Por Daniel Capa.
Pese a la necedad (y necesidad) presidencial de ningunear el resultado de las PASO (en consonancia con el sentido del acto propio del 24 de agosto), lo cierto es que los números de las primarias son base para el reordenamiento y diseño de campaña que arrancó formalmente hace pocos días.
El peronismo tiene varios desafíos por delante de acá al 27 de octubre. Dos de ellos predominantes y tendientes a ser el punto de partida del nuevo gobierno a partir de diciembre.
1) Buscar la mayoría electoral superando el 50 por ciento de los votos.
2) Asimilar y encauzar la fuerte demanda popular que estos meses expresa la urgencia social que sufre la Argentina.
En ambos casos, el Frente de Todos tiene claro que no polariza con el macrismo. Dependerá de su propia fuerza para ampliar las expectativas y la esperanza de encarar un modelo económico y social distinto al actual.
Los dirigentes y referentes nacional-populares tienen claro, y asi lo recuerdan todo el tiempo, que la etapa que viene requerirá de un amplio consenso social como puente para la enorme y compleja tarea de reconstruir el mercado interno basado en el consumo popular y la industria nacional.
Para el movimiento nacional, es clave la legitimidad que obtenga el 27 de octubre para ser el claro ordenador de un proceso político que, a vista de la herencia de crisis social y endeudamiento que dejará el macrismo, será un entramado difícil de encarar.
El rumbo general que va marcando la fórmula presidencial para gobernar, el trazo grueso de la etapa que se viene para los próximos tiempos, no muestra un debate interno traumático.
No se vislumbra importantes diferencias entre las principales patas políticas del Frente acerca de las estrategias generales de este momento histórico: Alberto Fernandez, Cristina Fernandez, Sergio Massa y los gobernadores, piensan y dicen mensajes y conceptos parecidos: la etapa que viene es de reconstrucción y reparación de derechos.
El movimiento obrero organizado, el movimiento social, las agrupaciones industriales (especialmente Pymes), la iglesia y otras organizaciones de la sociedad, serán pilares en los acuerdos sociales que el Estado va a conducir.
A la vez que la construcción del voto masivo avanza, como también progresa el armado de la gestión futura, el peronismo deberá contener las urgencias del día a día. La fuerte demanda para abordar ya las emergencias tienen como protagonistas a su propia base social.
No solo se encamina a dar batalla legislativa, sino que, a la par de la campaña electoral, las respuestas inmediatas están sostenidas desde los movimientos sociales y los sindicatos, ejes centrales del apoyo popular a la formula Fernández-Fernández.
La pelea actual por mantener los comedores comunitarios, la realización permanente de ollas populares en la calle, la asistencia militante a niños y jubilados, las acciones para contener el quiebre familiar en los hogares mas humildes, etc., acompaña el proceso de expectativa electoral y a la vez marca la imperante necesidad de medidas urgentes apenas asuma el nuevo gobierno.
Parece difícil que los actuales gobernantes declaren o avalen la Emergencia Alimentaria. Ellos también tienen convicciones y lo han demostrado en estos cuatro años.
Los relatos de curas villeros o de militantes populares de las organizaciones sociales, son escalofriantes: “hay compatriotas que se pelean por la basura”, “viejitos que toman media pastilla para que le alcance el doble”, “los lunes en las escuelas son el peor dia ya que hay chicos que no comieron el fin de semana”, “las deudas familiares en los hogares mas humildes son caóticas”.
El 31 de diciembre de este año tendrá que ser distinto. Este fin de año deberá notarse un cambio material y espiritual en los sectores populares. Parar la caída.
Legitimidad de origen y plan de urgencia.