*Por Hugo Godoy
Hay días en los que resulta difícil apartar la mirada y observar a tantas personas enfrentando necesidades, familias enteras privadas de tener un pan en la mesa. Nuestros ancianos deambulan por las calles en busca de ahorrar unos pesos para comprar medicamentos. Se acerca una fecha muy significativa para nuestro pueblo. El 24 de marzo de 1976 marcó un verdadero genocidio en todos los sentidos de la palabra. No solo significó la muerte y desaparición de compatriotas, sino también el colapso de los valores como sociedad.
El advenimiento de la democracia en 1983 fue apenas una pequeña luz para recuperar algo de lo perdido, pero no fue suficiente. El daño había sido tan brutal que continúa afectándonos después de 48 años. Todos hablan del daño económico provocado en aquella época, pero el daño a los valores como sociedad ha sido incalculable y no se puede medir en números. No hay cifras que puedan expresar la pérdida total de empatía por el prójimo y algo aún más grave, la pérdida del sentido patriótico y de orgullo argentino.
Todavía no hemos logrado sanar esa terrible herida. Han pasado años de democracia, pero seguimos lidiando con esa misma enfermedad que nos impide ser lo que alguna vez fuimos. No estoy hablando en términos políticos, me refiero a la responsabilidad que como sociedad compartimos. Los políticos, líderes gremiales, empresarios, periodistas, maestros, todos los trabajadores y nuestros jubilados, formamos parte de esta sociedad.
El daño causado fue tan profundo que aún nos resulta difícil sanar y comenzar una nueva vida. Algunos dirán que hay actores de los mencionados que tienen más responsabilidad que otros, quizás, pero no olvidemos que todos ellos forman parte de esta sociedad enferma y es de ahí de donde provienen.
No puedo concebir que en la Argentina de hoy haya compatriotas que se alegran del sufrimiento ajeno, no puede ser que siempre echemos la culpa a los demás y no seamos capaces de reconocer nuestra propia responsabilidad. Que tengamos más del 40% de pobreza en nuestro país no es solo culpa de la clase política, somos nosotros quienes los elegimos y a veces respaldamos sus políticas porque, tal vez en esos momentos, nos favorecían a nosotros, sabiendo que perjudicaban a otros.
Por eso, para mí personalmente, cada 24 de marzo no es un día más. No solo por la tragedia de las muertes y los desaparecidos, sino porque nos recuerda y nos cuestiona si estamos dispuestos a despertar como sociedad y volver a construir un pensamiento patriótico como el de don José de San Martín, a sostener que primero está la patria y a tender la mano a quien más lo necesita.
No necesitamos pedirle esto a ningún político, cada uno de nosotros puede ser un San Martín. Quien les habla persiste en llevarlo a la práctica, porque el mayor fracaso sería no poder ofrecerles a mis hijos y mis nietos un país sano, libre de prejuicios y con verdadera justicia social.
*Secretario Adjunto del Sindicato del Personal de Dragado y Balizamiento.
21/3/2024