*Por Gustavo Ramírez
Mientras mancha las calles con sangre de pobres, Sebastián Piñeira, elige el discurso republicano de la victimización. Como Mauricio Macri en Argentina, el presidente chileno prefiere el desprecio a la instituciones en nombre de una democracia en la que no cree antes que preservar la vida de los ciudadanos. Ambos representantes del capital financiero encuentran en la violencia institucional un placer sádico para imponer políticas que le poder popular no acepta bajo ninguna forma.
La narración ficticia de la grieta se hace pedazos cuando se observa con detenimiento lo que ocurre en la región, en estos últimos días. América Latina es un hervidero producto del avance de las políticas neoliberales esparcidas con voracidad caníbal por el territorio. No es exagerada la visión que tiene el dirigente popular, Esteban Gringo Castro, cuando afirma que este modelo impone un “genocidio social” en cada uno de los territorios.
En nuestro país, la cuestión ya no pasa por el domingo 27. La clave es el 28 de octubre. ¿Cómo va salir a pararse el actual Presidente? ¿Volverá a desconocer la elección? ¿Castigará a los pobres y a los trabajadores con una nueva devaluación brutal? ¿Cómo transitará el camino de la transición?
Macri desprecia a la política. Actúa por raptos emotivos y eso es sumamente peligroso. Sobre todo porque a su lado militan funcionarios fanáticos de la muerte como la Ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, quien aun no ha dado explicaciones efectivas sobre los asesinatos policiales del 2001 en manos del gobierno que ella alentó.
Como afirmamos, a Piñeira y a Macri no les interesan los valores democráticos. Usan la administración del gobierno como garantía de estructuración de negocios. Del mismo modo desprecian a la política. En estos días Macri, perdido, derrotado y resentido, se convierte en un mono con navaja. A partir del 28 de octubre su poder no tendrá valor social y cada una de sus decisiones de gobierno serán abiertamente desacreditadas por la mayoría de la sociedad. Su administración carecerá de legitimidad política. A partir de ello la transición será un enorme interrogación.
Con ese telón de fondo Piñeira y Macri comparten el mismo discurso. Con la idea de apropiarse de la subjetividad social intentan, por todos los medios, instalar la idea de una guerra terminal contra el “populismo”, al que consideran un hacedor del mal. Lo que en realidad muestran es su desprecio hacia las clase populares de las cuales solo esperan subordinación.
Los pobres y los trabajadores, cuando se levantan contra ellos, son considerados salvajes pasibles de ser eliminados si no sirven a los intereses económicos de la gestión empresarial. Del mismo modo, ambos mandatarios, propagan la idea de que los manifestantes sociales son lumpenes salvajes que representan a la barbarie social. En contraposición, ellos, son los cabales representantes de la moral blanca occidental y a su vez los guardianes morales de una Patria que no tienen.
Para el Movimiento Nacional el momento histórico representa un profundo desafío. La postura electoralista, basada en pura estrategia especulativa, sirvió para la sumatoria de votos. Ahora el escenario volvió a mutar dramáticamente y es probable que ante una derrota contundente Macri intente generar un nuevo caos, aferrado a la experiencia chilena. Esa aceleración obligará al campo popular a pasar a la ofensiva para que la bomba no le estalle al nuevo presidente. Por lo que la pregunta urgente es si el Ingeniero llega al 10 de diciembre. Por oro lado ¿es necesario que llegue? ¿Para qué? Si se quiere defender la democracia ¿es necesario preservar a un presidente que, despojado de toda razón social, puede gestar un escenario aun más dramático para millones de argentinos?
Son momentos decisivos para la región y para Argentina. Llegó la hora de tomar decisiones. El próximo lunes despertaremos en un país totalmente distinto, sin dudas. No será el país de Alicia. No obstante algo es seguro, como afirma el escritor peronista Rodolfo Edwards y se refleja en varios países latinoamericanos: “Nunca podrán apagar lo inextinguible”.
“Muchacho, el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio, El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar la memoria”, Leopoldo Marechal.