*Por Guadi Calvo
A más de tres años del golpe militar en Birmania, y en la corta historia independiente del país (1948), por primera vez las omniscientes Fuerzas Armadas (Tatmadaw), que de manera absoluta o desde las sombras se han mantenido en el poder, se encuentran política y militarmente acorraladas por las distintas milicias étnico-regionales que a lo largo de la historia han luchado contra el poder central de Naypyidaw. (Ver: ¿Birmania, hacia la balcanización?.
Que los militares abortaran con extrema violencia las protestas iniciales tras el golpe, generando centenares de muertos y miles de detenidos, como la Premio Nobel de la Paz 1991, Aung San Suu Kyi, la figura más relevante de la política de su país, y quien en verdad dirigía el gobierno derrocado, fue encarcelada inmediatamente y condenada a prisión con cargos de corrupción, hizo que los militares perdieran la primera y fundamental batalla: la del consenso público, como nunca antes había sucedido. Dando base para que, en septiembre de 2021, políticos de diferentes partidos y ex miembros del gobierno desplazado crearan un Gobierno de Unidad Nacional (GNU) que opera desde el exilio.
Además, tras el GNU, se constituyeron, bajo su órbita, unos 250 grupos de resistencia armada, conocidos como las Fuerzas de Defensa del Pueblo (FDP), declarando la “guerra defensiva popular” contra la dictadura, con cientos de combatientes equipados con armamento de última generación, procedentes de países “amigos”. Se especula que los Estados Unidos, bajo la cobertura de la Ley BIRMANIA, aprobada por el Capitolio norteamericano en 2022 para el envío oficial de ayuda humanitaria, están filtrando armamento a la insurgencia.
La mayoría de las FDP se han sumado a las antiguas guerrillas étnico-regionales, que en muchos casos se habían mantenido activas, con algunas intermitencias; en otros, a pesar de haber pactado alto el fuego con el gobierno central, nunca se habían desmovilizado, iniciando una ofensiva generalizada contra el Tatmadaw en prácticamente todas las regiones birmanas. Esto ha generado tres millones de desplazados internos.
Si bien, desde la retirada británica en 1948, el país ha sufrido constantes sobresaltos: asonadas militares, rebeliones armadas de monjes budistas, guerrillas étnicas y comunistas, golpes, luchas internas dentro del ejército, e incluso el magnicidio en 1947 del gestor de la independencia, general Aung San, padre de Aung San Suu Kyi, a pocos meses de la firma de la independencia, nunca antes como ahora el Tatmadaw se ha visto tan jaqueado.
Prácticamente, desde septiembre de 2021, no ha pasado una semana sin que se conociera una derrota del ejército, en algunos casos humillantes, con rendiciones en masa, entre ellos varios generales. La dictadura ha perdido el control periférico, lo que incluye prácticamente la totalidad de las fronteras internacionales, por lo que solo controla el centro del país y la capital, Naypyidaw.
La junta ya no mantiene el control efectivo de la nación, ya que ha perdido el ochenta y seis por ciento de los municipios, lo que representa, según el Consejo Asesor Especial para Birmania-Myanmar (SAC-M), el sesenta y siete por ciento de un total de cincuenta y cinco millones de habitantes.
Lo que se conoció como la Operación 1027, en referencia al día de lanzamiento, el veintisiete de octubre del año pasado, fue un ataque coordinado por el Ejército de la Alianza Democrática Nacional de Myanmar (MNDAA), el Ejército de Liberación Nacional de Ta’ang (TNLA) y el Ejército de Arakan, conjunción conocida como la Alianza de las Tres Hermandades, golpeando de manera contundente en diferentes líneas de combate del Tatmadaw.
Los grupos participantes de Operación 1027, durante meses, se habían dedicado a la acumulación de armamento, municiones y combatientes. Incluso adaptaron cientos de drones para uso agrícola, de origen chino, para lanzar explosivos, que causaron importantes bajas y pérdidas materiales sensibles, como docenas de vehículos blindados. Ya que el ejército no había considerado la posibilidad de un ataque de esas características, no contaba con armamento para contrarrestar un ataque aéreo. Además, las tres milicias que participaron de la operación habían recibido refuerzos de efectivos provenientes de las FDP.
Apenas iniciada la ofensiva, el MNDAA tomó el control de la ciudad de Chinshwehaw, con una importante actividad comercial en la frontera con China. Durante las semanas que continuó la Operación 1027, con diferentes ataques coordinados, los insurgentes tomaron el norte del estado de Shan, arrebatando más de cien posiciones militares y el control de una media docena de ciudades.
Intentando detener la ofensiva insurgente, el Tatmadaw debió distraer tropas y recursos de otros frentes, lo que fue aprovechado por las diferentes milicias, que incrementaron los ataques en las posiciones repentinamente debilitadas. Por otra parte, la resistencia, utilizando drones, en dos oportunidades ha conseguido vulnerar las defensas aéreas de la capital, realizando ataques más de manera simbólica que efectiva.
A continuación de la ofensiva de octubre, las milicias étnicas han conseguido expulsar a las tropas federales de áreas que abarcan desde la frontera con Tailandia, las zonas costeras, a lo largo de la Bahía de Bengala, llegando a la frontera de Bangladesh, por lo que prácticamente han dejado sin puertos a la junta.
No hay piedad para los Rohingyas
No deja de ser paradójico que, de entre las milicias insurgentes que han conseguido las más importantes victorias frente al Tatmadaw, se encuentre el Ejército de Arakan del Estado de Rakhine, donde hasta poco antes del golpe el ejército, junto a la policía y grupos parapoliciales con elementos del budismo fundamentalista y de bandas civiles locales, con la anuencia del gobierno derrocado de la señora Suu Kyi, obligaron a cerca de un millón trescientos mil miembros de la etnia musulmana, conocida como rohingyas, en lo que a todas luces ha sido una operación de limpieza étnica, a escapar de sus aldeas rumbo a Bangladesh, donde más de un millón se hacinan en campos de refugiados y varios miles se han dispersado por mar, en naves absolutamente precarias, rumbo a puertos donde rara vez son bienvenidos, por lo que se desconoce el número de muertos en ese tránsito.
El Ejército de Arakan controla prácticamente todo el centro y norte de Rakhine, manteniendo sitiada y a punto de caer a la ciudad de Sittwe, la capital del estado, como lo anunció en abril pasado el líder de esa insurgencia, Twan Mrat Naing. Mientras tanto, las fuerzas de Arakan también mantienen rodeada la base naval de Kyaukpyu, vecina a los puertos de donde operan terminales chinas de petróleo y gas, y áreas de almacenamiento. Por lo tanto, una batalla en esa zona podría generar un desastre de proporciones inimaginables.
*Escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.
3/6/2024