirada se acerca, estipulada para finales de este año, Mogadishu ha comenzado a presionar a la Unión Africana (UA) para que los últimos catorce mil efectivos que todavía quedan de esa misión prolonguen su estadía hasta por lo menos abril del año próximo. La ATMI, que ha llegado a contar en Somalia con una fuerza cercana a los 25 mil cascos azules, desde 2017 ha ido reduciendo su personal hasta la cifra actual, esperando que para finales de septiembre alcanzaran los diez mil.

Más allá de esta realidad, lo cierto es que al-Shabaab no solo está muy lejos de ser derrotado, sino que continúa siendo una de las khatibas más letales de África, solo comparable a sus hermanos del Jama’at Nasr al-Islām wal Muslimin o JNIM (Grupo de apoyo para el Islām y los musulmanes) que operan en un vasto sector del Sahel, habiendo permeado a países del litoral del Golfo de Guinea. Incluso ahora se acaba de conocer que, provenientes de Benín, acaban de cruzar la frontera noroeste de Nigeria.

Toda una novedad, ya que el JNIM, tributario de al-Qaeda, de pretender instalarse en esa región, no solo deberá enfrentarse al ejército nigeriano, sino a otros dos grupos que responden al Daesh global, el mítico Boko Haram y la Wilāyat Garb Ifrīqīyā (Provincia del Estado Islámico del África Occidental, ISWAP), también conocido como Daesh-Wap. Abriendo un nuevo foco de conflicto en la cada vez más inestable realidad africana.

Referido a la cuestión somalí, los expertos concluyen que, de concretarse la retirada total de la ATMI, rápidamente los costosos avances logrados en todos estos años por el Ejército Nacional Somalí (ENS), las unidades de élite como la Brigada Danab de Somalia o los comandos policiales Gorgor entrenados por Turquía, con el apoyo de los cascos azules africanos, se puedan diluir rápidamente.

Más allá de que sea cierto que el ejército somalí, técnicamente, supera a la organización terrorista en cantidad de efectivos, unos veinte mil, por ahora, ya que el gobierno ha dispuesto una importante campaña de reclutamiento con la que aspira a alcanzar los treinta mil hombres, frente a los pocos más de cinco mil milicianos de al-Shabbab.

Además, el ENS se encuentra mucho mejor armado gracias a las contribuciones de países como Estados Unidos, Turquía, las naciones de la UA y, particularmente, sus vecinos, fundamentalmente Kenia, Djibouti y, hasta hace pocos meses, Etiopía, con quien Mogadishu entró en colisión tras el memorándum de entendimiento que Addis Abeba firmó con Somalilandia, la región semiautónoma somalí que aspira a su independencia desde hace décadas. (Ver: El Cuerno de África se abisma hacia el desastre).

En un enfrentamiento abierto con la guerrilla wahabita, esas supuestas ventajas del ejército se reducirían notablemente ante la cohesión y el espíritu de cuerpo de los terroristas, que han sabido resistir durante años al bloque ENS-ATMI. También, a los intensos bombardeos norteamericanos y a las operaciones de la CIA, que, a pesar de haber llegado a contar con varios pelotones de agentes en el terreno, aparentemente no habrían logrado penetrar su estructura. Como es sabido, en muchas oportunidades, según las necesidades políticas de Washington, pueden llegar a jugar, en el mismo momento, para los dos bandos.

Otro factor clave para que los terroristas alcancen cierta paridad es la agilidad de sus movimientos territoriales, habiendo, en muchas oportunidades, atacado, con pocas horas de diferencia, en lugares a cientos de kilómetros de distancia uno del otro, prácticamente con los mismos hombres. Al-Shabaab ha conseguido suplir sus pérdidas, que en algunos casos han sido de cientos de combatientes en un solo bombardeo o alguna operación militar, gracias a la mística que la organización tiene para muchos jóvenes. Aunque también, en muchas ocasiones, al igual que el ejército, ha apelado al reclutamiento forzoso.

Causa de ese tipo de acciones fue que los miembros de la milicia Macawiisley, perteneciente al clan Hawiye, cansados de sufrir exacciones, apropiación de bienes, vehículos, armas, comida y reclutamiento forzoso, lanzaron una dura campaña de resistencia en las regiones de Galgaduud e Hiraan, en el centro del país. La que el gobierno federal asistió con armas y municiones, extendiendo ese mismo ofrecimiento a otros clanes también perturbados por la presencia de al-Shabaab.

Otro elemento a tener en cuenta en la lista negativa del ejército son sus fracturas internas, esencialmente basadas en dos razones principales. Los políticos del establishment, que se han sucedido en el mando del país, han disputado con los altos mandos del ejército la dirección de la guerra, utilizando diferentes doctrinas, técnicas y equipos y permitiendo mayor influencia o no de sus aliados. Además, nunca ningún gobierno central ha logrado unificar detrás de sí a los dieciocho gobiernos provinciales del país, que tienen frente a al-Shabaab distintas posiciones. Mientras que los terroristas están absolutamente cohesionados.

Un nuevo jugador

En el complejo espectro somalí, donde juegan diferentes fuerzas, más allá del gobierno y al-Shabbab, como los clanes étnicos, los gobiernos provinciales, los ejércitos y las inteligencias extranjeras, junto a las milicias de autodefensa, que por momentos no parece muy claro a quién enfrentan, se acaba de agregar con mucha más fuerza la milicia del Daesh. Que si bien tenía cierta presencia en el norte del país, siempre había sido muy reducida.

Recientemente, los Estados Unidos ha dejado ver su preocupación por el incremento de las operaciones del Daesh-Somalia, como se conoce a la filial para el Cuerno de África, que, según fuentes norteamericanas, ha dejado de ser un engranaje más de la organización a nivel mundial, habiendo conseguido un lugar importante, en parte gracias a la presencia de sus combatientes en Yemen.

Al punto de que existen versiones que Abu Hafs al-Hashemi al-Qurashi, el quinto califa desde la fundación Daesh, el cuatro de julio de 2014, habría abandonado su refugio ubicado en algún lugar de la frontera entre Siria o Irak, para pasar a Yemen, desde donde se dirigió a la región Puntlandia, el otro territorio rebelde de Somalia, en el noreste del país. Una versión algo antojadiza, ya que esa área no cuenta con posibilidades de dar la seguridad suficiente a un personaje como al-Qurashi.

En previsión de que Somalia se reconfigure en un nuevo y poderoso bastión del Daesh, Estados Unidos ha reconocido que el pasado 31 de mayo, un ataque aéreo en la región de Dhaadaar, provincia de Bari, al sur del Golfo de Adén y a ochenta kilómetros al sureste de la ciudad de Bosaso, habría conseguido neutralizar a Abdulqadir Mumin, emir y fundador del Daesh en Somalia, que opera principalmente en la región semiautónoma Puntlandia, al noreste del país. Junto a Mumin, también habrían muerto tres altos jefes de la khatiba somalí, fundada en 2015, que había realizado su baya´t, o juramento de lealtad al entonces Califa Ibrahim, más conocido como Abu Bakr al-Baghdadi, muerto un año después.

Un alto funcionario del Departamento de Estado más tarde desmentiría esta posibilidad, ya que para el momento del ataque se lo tenía localizado en otra área. Según la misma fuente, Mumin evita su presencia en sitios factibles de ataques, como era esta última, donde funcionaba un centro de comunicaciones, o lugares de concentración de efectivos o depósitos de armamento.

Si bien la fuerza es todavía minúscula, no alcanzando a tener más de cuatrocientos integrantes, sus operaciones han sido siempre muy esporádicas y de muy pequeña escala, teniendo como objetivos el asesinato de algún funcionario de gobierno, miembros de las fuerzas de seguridad a nivel nacional, aunque también han perpetrado golpes contra figuras de Puntlandia, miembros de la Misión de la Unión Africana en Somalia, o comerciantes que se han negado a pagar extorsiones.

Nunca se ha confirmado si alguna vez se han enfrentado con al-Shabbab, que tiene mucho más control territorial y que, si bien concentra a la mayoría de sus fuerzas en el sur del país, cuenta con algunos centenares de combatientes en el norte, justamente para evitar la expansión del Daesh, que podría estar llegando desde Yemen.

Lo que sí es absolutamente cierto es que el Daesh ha centrado sus esfuerzos para hacer pie en Somalia, un punto estratégico a tiro de piedra de la Península Arábiga y puerta de entrada al centro y sur de África. Por lo que no es casual que a fines de enero de 2023, en una operación terrestre, efectivos norteamericanos hayan neutralizado a Bilal al-Sudani, un ciudadano sudanés, agente financiero del Daesh, que, con su oficina de coordinación regional, conocida como al-Karrar, facilitó infinidad de acciones del Daesh, ya no solo en Somalia, que al parecer corre el severo riesgo de quedar sola con el terror.

 

 

 

* Escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.

 

 

 

 

 

24/6/2024

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