Por Guadi Calvo
El Kremlin sabe mejor que nadie, que la exitosa contraofensiva que desde el veinticuatro de febrero pasado realiza contra la OTAN, ergo Estados Unidos, en Ucrania, profundizó el ancestral sentimiento ruso fóbico, que perdura en el oeste de ese país, desde la época de los zares, virando al nazismo de Stefan Bandera durante la Segunda Guerra Mundial, y perdurando hasta hoy en expresiones como la del Batallón Azov y todo lo que se desencadenó tras el proceso golpista de la Euromaidam de 2014.
Por lo que, si Rusia, acepta terminar aquí sus operaciones, tras el tibio avance en las negociaciones con sitiado gobierno de Volodímir Zelensky, el presidente ucraniano, cómo lo está amplificando y pretendiendo ahora desde occidente, vía los grandes medios internacionales, los que hasta hace horas se jactaban de la “heroica resistencia ucraniana” y en el “empantanamiento de las fuerzas rusas”, Moscú dejará un trabajo sin terminar, por lo que más temprano que tarde, tendrá que volver al veintitrés de febrero e iniciar todo el doloroso proceso por el que está pasando, nuevamente.
Nadie por ignorante que quiera ser, dudaba que, si la contraofensiva se desarrollaba en los términos en que se desarrolla, el fin la iba a ser este, y solo podría cambiar el transcurso de las operaciones, si la OTAN se atrevía a intervenir, por lo que ahora estaríamos hablando de otra cosa, sí todavía estuviéramos…
Hoy todas las cartas están en manos de Rusia y el mundo espera expectante cual bajara en su siguiente jugada, que decide hacer con Zelensky, al que no le quedan muchas más opciones que huir a Estados Unidos y terminar haciendo stand up en algún tugurio de Las Vegas, entregarse a las tropas rusas o si tuviera algo de dignidad, lo que es harto dudoso, pegarse un tiro, por el genocidio y la destrucción al que sometió a su pueblo, obedeciendo las ordenes de Joe “la esfinge sonriente” Biden, que acaba de sumarle la segunda derrota consecutiva después de Afganistán en agosto pasado a los Estados Unidos.
Moscú sabe que, más allá de la caída de Kiev, la desaparición de Zelensky y toda su comparsa, el reconocimiento de Crimea, Donetsk y Lugansk, y la aceptación que nunca jamás Ucrania será parte de la OTAN, la guerra no terminará ya que le queda la ardua tarea de desnazificar el país.
Stalin, señoras y señores, queridos niños, quién ha sido el único y verdadero vencedor de Hitler, ha mostrado claramente cómo se resuelve la cuestión del fascismo: perseguirlos hasta sus madrigueras y allí aniquilarlos o que se aniquilen solos, eso ya no importa, por lo que, siguiendo estas enseñanzas, las tropas rusas tendrán que permanecer en Ucrania hasta extirpar el último vestigio de los banderistas, antes de volver a sus fronteras con las banderas de la OTAN, atadas a sus tanques.
Cómo es de manual, la CIA y el Comando de Operaciones Especiales de Europa (SOCEUR), junto al denodado apoyo de Polonia, nazis locales y extranjeros, han preparado un plan de contingencia, para establecer una guerra de guerrillas en todo el territorio ucraniano no solo contra las tropas e intereses rusos , sino que seguirán generando ataques y atentados contra la población civil ruso parlante del Donbáss, como lo han hecho desde 2014, habiendo asesinado entre 15 y 19 mil personas, solo antes del inicio de la contraofensiva, lo que en la actualidad como esa región fue la primera atacada por las tropas de Zelenski, la matanza puede ser todavía mucho mayor. Por lo que absoluta responsabilidad del presidente Vladimir Putin, de no dar un paso atrás hasta que esos elementos no sean eliminados y se concerté con la OTAN y particularmente a Polonia, no seguir asistiendo a los nazis ucranianos como está sucediendo desde el 2014.
Occidente (Estados Unidos) no desistirá de generar conflictos en el interior de Rusia, las sanciones económicas y la incautación de las fortunas de los llamados “oligarcas”, fundadas en el latrocinio de dichos magnates con los riquísimos restos de la Unión Soviética, apuntan a la destrucción de Rusia, intentando así conservar una hegemonía que tras el fracaso en Ucrania ya se hace imposible. Como una medida de la situación desesperada Biden, ha activado una recompensa de cinco millones de dólares a aquel que denuncie bienes escondidos de dichos millonarios, habilitada por el Congreso el año pasado.
Nadie quiso escuchar a Rusia
Henry Kissinger, a quién no se lo puede tachar de filo ruso, ya había advertido sobre el riesgo, que podría conllevar la expansión de la OTAN, tras el desplome de la Unión Soviética, hacia Europa Central, aventura a la que calificó de: “el error más fatídico de la política estadounidense en el siglo XX”. Sin haber escuchado aquello y faltando a la promesa de James Baker, Secretario de Estado, del presidente George Bush en 1991, a Mijaíl Gorbachov, sobre que la OTAN no avanzaría ni una pulgada más allá de las fronteras de “una” Alemania. Nada fue cierto, nada fue escuchado al punto que el presidente Putin, en diciembre del año pasado, al referirse sobre la incorporación de Ucrania a OTAN, afirmó: “Simplemente no tenemos espacio para retirarnos”. Lo que era absolutamente cierto, en diciembre y hoy.
Así todo, con las numerosas advertencias recibidas, Washington, continuó marchando hacia Moscú y alentó, tras el fracaso de las operaciones en Bielorrusia y Kazajistán, a Zelensky a desafiar a Putin, ya que contaba con todo el respaldo de Estados Unidos y la OTAN.
Nada de eso se produjo y a pesar de los miles de millones de dólares enviados, la asistencia militar y la deriva de mercenarios, hoy Ucrania está siendo despedazada por la ofensiva rusa y Zelensky a cada momento está más cerca del fin, aunque el triste comediante no es el único.
A tres semanas de iniciada la contraofensiva, los atlantistas se están hundiendo en el más absoluto pandemónium. Alemania, Bulgaria y Francia, han anunciado que sin las importaciones rusas de gas y petróleo, se les está haciendo muy difícil sobrellevar la situación. Mientras que en casi todos los países de la Unión Europea (UE) se ha producido un salto inflacionario, al tiempo que se están produciendo los primeros síntomas de desabastecimiento de productos fundamentales.
Lo que hará a rodar algunas magnas cabezas, posiblemente la primera sea la de Emmanuel Macron, en abril próximo cuando va por su reelección, mientras que Boris Johnson, el primer ministro británico, a quien la crisis le llegó como caída del cielo, ya que con ella pudo disimular la causa de sus fiestas pandémicas, que lo tenía contra las cuerdas. Lugar al que sus enemigos en el Parlamento, lo volverán rápidamente apenas se comiencen a apagar los fuegos rusos.
Quizás quien más complejo tenga su horizonte la efigie sonriente, que estaba soportando la mayor inflación de los últimos cuarenta años, a la que habrá que sumarles un par de puntos por el aumento de los combustibles y estas dos derrotas de la que sin duda Donald Trump, se las hará recordar de manera constante.
Todos los analistas coinciden en apuntar que la prosperidad económica, la seguridad y la estabilidad del occidente preponderante, que con sus más y sus menos mantiene desde el final de la Segunda Guerra Mundial, se anotan de la guerra que iniciaron contra Moscú.
Y todo esto queda aquí, si los extremistas de ultraderecha, que se han dado un baño de ilusión, corto, pero baño al fin, de rememorar los años del Führer, pretendan llevar sus banderas a sus países de origen, instando a sus compatriotas lo quieran o no a seguir el ideario de Hitler, y lanzarse sobre el sistema establecido, fisgoneando la militancia el nacionalismo ario, cómo en su oportunidad lo han hecho los muyahidines europeos de retorno de la guerra en Siria. Sin olvidar los por los menos quinientos milicianos de al-Qaeda que ya llegaron al frente traídos por la CIA, para combatir por el judío Zelensky, que, desactivado ese frente, pretendan probar fortuna en Europa.
La contraofensiva ha generado espacio para las noticias falsa y ataque de falsa bandera, nada de cierto se conoce hasta ahora de los ataques a la maternidad o al teatro de Mariupol, que no importa de dónde hayan salido los misiles que los destruyeron, la guerra no la ha declarado Moscú, sino Washington, por lo que, en este caso como en tantas otras oportunidades, también es el único responsable.
18/3/2022