Por Gustavo Ramírez
La serie The Blacklist es una serie bien actuada donde por momentos el guion resuelve baches argumentativos de manera inteligente. Es rápida, pasatista pero bien trabajada. El sentido estético de la misma la hace oportuna y visible.
Si en un momento Years and Years fue el significante del apocalipsis posmoderno, sin ruido y con elegancia sonora, donde el colapso del sistema tomaba por sorpresa a la burguesía inglesa, anestesiada, entregada al paroxismo del consumo en la sociedad de rendimiento, The Blacklist es su símil en relación a los pasillos oscuros de la justicia y el poder económico.
Es en ese sentido kafkiana, si se quiere, pero a su vez, como ocurriera en Years and Years, persiste en su naturaleza narrativa el drama dostoievskiano. Es que el biopoder trastoca los cimientos de la existencia a la vez que trasvolara los valores socio-culturares preestablecidos como estructurantes y afecta por condicionamientos inducidos (escolarización, pedagogía mediática) las matrices cognitivas.
Es posible que gran parte de la población viva ajena a los juegos de las grandes conspiraciones y que las mismas sean vistas como dramatizaciones artificiales lejos de realidad palpable de la cotidianeidad. Sin embargo, en los últimos años, en Argentina, ese drama se hizo carne a partir del armado siniestro que constituyó el macrismo en el poder a favor de la oligarquía.
El empoderamiento de la paranoia no es más que una capa anoréxica y cosmética del poder que no necesita ya de la violencia del Estado para apoderarse de aquello que no le pertenece, como las riquezas de un país. La producción de sentido se torna un elemento clave para la dominación, sobre todo si se tiene en cuenta que lo más importante para el sistema es la dominación cognitiva.
No obstante, el poder del sistema, los grupos económicos concentrados y los sectores políticos de ese poder, no pierden las mañas y recurren a la violencia cuando esta le es necesaria. Por caso basta con observar lo que ocurre en Colombia o lo que ocurrió acá con el fiscal Nisman. Sacrificios humanos para no dejar cabos sueltos, precisamente como la trama de una serie.
El entramado del espionaje macrista responde, de cierta manera, a esta lógica que a su vez es la lógica del mercado. No por algo algunos de los más prestigiosos economistas del mudo sostienen que el poder del mercado es poder político.
Para muestra vale la evidencia que dejó al descubierto la transacción con el FMI durante la gestión neoliberal de Mauricio Macri. Los que produjo un plan sistemático de producción de pobreza estructural, así como entrega de recursos estratégicos, en función del fortalecimiento de las unidades de negocios monopólicas.
En esta línea podemos inscribir el fallo de la Corte Suprema de Justicia a favor de Horacio Rodríguez Larreta, en el marco de la crisis sanitaria que afecta a la población en general. El impacto político del mismo fue orgánico con las demandas y las necesidades electorales de Cambiemos y del alcalde del distrito más rico del país.
Cualquier elemento perturbador a esta lógica debe ser eliminado a como dé lugar y de buena manera de eso se nutrió este entramado de poder construido por el macrismo. Claro, eso se pudo hacer sobre los resabios de la metástasis producida por la Dictadura Cívico-militar, que la democracia no supo y no quiso erradicar de cuajo.
En la era de la hiper-globalización todos somos sospechosos de algo. Hoy, por ejemplo, de ser portadores del virus COVID-19, lo que en algunos países permitió desarrollar un sistema de vigilancia mucho más acérrimo sobre la población, caso China. Antes aquí, fue el discurso de la inseguridad el que promovió la instalación de un entramado de vigilancia sobre los sectores populares. Bajo esa egida la falsa justicia esta tarde dio sentado que un policía tiene carta blanca para matar por la espalda, lo cual nos pone a todos en riesgo.
En todo caso, tal como lo demuestran las series mencionadas más arriba, lo que el sistema impone para interpelarnos es la necropolítica. Pero, ¿todo está perdido entonces? Para nada, la cuestión es darse cuenta contra quién y qué hay que luchar. No siempre esto está del todo claro, aún más cuando lo que no se modifica es el statu quo. El sistema necesita reproducirse para ellos tiene que contar con agentes reproductores y con huéspedes que acepten ser portadores de sus genes.
Lo real concreto no ocurre en la ficción, es cierto, de hecho la ficción ha perdido parte de su encanto frente a lo que tenemos ante a nosotros. Quizá sea necesario prestarle atención a estas maniqueas consideraciones para comprender que sin cambios de fondo no hay futurabilidad posible.
No podemos seguir mirándonos desde la caverna de la colonia. Por ello urge modificar las estructuras dominantes y quebrar los circuitos de circulación del biopoder. Ello no es más ni menos que tomar decisiones políticas que se constituyan de abajo hacia arriba.
Es hora de que quienes nos gobiernan pierdan el miedo a la confrontación y asuman el poder que el pueblo les confirió. No queremos ser la trama de una serie pasatista o hiperrealista, bueno, tal vez algunos sí.
31/5/2021