Por Gustavo Ramírez
La multipolaridad no termina de nacer y aunque lo haga nada asegura que esto represente un marco de liberación para los países dependientes. El encuentro de presidentes en Brasilia y la gira del Ministro de Economía, Sergio Massa, en China, ponen de relieve que hay un cambio en progreso pero que este no significa que el peso de dependencia y la colonización económica pueda degradarse con encuentros.
Argentina sostiene un modelo exportador que no representa una demanda de producción industrial y mucho menos que los réditos del mismo terminen por beneficiar a las y los más pobres. El viaje de Massa a China, que se presentará-lógicamente- como un triunfo político, evidencia el carácter dependiente de un modelo que se asfixia ante la falta de moneda extranjera.
Es cierto que el Ministro puede, de esta manera, quebrar esa imagen que lo emparenta como un hombre de la embajada de Estados Unidos, si se parte de la presunción que este viaje representa un desafío al mandato hegemónico de la potencia norteña. Sin embargo, más allá de la satisfacción y el oxígeno que pueda brindar el ingreso de yuanes para no detener la comercialización de materias primas nacionales, lo concreto es que el ex intendente de Tigre fue a reactivar recursos financieros chinos que la inoperancia de la política exterior del gobierno de Alberto Fernández terminó por frenar.
China es un socio estratégico de la Argentina y puede que negocie sin presionar como lo hace Estados Unidos, pero es una de las cabezas de las piezas del ajedrez en el tablero internacional y tampoco da puntada sin hilo. Para el país asiático como para el del norte lo que empieza a ser clave en la política internacional es el manejo, extracción, producción y explotación de minerales que hacen al desarrollo de la Inteligencia Artificial y su conglomerado económico e industrial.
En consecuencia, resta medir con precisión quirúrgica cuál será el costo-beneficio de los acuerdos sobre inversión en explotación y exportación de litio en Salta que alcanzó Massa. Por otro lado, por estos días llamó la atención que muy pocos analistas internacionales y regionales dieran cuenta de lo peligroso que puede tornarse Estados Unidos enviando tropas de ocupación a Perú con consentimiento del poder político y la oligarquía local.
La comandante del Comando Sur de Estados Unidos, Laura Jane Richardson, advirtió hace unos meses que su país no tendrá reparos en apropiarse de los recursos necesarios para el sostén de su propia supervivencia. Está claro que no lo dijo con estas palabras pero no utilizó eufemismos para describir el estado de situación. El envío de mil tropas a Perú lo evidencia. De esta manera, la administración Biden recrea su doctrina imperial y amenaza con letal elocuencia los intereses soberanos de Bolivia y Argentina.
No obstante, resulta curioso como algunos mandatarios regionales y sus cancilleres se niegan a hablar de hipótesis de conflicto. No hacerlo puede terminar por legitimar el accionar pro-imperial de las oligarquías regionales que se encuentran alineadas con los intereses el bloque de las corporaciones financieras-militares del Pacífico. Algo que también ha advertido en reiteradas oportunidades el Papa Francisco.
En este contexto, la OTAN que es Estados Unidos no hace más que llevar la política global a una encerrona bélica con las obvias consecuencias dramáticas. En los últimos días tanto la Organización Internacional del Trabajo como la ONU, advirtieron sobre el impacto negativo en términos de empleo y de emergencia alimentaria que van a tener este años los “choques económicos” y la acción bélica.
Mientras tanto, la Agencia de la ONU para los Refugiados, ACNUR, estimó que para “finales de junio de 2022, había 103 millones de personas desplazadas por la fuerza que tuvieron que abandonar sus hogares debido a persecuciones, conflictos, violencia, violaciones a los derechos humanos y acontecimientos que alteraron gravemente el orden público”.
En todos estos conflictos aparecen los mismos protagonistas: Estados Unidos, Francia, y Gran Bretaña. Por eso, resulta alarmante que en el marco de los encuentros de mandatarios regionales los gobiernos progresistas de la región se queden en declamaciones políticamente correctas cuando la región padece la ocupación de parte de su territorio, como en Malvinas y ahora en Perú.
Fue en estos días que el Secretario General de la Federación Marítima, Portuaria y de la Industria Naval de la República Argentina, Juan Carlos Schmid, volvió a llamar la atención sobre el hecho de que “la dirigencia política en general no termina de comprender que si el país no decide recuperar sus resortes básicos en el área portuaria-marítima no va a aprovechar las ventajas potenciales del contexto internacional”.
Esto no es reflejo de un compendio de declaraciones que se vierten en una clase magistral. La discusión sobre las vías navegables y la infraestructura política portuaria están inscriptas en el escenario geopolítico. La ingenuidad planteada por el progresismo anti-nacional denota la falta de conciencia sobre el terreno pantanoso por el cual se desliza la política exterior nacional que es también una política del ejercida en la dependencia.
Es que el manejo de la vías navegables no está dotado de la mera ejecución de soberanía por parte del Estado. Si tenemos un Estado sometido a la colonización económica, cómo puede ser que ese mismo Estado sea garante de un mínimo de soberanía. La idealización y traslación automática de procesos históricos al presente, sin tener en cuenta el devenir histórico retuerce cualquier apreciación y desnaturaliza las cuestiones de fondo.
Argentina hace tiempo que resignó soberanía en la navegación de sus ríos y de sus mares. Al mismo tiempo, los gobiernos que alentaron procesos progresistas no modificaron el fondo del entramado. Aún hoy se sostienen los resortes del estatuto neoliberal. No se quebró su estatuto y el régimen democrático liberal se emplaza en los contornos de la Constitución del ’94. Del mismo modo, siguen vigentes los marcos regulatorios que dan lugar a la integración vertical en los ríos, mares, puertos y astilleros navales.
En este campo minado, potencias como China también tienen puesta la mirada sobre la vía navegable troncal y cuenta con un importante lobby cercano a la cartera de Defensa para quedarse con la explotación de la mal llamada Hidrovía en el momento oportuno. Los chinos cuentan a su favor con los recursos, la capacidad de integración política y la paciencia. Algo que no tiene Estados Unidos urgido por sus necesidades internas.
Pero hay más: China maneja el 80 % de la producción de barcos comerciales que navegan en aguas internacionales y es uno de los principales depredadores del mar argentino a través de la extracción ilegal del recurso ictícola. Una gran parte del comercio exterior argentino se comercializa en esos buques, aunque las embarcaciones tengan otra bandera.
Vale aclarar que en el período peronista argentina contaba con una de las más importantes marinas mercantes del mundo. Eso quedó demasiado lejos en el tiempo. Incluso las nuevas generaciones de dirigentes políticos carecen de esa conciencia histórica. El capital global maneja los mares, empresas navieras como Hapag-Lloyd, MSC, MAERSK, ONE, COSCO, EVERGREEN y CMA–CGM, concentran el mayor porcentaje de transporte marítimo-fluvial a nivel internacional.
Si sólo nos situamos en el contexto simplificado de la gira de Massa en China casi seguro podamos apreciar un mínimo atisbo de triunfo político. El Ministro ganó tiempo, volumen políticos y algo de dinero para el país y en estas circunstancias un mínimo de brisa fresca puede ser presentada como la quimera del oro. Sin embargo, desde el plano geopolítico la situación es más compleja y grave. pero, el modelo sigue privilegiando al capital con el mercado de exportaciones y sin mercado interno.
La crisis financiera de Estados Unidos agudiza la situación de peligro. La ocupación de Perú es una clara muestra de ello. Pero además, cuando el viento sopla del norte deben prenderse todas las alarmas. Estados Unidos es un país bélico. No va a dudar en desatar una ola de violencia internacional para preservar su privilegio geopolítico y para compensar su deterioro interno.
Empieza a estar claro que en Argentina se comienza a definir algo más que el proceso electoral. Pero esto no parece ponerse de relieve a la hora de la ejecución política. En el plano internacional Argentina abandonó también a Perón. Dejó de lado la idea superadora de Tercera Posición para aceptar sin más el nuevo orden mundial, sea unipolar o multipolar, en tanto sigue mirando al mudo desde la mirada del colonizado.
3/6/2023