Por Lucas Schaerer
Tras celebrar Misa, el sacerdote argentino Carlos Mugica, iniciador del movimiento de curas villeros, recibió una ráfaga de disparos en el barrio Villa Luro, en Buenos Aires. Desde ese anochecer del 11 de mayo de 1974 se le considera el primer mártir del Equipo de Sacerdotes de Villas y Barrios Populares de Argentina.
Cincuenta años después, la archidiócesis porteña celebró una semana en su memoria, entre otros actos con una exposición al aire libre delante de la Catedral, en la icónica plaza de Mayo; una vigilia que se llevó adelante el día 10 de mayo bajo la autopista que cruza el barrio que lleva su nombre (antes Villa 31), y una marcha y festival el pasado domingo 12 de mayo en el centro de la ciudad. Entre sus sucesores está el obispo villero Gustavo Carrara, vicario general de Buenos Aires. Con él dialogamos:
Lucas Shearer: ¿Cuándo escuchó por primera vez hablar de Mugica?
Gustavo Carrara: En el seminario. Pero sobre todo tomé conciencia de su figura en el equipo de curas en las villas. Escuché a Rodofldo Ricciardelli destacar que Mugica era el mártir de nuestro equipo. Su biografía es muy rica, pero este hecho tan violento lo convierte en un símbolo de un sacerdote que ofrenda su vida a los más pobres. Se puede discutir quién lo mató, cuáles son las causas, si existieron razones políticas. Pero a mí me gusta ver la razón última, que fue ser la voz de los que no tienen voz. El Evangelio lo llevó a los más frágiles y a su defensa y eso tuvo consecuencias.
LS- ¿Qué alcance ha querido dar la archidiócesis a esta conmemoración?
GC- Es muy importante para la Iglesia porteña, también para la que vive en las villas y en el Gran Buenos Aires. Por eso el arzobispo y los obispos la estamos acompañando y apoyando de modo especial. Pero el gran protagonismo lo tienen las comunidades de las villas.
LS- ¿Qué legado ha dejado?
GC- A Mugica debemos entenderlo en su época. Él ponía un oído en el Evangelio y otro en el pueblo, en el sufrimiento de la gente, en sus sueños. Hoy eso se traduce en el clamor de «techo, tierra y trabajo». Por otro lado, fue muy fiel al magisterio de la Iglesia. Se ordenó en 1959, el año que Juan XXIII convocó el Concilio Vaticano II. Luego se buscó aplicarlo en América Latina a través de la Conferencia de Medellín (Colombia) en 1968, y en Argentina con el Documento de San Miguel en 1969. Pablo VI había escrito Populorum progressio y Octogesima adveniens. Carlos Mugica los cita y busca concretarlos.
LS- ¿Sigue vigente incluso donde no hay villas?
GC- Sí. Desde el Evangelio se acercó a los más frágiles, los escuchó, los acompañó y dio ese paso verdaderamente evangélico de ser su amigo. A veces se habla de periferias geográficas como las villas, pero no olvidemos lo que dice Francisco de las periferias existenciales, como quien vive en las calles o sufre adicciones.
LS- ¿Podría Francisco visitar las villas en un hipotético viaje a Argentina?
GC- Solo lo sabe Dios. Francisco va a decidir si es lo más conveniente hacerlo. Siempre dice que está en su deseo venir a la Argentina.
14/5/2024