Por Redacción
En el marco de la conmemoración del 50° Aniversario del martirio del Padre Carlos Mugica, desde Poliedro y AGN Prensa creemos que es trascendente, en este contexto, conocer de primera mano su pensamiento. Para ello es necesario situarse en la época en que se publicó Peronismo y Cristianismo, para comprender algunos conceptos que el cura de los pobres expone con elocuencia y vitalidad. Hablamos de 1973.
De este libro compartimos el extracto completo del capítulo: Los Valores Cristianos del Peronismo. Esperemos que lo disfruten y que el mismo sirva como aporte a reconstruir el pensamiento de la Periferia enmarcado en la Comunidad Organizada:
Lo primero que debemos considerar es porqué hoy, los cristianos en general, se interesan por la relación entre peronismo y cristianismo. Por qué empiezan a cuestionarse sobre las dimensiones políticas de la existencia.
El proceso empieza, fundamentalmente, en 1943 con la “Divino Afilante Spiritu” en la que Pio XII invita a los cristianos a volver a la Biblia. Y como la Biblia es un libro camal, concreto e histórico en el que se muestra que Dios se revela a los hombres a través de la historia humana (lo que Juan XXIII va a llamar los signos de los tiempos) los cristianos empiezan a interesarse por este mundo.
Después de la gran influencia de Theilard de Chardin, del marxismo, de los grandes profetas de la iglesia contemporánea y de los grandes profetas de nuestro tiempo como Camilo Torres, Helder Cámara, el “Che” Guevara, Marx, Freud, es decir de todos aquellos hombres que se han preocupado por el hombre y por la aventura humana.
Cuando empezamos a volver a la Biblia, empezamos a descubrir que Dios se revela a los hombres a través de la historia, para este descubrimiento también contamos con los grandes documentos de la Iglesia: Concilio Vaticano II, la constitución de Gadium et Spes, la Populorum Progressio y su aplicación para América latina que es Medellín y la aplicación de Medellín en la Argentina, que es San Miguel.
En síntesis, podemos decir que los cristianos, que habíamos privilegiado la relación personal en el amor, empezamos a descubrir que además de esa dimensión absolutamente irreemplazable, los hombres están condicionados; como dice el Papa en la Octogésima Adveniens, determinados por las estructuras en las que viven. Por lo tanto, tengo que amar a los seres humanos y amar las estructuras que contribuyen a que esos seres humanos se realicen como hombres, a que vivan creadoramente. Y debo tratar de destruir o modificar las estructuras que les impiden vivir de esa manera. Y aquí entra todo lo que hace a la dimensión política.
Y aquí entra todo lo que hace a la dimensión política. En 1954 aparece ese gran profeta que fue el abate Pierre, del que ya hemos hablado, y ocho años después en América latina Camilo Torres, otro profeta que dirá: “Los que hoy no tienen techo en América latina son legión, por lo tanto, el modo de lograr que esos hermanos míos tengan techo es hacer la revolución.” Es decir, cambiar las estructuras de manera radical y posibilitar que el pueblo acceda al poder. El año último, cuando fuimos a misionar al Chaco santafecino, por la mañana, se hacían las visitas a las casas para ver si la gente necesitaba ropa y para invitarlos al culto de la tarde.
Personalmente pienso que hay una dimensión fundamental de esa misión rural: la de preocuparnos siempre por el anuncio explícito del mensaje de Cristo. No basta sólo con comulgar con los problemas humanos de los hombres. Desde el vamos tenemos que hablar explícitamente del mensaje de Cristo, hablar de que Cristo no sólo viene a liberar al hombre de la enfermedad, la injusticia, el egoísmo… sino que le da la posibilidad de adquirir la dimensión del hijo de Dios. Y esta es una dimensión superhumana, como la llama Theilhard de Chardin, es la dimensión divina.
En esa misión cuando una chica llegó a un rancho una viejita le dijo “a mí qué me vienen a hablar de Dios si me estoy muriendo de hambre“. A los muchachos esto les dolió profundamente porque sentían en carne propia el dolor de los pobres. A la tarde organizamos una reunión con hacheros, vinieron unos noventa y cinco que además era la primera vez que estaban en una reunión y uno de ellos empezó a decir: “yo soy la alpargata del patrón“.
Ni el mejor literato, ni Borges, hubiera dicho las cosas con tanta precisión y claridad. Como cristianos descubrimos entonces que nuestro amor y nuestro compromiso de evangelización tiene dos dimensiones: el amor personal y el amor colectivo. Y esto no es nuevo sino que es descubrir las entrañas bíblicas del mensaje cristiano.
Voy a comentar brevemente el documento “Justicia y pastoral popular” del Episcopado Argentino porque entronca directamente con la valoración del problema social del peronismo. Este documento me parece que da un enfoque revolucionario del pecado, de qué es la plenitud del hombre para nosotros cristianos. Pero en la Iglesia lo más revolucionario es lo más tradicional, porque después de 2000 años de vida no se ha inventado nada nuevo.
Cuando se nos dice que por ser curas del Tercer Mundo queremos cambiar la Iglesia, contestamos que no, que queremos volver a la auténtica tradición de la Iglesia. Es decir, que la Iglesia asuma hoy los mismos valores que asumió la comunidad prototípica para los cristianos. Esa comunidad prototípica en la que todavía resonaba la voz de Cristo. Es decir, la primera comunidad cristiana que vivió en auténtica comunidad de bienes (Hechos de los Apóstoles, capítulos 2 y 4).
Dicen los obispos: “Afirmamos que el ejercicio de la virtud, de la justicia, se encarna en la vida entera de la sociedad… No es solo una actitud personal, no basta con darle a cada uno lo suyo individualmente. El pecado se da siempre en el interior del hombre…”
Esto es muy importante tenerlo en cuenta porque ninguna revolución económica podrá crear el hombre nuevo que todos buscamos, si simultáneamente no se da la revolución interior. Lo que los cristianos llamamos la conversión personal, que es absolutamente irreemplazable.
Eso es lo que dice Mao cuando preconiza la revolución cultural proletaria, dice: no basta cambiar las estructuras. Mao tiene conciencia de la tremenda experiencia soviética donde es evidente que se hizo una revolución económica y social, pero no una real revolución cultural ni una real revolución política. El pueblo no accedió al poder, hay una burocracia parasitaria que se impone entre ambos.
Para nosotros, los cristianos, la auténtica revolución cultural significa formar hombres que vivan en función de servicio hacia los otros. Hombres que sean capaces de crear y no como en la Unión Soviética, donde pareciera que el prototipo de hombre que se busca es cada vez más, el hombre consumidor. Es decir, no hay auténtica revolución y Mao tiene plena conciencia de esto, por eso señala ( en mi opinión por influencia evangélica, aunque no lo sepa) que la revolución debe estar permanentemente revolucionada. Nosotros lo sabemos porque sabemos que la verdadera y auténtica revolución se va a dar cuando venga Cristo: en la escatología. Y tenemos que tratar de acelerar la venida del Señor tratando de modificar la tierra.
“…El pecado se da siempre en el interior del hombre…” Y los obispos dan una definición de pecado que la puede entender cualquier ateo: “Pecar es rechazar el amor e instalar la injusticia (y ahora viene lo novedoso) pero del corazón del hombre el pecado pasa a sus actividades, a sus instituciones, a las estructuras creadas por él.” Y por eso creo que ahora discutimos el peronismo.
Dicen los obispos: “Cuando Dios revela su designio divino como plan para los hombres, la justicia no aparece solo como un don personal —José varón justo— sino como un estado del pueblo. De tal modo que es el pueblo todo quien está en situación de pecado cuando se cometen injusticias, se las consienten o no se las reparan.” Por eso en este momento en la Argentina estamos en pecado grave y no podemos comulgar si en realidad no estamos haciendo algo eficaz, en la medida de nuestras posibilidades, para remediar este estado de injusticia. Una injusticia que se traduce en un índice cada día mayor de mortalidad infantil, de desocupación, y en ese nuevo pecado colectivo de nuestra patria: la tortura.
En la Biblia hay un caso muy concreto, cuando Dios decide acabar con Sodoma y Gomorra porque allí se cometían pecados sexuales contra la naturaleza. No es que todos los sodomenses fueran sodomitas. No. Unos cometían el pecado por vía directa, otros lo consentían o pasivamente lo toleraban. Creo que si en este momento un cristiano no hace algo eficaz para que acabe la tortura en nuestra patria es un cotorturador de sus hermanos, porque en la medida en que no hago algo positivo soy cómplice.
Algunas personas dicen “no soy violento”. Pero la Iglesia siempre justificó la violencia justa y condenó la injusta. Es decir que ser no violento no significa ser pasivo sino significa denunciar la violencia del sistema aceptando que recaiga sobre uno. El cristiano puede o no estar dispuesto a matar —y esto por razones de conciencia, de información o de ideología— o sea a responder o no a la violencia con la violencia que sufre.
Pero lo que no puede dejar de ver es que debe estar dispuesto a morir y esto es clarísimo.
Dicen los obispos: “Como la vocación suprema del hombre es una sola, la divina…” Creo que lo más importante que nosotros hacemos en la Villa es hacerle tomar conciencia a los villeros de que son hijos de Dios. Y creo que para un hombre tomar conciencia de que es hijo de Dios es tremendamente dinamizante. Porque si soy hijo de Dios no voy a dejar que el patrón me ponga el pie encima. Es una consecuencia lógica.
No me voy a dejar aplastar porque tengo una dignidad. Creo que es muy importante que cada uno aprenda a amarse a sí mismo porque quien no se ama a sí mismo no ama a nadie. Cuando digo amarse a sí mismo no digo contentarse consigo mismo sino que necesariamente supone exigirme a mí mismo.
“Como la vocación del hombre es una sola, la divina…” la misión del hombre es una sola: “salvar integralmente al hombre”. Por eso ya la Iglesia no habla más de salvación a secas. Dice liberación o salvación integral para evitar todo maniqueísmo. “En consecuencia, la evangelización comprende necesariamente todo el ámbito de la promoción humana. Es nuestro deber trabajar por la liberación total del hombre e iluminar el proceso de cambio de las estructuras injustas y opresoras creadas por el pecado.”
En abril de 1969, los obispos hacen un diagnóstico de la realidad que actualmente tiene plena vigencia: “Comprobamos que a través de un largo proceso histórico, que aún tiene vigencia, se ha llegado en nuestro país a una estructuración injusta.” Es decir, no es un cambio de hombres o de gobierno sino que es un cambio de estructuras, de sistema. “La liberación debería realizarse en todos los sectores donde hay opresión. En el orden jurídico, en el político, en el cultural, en el económico y en el social.”
En el orden jurídico hay una ley anticomunista que afirma que todo argentino es comunista a menos que demuestre lo contrario. O como el Código Civil, cuya génesis ya he explicado. En el orden político todos sabemos la marginación en la que vive nuestro pueblo y las dificultades de las corrientes populares para abrirse paso hoy. Basta con decir que el gobierno que tenemos fue elegido por tres personas.
Con respecto a la primera, la gran novedad del peronismo, que comienza a gestarse a comienzos del año 1944 desde la Secretaría de Trabajo y Previsión, es que Perón empieza a entender las necesidades bien concretas e inmediatas: las reivindicaciones de la clase trabajadora enfrentando las duras críticas del Partido Comunista que dice que eso es, en el fondo, quitarle a la clase trabajadora la fuerza revolucionaria. Esto lleva, además, a que algunos vayan a las villas y piensen “hay que exacerbar el hambre del pueblo para que desesperado…”. Dicen esto porque nunca pasaron hambre. Es una forma de despreciar al pueblo.
En el libro El peronismo y sus causas, en el capítulo que se llama “Viraje del movimiento obrero”, su autor, Rodolfo Puiggrós, enumera las realizaciones de Perón. Dice Perón: “Cuando llegué a la Secretaría de Trabajo en 1945, el primer pedido que recibí de los obreros fue la anulación de un decreto del año 43, en el que se establecía para las asociaciones gremiales, un régimen de tipo totalitario. El primer decreto que firmé desde la secretaría fue la derogación de ese reglamento”.
Y luego enumera las realizaciones. Voy a dar algunos ejemplos más. “La primera consigna de la Secretaría de Trabajo y Previsión fue cumplir las leyes obreras, leyes que en lo sustancial eran obra de los legisladores socialistas, pero que no se aplicaban, o se aplicaban a medias. A los discípulos de Juan B. Justo les resultaba intolerable que un coronel recién llegado a la problemática social, impusiera y vigilara la estricta observancia de la jornada de ocho horas, de la ley de accidentes de trabajo, del pago de horas extras, de las reglamentaciones sanitarias en talleres y fábricas. Hasta en las lejanas Salta y Jujuy, en cuyos ingenios y minas, cualquier tentativa de organización sindical era castigada con la expulsión y a veces la muerte, hasta en los quebrachales de Chaco y los yerbales misioneros, donde se compraba la vida del mensú, llegaron los inspectores y se instalaron las delegaciones de la Secretaría de Trabajo y Previsión. La ley de asociaciones profesionales, que concede personería gremial al sindicato mayoritario del gremio.” Y por eso fue bombardeada por los comunistas y después por la Revolución Libertadora.
El estatuto del peón de campo, desde el bando del gobernador intendente de la provincia de Buenos Aires del 30 de agosto de 1815, que condenaba a todo individuo de la campaña a servir a un patrón, no se había legislado sobre ese sector de los trabajadores. El Estado peronista era la antítesis del Bando de Oliden y superaba todos los proyectos socialistas, dice Puiggrós.
Había algo más que sueldo mínimo, alimentación adecuada, habitación sana y decente, descanso dominical, seguridad e higiene, atención médica, vacaciones, indemnización por despido, ya que destruía el antiguo paternalismo del estanciero, la antigua jerarquía de clases de la campaña, y el neón recibía además el instrumento legal de defensa de sus derechos. La garantía de la Secretaría de Trabajo y Previsión de que serían respetados. La ley 21665 de jubilaciones: Las jubilaciones existían solo para algunos pocos gremios.
“Y precisamente la objeción de los comunistas y socialistas era que frenaba la combatividad de la clase obrera. Darles jubilación frenaba y mataba su espíritu revolucionario.”
“El Instituto de Remuneraciones que llevó a la práctica lo siguiente: el aguinaldo, vacaciones pagas, pagos hasta 6 meses por enfermedad, indemnización por despido y fallecimiento, aumentos de salarios. Los tribunales de trabajo: fijaban las reglas de procedimiento y agilizaban los trámites, el fuero laboral, el descanso semanal y aguinaldo para el servicio doméstico, etc., etc.”
Y bastaría ahora añadir un balance hecho por un antiperonista —Carlos Fayt— en su libro La naturaleza del peronismo, sobre las impresionantes realizaciones del gobierno del general Perón.
Yo estaba en Cuba, cuando leí un trabajo estadístico de las realizaciones del gobierno de Perón, y les digo que Perón en dos años hizo más que la revolución cubana en diez, en cuanto a las realizaciones.
Con respecto a la otra dimensión, la estructural, es todo lo que va apuntando en la vivencia del Movimiento desde 1955 para acá y que ya se fue gestando durante el gobierno de Perón, en el sentido que la clase trabajadora empezó a sentirse gente, empezó a sentirse protagonista y esto, con la incorporación además del estudiantado y de otros sectores al peronismo, produjo la evolución que lleva a una profundización del peronismo. Lo reivindicativo asciende desde la tercera posición, desde un capitalismo justo por decirlo así, a un socialismo nacional.
17/5/2024