Por Osvaldo Jara
Los magros resultados de la delegación nacional originaron un estado de alerta. Algunas reflexiones sobre las metas y objetivos de una política deportiva.
Los Juegos Olímpicos 2020 se desarrollan en una situación compleja. La pandemia genera estragos en distintas regiones del mundo, a pesar del proceso vacunatorio. Sin ir más lejos, la ciudad de Tokio registra alrededor de tres mil caso diarios. A pesar de ello, la prepotencia de las internacionales deportivas impuso el desarrollo de la competencia contra viento y marea.
Esta vorágine lleva por delante políticas sanitarias, sociales y económicas de los países afiliados a Comité Olímpico Internacional (COI). El año pasado la Secretaría de Deportes de la Nación se encontró ante la encrucijada de habilitar la preparación de los atletas argentinos antes de lo aconsejado.
Esta situación evidencia la importancia de debatir y analizar acerca del Modelo del Deporte Nacional. En base a ello se pueden determinar los fundamentos y objetivos de este ámbito, siendo una expresión masiva o elitista según el caso.
Dos paradigmas en pugna
En los últimos tiempos sobrevuela en los medios de comunicación una visión consistente en mensurar una “política deportiva” en base a los resultados en la alta competencia. Bajo este parámetro, los logros de la delegación argentina en estos Juegos serán decisivos para calificar el éxito o fracaso del planeamiento deportivo. Esta mirada se encuentra regida bajo el paradigma de la Cultura Podio.
La Cultura Podio es la estructura diseñada por el liberalismo para consumar sus objetivos. Se alinea con un modelo puramente mercantilista; es decir, resultados deportivos (medallas), económicos, prescindencia de base de deportistas, entre sus principales vectores. En este régimen se resigna al Estado para fomentar la actividad de la comunidad. Por lo general, lo acompaña una estructura mediática, asociada a las macas empresarias, que moldea el sentido de un deporte más observado que experimentado.
En este esquema, el resultado en alta competencia es el único posible. Esta condición provoca de manera casi natural que la conducción de las políticas se concentre en pocas manos. Eso facilita la poca predisposición para promover planes y programas masivos.
Como contrapartida, se encuentra un modelo propio de estas tierras que es resultado de un cúmulo de experiencias. Que entiende al deporte como una política de Estado, planificación que se realiza sobre una comunidad deportiva expandida. Este modelo denominado Cultura Peronista del Deporte requiere del compromiso y militancia de las organizaciones deportivas, dirigentes y atletas.
La Cultura Peronista del Deporte es un proyecto cultural transformador. Su esencia es la práctica de amplias franjas de la comunidad. Bajo el peronismo, el deporte, la educación física y la recreación se encuentra en el marco de la Comunidad Organizada. Estas actividades no se producen de manera improvisada sino que requiere de una planficación en conjunto con las organizaciones libres del pueblo.
Esta cultura se encuentra enriquecida por las instituciones que construyen relaciones democráticas y militancia dirigencial. Este proceso desembocó en experiencias que se encuentran plasmadas en la Ley del deporte (27.202).
La alta competencia y sus conflictos
Durante la primera semana de competencia la delegación nacional no obtuvo resultados alentadores. La medalla de bronce en rugby seven despierta preocupación sobre la perfornance de los argentinos. En deportes con posibilidades de medalla (como el fútbol) hubo una labor deficiente; asimismo, las jóvenes esperanzas no llegaron a la meta esperada.
Al rendimiento deportivo se suma el contagio del garrochista Germán Charaviglio, además de los problemas económicos y de logística que sufrieron algunos deportistas. Los conflictos en el seno del Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (ENARD) es otra circunstancia a tener en cuenta. Los hombres del COA, que suelen mostrarse cada vez que un argentino obtiene una medalla, brillan por su ausencia.
El ENARD es un ente mixto cuyo directorio está conformado por dirigentes desigandos por el COA y la SDN. Hace unas semanas hubo un cortocircuito cuando Gerardo Werthein negó la posibilidad de pagar un charter para los deportistas argentinos que disputaron el Sudamericano de Atletismo en Guayaquil.
El financiamiento se solventa con aportes designados en el presupuesto anual, luego de que el gobierno de Mauricio Macri le quitara el financiamiento propio, como producto de un impuesto a la telefonìa celular. El presupuesto destinado para este año es de $ 1.372.500.000.
Más allá de la ubicación argentina al final de estos Juegos Olímpicos resulta vital reflexionar sobre el modelo deportivo.
El desafìo
Nuestro deporte enfrenta el desafío de sortear el paradigma de la Cultura Podio. La alta competencia resulta un área necesaria, aunque no la única. Argentina registra cifras alarmantes de sedentarismo y obesidad. Según datos del Ministerio de Salud de la Nación seis de cada diez adultos tienen exceso de peso, el 30 % de niños y niñas en edad escolar sufren sobrepeso, mientras que el 6 % son obesos. Estos registros son ejemplificadores del panorama descripto.
Existe la necesidad de tomar medidas que reviertan el cuadro de situación. Para ello es necesario priorizar al conjunto de las organizaciones libres del pueblo, puntales históricos en la promoción de la actividad. En esta línea la institución escolar es parte de una planificación acorde a las exigencias.
La Cultura Peronista del Deporte toma las banderas de un proyecto para las mayorías. Su política promueve la práctica deportiva y recreativa, además de la organización popular. Democratizar la conducción del deporte es otro elemento esencial para cambiar el rumbo definitivamente. Sólo de esa manera se podrá retomar el camino.
30/7/2021