Por Redacción
Durante el invierno de 1909, en Estados Unidos, cerca de 20.000 mujeres afiliadas al Sindicato Internacional de Trabajadores de la Confección, realizaron una huelga sin precedentes para ese entonces en el país de las “oportunidades”. Los reclamos incluían mejoras salariales, reducción de la jornada de trabajo a ocho horas, descanso dominical y el fin de la explotación laboral de niños.
La lucha alcanzó la firma de acuerdos con mejoras laborales para 300 mujeres de 500 empresas textiles de Nueva York. Sin embargo, la administración de Theodore Roosevelt decidió desoír el reclamo popular ponderando las virtudes del libre mercado y la distribución inequitativa de la riqueza.
Las protestas se propagaron por distintas fábricas. El 25 de marzo de 1911 se desató un incendio de proporciones dantesca en la fábrica textil de la Compañía de Blusas el Triángulo cuyos dueños, Max Blancks e Isaías Harris, fuertes representantes de las políticas anti-sindicales, dejaron propagar encerrando en los distintos pisos a más de 500 personas. El hecho terminó en tragedia, 146 personas fallecieron, la mayoría eran mujeres jóvenes y niñas, migrantes judías e italianas.
En 2011, al conmemorarse 100 años de la tragedia, el historiador estadounidense, Michael Hirsch, expresó: “La ciudad estaba muy afligida. Todos sabían que algo andaba mal, que había algo mal en ese edificio y que tal vez de alguna manera éramos responsables. Y nos llevó a todas las reformas que vinieron después”.
Para la misma fecha, Jane Hodges, Directora de la Oficina para la Igualdad de Género de la Organización Internacional del Trabajo, sostuvo “me encontraba en medio de una multitud de jóvenes bien vestidos, de numerosas tiendas de ropa, cuando de repente encontré la placa en el edificio donde se lee que fue allí que 146 mujeres murieron a causa de las llamas o tratando de escapar del fuego. Me quedé paralizada”.
“Estas mujeres no podían acercarse a hablar con el propietario; tenían que fumar a escondidas porque no tenían permiso para comer. Recibían bajos salarios, trabajaban largas horas, el sábado en este caso, y las puertas estaban cerradas con llave. No tenían derechos, ni protección legislativa o representación laboral. Era la clásica ‘fábrica clandestina’, a un paso de la esclavitud”, recordó entonces la funcionaria de la OIT.
Si bien el presente impone cambios sustantivos para la situación de la mujeres trabajadoras en el mundo, la institución del 8 de Marzo como el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, ha impulsado diversas reflexiones en un contexto de crisis permanente. Tanto ayer como hoy la búsqueda de Justica Social es un pilar de las luchas que encabezan millones de mujeres a lo largo y ancho del orbe.
La matriz constitutiva del liberalismo económico es promotora de desequilibrios sociales estructurales que vulneran derechos laborales y sociales, tales como refleja la historia que conmemora el Día Internacional de la Mujer.
Un reciente informe de la OIT demostró que “a nivel mundial, la pérdida de empleo de las mujeres se sitúa en el 5,0% en 2020, frente al 3,9% de los hombres. En todas las regiones, las mujeres han tenido más probabilidades que los hombres de abandonar el mercado laboral y quedar inactivas durante esta crisis. Los trabajadores peor pagados, muchos de los cuales son mujeres, se han visto gravemente afectados”.
En tal sentido se estimó que “en una muestra de 28 países europeos, sin los subsidios salariales, las mujeres habrían perdido el 8,1 por ciento de sus salarios en el segundo trimestre de 2020, en comparación con el 5,4 por ciento de los hombres”.