*Por Gustavo Ramirez
Lo peor no pasó. Mientras el presidente Mauricio Macri monta un stand up para la tribuna, donde luce sin pudor toda su torpeza política, la crisis económica se profundiza con datos que dan cuentan del drama cotidiano que viven millones de argentinos día tras día.
Durante el último trimestre del 2018 la desocupación trepó 1,9 %, respecto al mismo período del año anterior, y afectó al 9,1 % de la Población Económicamente Activa, según reveló el INDEC este último jueves. Desde el gobierno continúan con la fábula de que el actual proceso económico es culpa de la sequía y la causa de los cuadernos. Ambos argumentos resultan absurdos y resaltan la compulsión patológica de Cambiemos a negar la realidad.
Los testimonios que recogemos diariamente, en los programas radiales Puerto Bases y Palabra Sindical, destrozan las fundamentaciones ideológicas que imprime el presidente en sus infantiles alocuciones. La situación en los barrios es dramática y son los trabajadores pobres o sin empleo los que se organizan, a través de los Movimientos Populares, para contener a aquellos que se encuentran al borde del abismo en materia social.
Según el Centro de Economía Política Argentina en el “bimestre enero-febrero los despidos y suspensiones ascienden a 12.352 casos, similar cantidad a la del mismo período del año anterior, que sumaron 12.247 casos”. Los datos reflejan que la caída del empleo no se ha detenido durante el inicio del 2019. El sector industrial es que mayores porcentajes de despidos y suspensiones ha sufrido durante el período señalado con un 68 %. La decisión del gobierno es clara, apuesta de lleno al capital financiero, no ya para salir de la crisis, sino para ampliar los márgenes de ganancias para sus socios en el poder, lo que es equivalente a decir que el rédito del negocio es para ellos mismos.
Durante el 2018 los bancos obtuvieron ganancias en un 128 %. Ya no es el juego de la oferta y la demanda. Es la maximización de ganancias para la banca. Con tazas superlativas, una receta del fracaso ampliado para contener la estampida hiperinflacionaria, el flujo de capital de inversiones se refugia en la timba financiera. En esa orgía económica se produce la transferencia de riquezas en corto plazo y se destruye la matriz productiva general.
Durante los primeros días de la presente semana los Movimientos Populares ganaron la calle, “en el territorio hay hambre y falta trabajo”. No hay mucho más que agregar. El descontento crece de abajo hacia arriba y constituye el contorno de una olla a presión. Los trabajadores de la economía popular sentaron posición y más allá de las intenciones de diálogo del Gobierno, la convocatoria llega tarde y mal barajada. No habrá tregua y la lucha continuará en la calle.
Por estas horas la conducción de la CGT anunció una marcha para el 4 de abril por la “industria y el empleo”. Allí confluirán sindicatos y Pymes. Se proyecta un movilización multitudinaria y contundente. Sin embargo, Héctor Daer, no ha mostrado demasiada ansiedad por acompañar los procesos de resistencia que se plasman en los barrios. Enfrascó a la Central Obrera en la disputa interna electoral y proyectó una agenda de negociación que da lugar a diversas especulaciones. Sobre todo, porque dicha agenda nada tiene que ver con los reclamos puntuales que hoy demanda la clase trabajadora.
La CGT no puede quedar atrapada en la puja electoral. Su misión es otra en este contexto. La ausencia de liderazgo interno y la devaluada legitimidad social conduce a parte del Consejo Directivo a realizar una evaluación de diagnóstico alejada de las demandas populares. Hoy la CGT sólo se encuentra en la calle Azopardo como mera formalidad, se expresa en otros sectores sindicales que entiende que la necesidad de los trabajadores camina por otra vereda.
El gobierno intenta usar esto a su favor, pero no le alcanza. Macri perdió la compostura y se empantana en su propia mentira. Sí, Macri miente y lo hace porque cree que la protección mediática le da impunidad para hacerlo. Desprecia la voz de la calle, lo hace por decisión política pero también por su odio de clase. A diferencia de un año atrás su actual postura lo muestra débil y cercado. Sus apariciones bufonescas no conmueven a quienes padecen la verdad del capitalismo en carne propia. Él insiste que este es el camino. Claro sus socios en el negocio ganan, el pueblo pierde. Pero ese ya no es el juego. El tiempo comenzó a correr, tal vez el final esté cerca.
*Director Periodístico de AGN Prensa Sindical