Pensamiento Nacional

Salario universal para los trabajadores y trabajadoras informales de la economía social, solidaría y popular

*Por Juan Manuel Martínez Chas

El proyecto del Centro de Estudios Laborales

Desde su puesta en marcha el Centro de Estudios Laborales ha ubicado como un tema central de su actuación de acuerdo a los diversos gremios que lo componen la necesidad de que se adopten políticas por parte del Estado en favor de los sectores de la economía informal, de la economía social y solidaria, que hemos pasado a definir desde la construcción sociolaboral “economía popular”.

En ese marco hemos rescatado la experiencia de la Unión Obrera Ladrillera de la República Argentina (UOLRA) y el consiguiente empleo que se ha logrado a través del desarrollo de los emprendimientos familiares. Es por ello que este sindicato ha reformado su estatuto tomando en cuenta esta realidad, para habilitar la afiliación a la Unión de la ”familia ladrillera”, de los titulares de estos hornos artesanales del mundo laboral representativo tanto a los trabajadores en empresas formales y de la economía Popular.

El cambio de autoridades en la Confederación General del Trabajo de la República Argentina (CGTRA), en 2016, dio la posibilidad a la UOLRA de sensibilizar al resto de las organizaciones sindicales sobre este tema, que frecuentemente ha aparecido como separado del mundo laboral representativo de los trabajadores en empresas formales.

La nueva conducción de nuestra máxima Central habilitó la primera reunión de los movimientos sociales en la CGTRA, en octubre de 2016, y un proceso en que UOLRA ha promovido la creación de secretarías de la economía popular en algunas CGT regionales, como experiencia en desarrollo de una instalación nacional en el futuro.

Ahí podemos ubicar el germen entre el puente que se ha profundizado a través de la pandemia entre los trabajadores formales, los trabajadores cuentapropistas o de la economía social y solidaria y los de la economía popular.

El proyecto de la CTEP

Esa economía popular está presente en todos lados, por lo que el caso de la UOLRA es parte de un universo mucho más amplio. Podemos ubicar un momento clave de su crecimiento en la crisis del 2001-2, cuando la pobreza y el desempleo se dispararon rápidamente por la crisis de la convertibilidad de la década anterior.

Los trabajadores argentinos tenían una larga experiencia de creación de cooperativas de trabajo, con base en tradiciones mundiales iniciadas en el siglo XIX que buscaban alternativas al trabajo en relación de dependencia. Empresas propias, como respuesta a otros momentos de crisis. Desde fines de los años cincuenta, las políticas de ajuste de la economía llevaron a una nueva ola de empresas de trabajadores, como recurso para mantener las fuentes de trabajo de empresas estatales privatizadas.

La crisis del 2001-2 agregó un impulso generalizado al fenómeno de las “empresas recuperadas”, ante quiebras. Por una vía paralela, no ligada al sistema cooperativo ni a instancias organizativas de los propios trabajadores, apareció con una nueva magnitud lo que llamamos economía popular, nacida desde los trabajadores excluidos para crear sus propios trabajos como estrategia emancipatoria y de autosubsistencia.

Las políticas estatales de transferencia de ingresos de emergencia, durante esa crisis, fueron un proceso que ayudó en este sentido, en la medida que algunos beneficios quedaron vinculados al trabajo. Esto llevó a su vez una mayor conciencia de los propios trabajadores de la economía popular, y a formas organizativas propias.

El escenario estaba planteado para la emergencia de, primero el movimiento “piquetero” y luego la estructuración de una entidad que agrupara los distintos sociales: en 2011 nace la CTEP, Confederación de Trabajadores de la Economía Popular.

El gobierno de esos años (2011-15) registró estas nuevas demandas, y dio participación a representantes de la CTEP en el Ministerio de Desarrollo Social, lo que influyó en que sus programas se incorporan en una mayor medida a sus miembros en los programas a su cargo.

Incluso, a fines del 2015, la CTEP obtuvo, por primera vez, el reconocimiento formal de la importancia de las organizaciones sociales representativas de los trabajadores y trabajadoras de la economía popular, desde una perspectiva propiamente laboral, al establecerse la denominada Personería Social en el ámbito del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social.

La nueva etapa de la UOLRA confluye entonces con estos desarrollos de manera natural: el episodio clave en la marcha de los movimientos sociales, cuando en agosto del 216 la CTEP alcanzó un fuerte momento de exposición, durante la marcha de San Cayetano. Esta situación llevó a la aprobación de la Ley de Social 27345, que estableció el Salario Social Complementario, entre otros derechos para los trabajadores de la Economía Popular.

La actual difusión del concepto de Renta Básica Universal en el marco de las enseñanzas del Papa Francisco

En una perspectiva mundial, el trabajo en lo que denominamos economía popular está presente en muy distintos grados. Pensemos que en los países de mayor desarrollo (EEUU, Japón, los europeos) la proporción de trabajadores en relación de dependencia suele ser alrededor del 90% de la ocupación total. El margen para trabajo que no depende de un salario es mínimo.

En el resto de los países, esto cambia totalmente, y ese empleo, informal, social de subsistencia adquiere una importancia central, tal cual fue cotejado en la actual crisis Mundial a instancia del COVID- 19. Por lo tanto, la economía popular es un fenómeno mundial, que en la tradición de la OIT queda vinculado con lo que se denomina “informalidad laboral”.

En los países avanzados, la “tercera” revolución industrial, basada en la tecnología informática digital y cambios en la organización del trabajo en favor de formas flexibilizadora, ha llevado a una tendencia al aumento del empleo asalariado precario y al empleo autónomo. Esto también se observa en nuestros países, en una menor dimensión.

Desde hace diez años, queda claro que el mundo avanza hacia una “cuarta” revolución industrial, que aumenta esa tendencia, y eso ha llevado a que reaparezca el interés en muchos países por encontrar políticas que encaren este problema desde la raíz.

Es el caso de propuesta de “Renta Básica Universal” o el “Ingreso Garantizado”, que si bien fue planteada hace doscientos años, tiene un desarrollo de varias décadas, desde los estudiosos y algunos gobiernos.

Una definición sobre la que existe consenso general es que es una “asignación monetaria universal permanente e incondicional”, es decir, se aplica a la totalidad de la población de un país, sin límite de tiempo, y sin contraprestación alguna. Esta propuesta va en dirección a liberar a la enorme mayoría de la población (excepto el pequeño grupo rico rentista) a tener que vivir buscando un trabajo que le permita una existencia digna, junto a su familia.

Si el comportamiento empresario habitual busca el menor costo laboral posible, los cambios
tecnológicos y organizacionales aumentarán su poder de negociación, hacia un mayor componente de precariedad y, en general, una mayor tendencia al desempleo. La única forma de reequilibrar la situación, dice esta propuesta, es que la gran mayoría de la población tenga un ingreso permanente, que le permita encarar con mayor facilidad la búsqueda de un empleo remunerado o directamente la producción de manera autónoma.

Es que esta perspectiva parte de la base que el trabajo humano es indispensable para las personas no sólo por la necesidad de ingresos, sino como canal de realización personal. Pensemos en las enseñanzas del Papa Francisco desde el Vaticano, que con la Laudato SI y otros textos reveladores desarrolla una concepción sobre la “centralidad del trabajo”.

Revisemos rápidamente esos pensamientos, con citas textuales:

-“Más allá de los intereses limitados de las empresas y de una cuestionable racionalidad económica, el objetivo prioritario es el acceso al trabajo por parte de todos, y una vida digna a través del trabajo. El trabajo no puede entonces considerarse como una mercancía ni un mero instrumento en la cadena productiva de bienes y servicios.

-“La centralidad del trabajo en la vida humana excede con creces su dimensión económica. El trabajo hace posible el desarrollo de todas las potencialidades y también de la cooperación. Es el medio que hace posible la vida de cada familia y la convivencia en comunidad. La persona florece en el trabajo. Persona y trabajo son dos palabras que pueden y deben juntarse. El trabajo es una necesidad, parte del sentido de la vida, camino de maduración, de desarrollo humano y de
realización personal.

-“Desde la perspectiva abordada, el trabajo:
a. es el ámbito de un múltiple desarrollo personal, donde se ponen en juego muchas dimensiones de la vida: la creatividad, la proyección del futuro, el desarrollo de capacidades, el ejercicio de los valores, la comunicación con los demás, el desarrollo espiritual, el progreso moral, la mejora material.

b. es el estructurador de la identidad personal y colectiva y de una vida buena en sociedad. – es la clave esencial de toda la cuestión social: el trabajo condiciona no sólo el desarrollo económico, sino también el cultural y moral de las personas, de la familia, de la sociedad.

c. es la clave para el desarrollo social, ocasión de intercambio, relaciones y encuentro. Esta mirada deja un lugar al no-trabajo: la persona no siempre tiene que trabajar. La cultura del ocio es saludable, es una necesidad humana.

En este marco, la preocupación de Francisco señala que “la mercantilización del trabajo lleva a la deshumanización sustitutiva en forma de automatización y robotización, a las posturas del “fin del trabajo” y al determinismo tecnológico y el nuevo paradigma neoliberal: “no hay alternativa”. Al fenómeno general de la explotación y la opresión, el Vaticano agrega una nueva dimensión: los
“descartados” (“desechos”, “sobrantes”).

La diferencia está en que con la exclusión queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está en la periferia (“abajo”), o sin poder, sino que se está “fuera”, en condición de sujetos “sin horizontes, sin salida”. Esta cultura del descarte considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo.

Francisco ubica entonces la importancia de la economía popular como estrategia de sobrevivencia de los excluidos, y nos convoca a las organizaciones sindicales a establecer una alianza clara con los movimientos sociales que los representan.

Hoy ese vinculo es mas profundo luego que la CTEP en el mes de Diciembre de 2019, diera un paso dirigido a integrar el Movimiento de los Trabajadores transformándose en una herramienta sindical la UNION DE TRABAJADORES Y TRABAJADORAS DE LA ECONOMIA POPULAR. (UTEP).

El “Salario Universal”

Pero Francisco acaba de dar un paso más, incorporando el tema del “Salario universal”, que coincide con el enfoque de la Renta Básica, aplicado a los trabajadores de la economía popular, pero reafirmando a través de su magisterio la palabra SALARIO UNIVERSAL, por su posición trascedente, vinculada a la labor del hombre y la mujer, en el marco del cual el mismo debe ser garantizado así como sus condiciones materiales para la subsistencia o la nueva denominación
de trabajo digno.

Es remuneración garantizada para el sumo pontífice. A los hermanos y hermanas de los movimientos y organizaciones popular” el 12 abril 2020 ha dicho: “Ustedes trabajadores informales, independientes o de la economía popular: tal vez sea tiempo de pensar en un salario universal que reconozca y dignifique las nobles e insustituibles tareas que realizan, capaz de
garantizar y hacer realidad esa consigna tan humana y tan cristiana: ningún trabajador sin derechos”.

Con estas enseñanzas, se cierra el círculo virtuoso entre nuestra experiencia y la UTEP en su conjunto, alrededor del “Salario Social Complementario”. Ahora es el momento de profundizar en esa estrategia, considerando que lo avanzado hasta el momento es sólo el comienzo de una verdadera aplicación del concepto, ahora en el marco del debate local y mundial sobre el Salario Mínimo. El año 2020, marcado por el drama del Covid.19, tiene que ser el momento para
relanzar nuestra perspectiva.

La perspectiva del Papa Francisco

Hay otro proceso paralelo a nivel mundial que da trascendencia y significancia a nuestro proyecto: en 2015 el Papa Francisco da a conocer su Encíclica Laudato SI, y luego, en 2017 su documento de base para la Tercera Cumbre Mundial de Movimientos Sociales, que tuvo además una actividad complementaria de difusión con las organizaciones sindicales.

En estos textos, se elabora en un grado definitivo la estrategia de los movimientos sociales y el sindicalismo hacia la economía popular, encuadrada en el concepto de “centralidad del trabajo”, y de “movimiento de trabajadores”, como lugar de encuentro entre el sindicalismo y la “periferia” del mundo laboral. Es, entonces, una convalidación de la perspectiva de la UOLRA y la ahora UTEP, ahora desde una jerarquía máxima.

Más recientemente, el Papa Francisco avanzó hacia el otro eje de nuestra perspectiva: políticas sociales que permitan a la economía popular trascender su actual situación hacia otra superadora.
A continuación, se resumen (de manera textual) estas enseñanzas.

II. Organizaciones sindicales y movimientos populares

Las organizaciones sindicales están afectadas por la existencia de una “ingeniería política” a la que sólo parece interesarle construir gobernabilidad para contener las demandas sociales y colectivas, en el marco de un institucionalismo formal que desconoce su potencialidad democrática. También se encuentran situaciones en que directamente son perseguidas y se les niega la representación y negociación colectiva.

Hay que recordar el significado de la palabra “sindicato” en griego: “justicia – juntos” (“dike”: justicia y “syn”: juntos), y sigue con la historia de la cuestión obrera y el conflicto capital-trabajo, enfrentando las distintas formas de explotación (salarios bajos, falta de seguridad laboral). La consigna es que “no hay una buena sociedad sin un buen sindicato”. Se necesita “organizar con fines de justicia”, enfatizando la experimentación, actualizando legales y compromisos.

Existe una trayectoria, una experiencia acumulada, un recorrido, en que deben identificarse elementos, cuestiones cruciales, prácticas efectivas, experiencias de organización institucionalizadas a lo largo del tiempo.

Los sindicatos deben individualizar los nuevos derechos de los trabajadores, en el marco de la cuarta revolución industrial, y nuevas formas de participación y organización. que le otorguen sentido, contenido y dinámicas transformadoras al sindicato. No pueden encerrarse en la defensa corporativa de su sector, de los que están “dentro” (o ya están retiradas), deben “renacer” trabajando “en las periferias”, “alargar la mirada” más allá de las propias filas.

El sindicato no realiza su función esencial de innovación social protegiendo los derechos de quienes todavía no los tienen. Caso contrario, el sindicato corre el peligro de perder su naturaleza profética y de volverse demasiado parecido a las instituciones y a los poderes que, en cambio, debería criticar.

La cuestión de los “descartados” reaparece desde el punto de vista de su propia organización: los movimientos populares. Estos tienen un rol esencial, no sólo exigiendo y reclamando, sino fundamentalmente creando.

Cuestionan las macro relaciones desde su arraigo a lo cercano, desde su realidad cotidiana, desde el barrio, desde el paraje, desde la organización del trabajo comunitario, desde las relaciones persona a persona.

Estos trabajadores fueron inventando su propio trabajo con su artesanalidad, su trabajo comunitario, sus cooperativas y empresas recuperadas, sus ferias y oficios populares. Su economía no es sólo deseable y necesaria sino también es posible. No es una utopía ni una fantasía. Es una perspectiva extremadamente realista. Este capítulo incluye una crítica al papel estatal, en cuanto su frecuente asistencialismo paternalista.

III. El salario universal en Argentina

Este salario universal o mínimo en Argentina, no será RENTA SINO SALARIO, aquí la terminología es muy importante. Hablamos desde la cultura del trabajo garantizado y de los poetas sociales que han creado sus propios puestos de trabajo.

En el marco del sistema capitalista evidentemente no todo el empleo es productivo y en esa concepción que hay que cambiar se desdeña los trabajados de naturaleza comunitaria y creados de las propias construcciones sociales, economía cuidado, reciclado, los emprendimientos familiares, Textiles y producción de alimentos (Agricultura Familiar).

Se trata de poner en valor estos trabajos, y asignarles una remuneración con protección social en gran escala que sirva fundamentalmente para obviamente incluir en el seno del trabajo decente y lo que el Papa denomina trabajo digno, a este conjunto que ha demostrado ser millones de trabajadores, muestra de ello lo constituye el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE- decreto 310/20) que rebasó con creces las propias estadísticas del Estado.

El mismo debe seguir con estas consignas y puesto en valor conforme lo indicado. Debemos encontrar donde el trabajo garantizado y el salario mínimo universal en un proyecto global
y nacional contra la precarización sean la base de reconstrucción nacional.

De esa manera esa medida implicara el eje central para combatir la pobreza y la informalidad y poder dejar de lado las desigualdades estructurales y de género que son preexistentes y se han manifestado con contundencia en esta reciente pandemia.

Los excluidos y descartados han caído fuera del sistema, ni siquiera puede asimilarlos con los obreros explotados de fines del siglo XIX que podían recibir un salario aunque más no sea, consistente a su reconstitución de su fuerza de trabajo para que pueda volver a ofrecer a su empleador el día siguiente, en este caso estamos con trabajadores que son víctimas del descarte al que hay que lograr una etapa muy fuerte de solidaridad, de apoyo estatal para el logro de la subsistencia necesaria pero a través del trabajo, no desdeñando las cadenas productivas y las alianzas con el capital nacional.

La re significación del trabajo, es sin duda la re significación del bien común y la vida, colocar en concreto el trípode Tierra, Techo y Trabajo, que el Papa Francisco ha resumido como la virtualidad más presente de la doctrina social de la iglesia. Este eje a través del Salario Mínimo y el Nuevo Trabajo en su amplia concepción, aquel que sostiene la vida, será la base para la reconstrucción de
nuestras sociedades.

 

 

 

*Abogado Laboralista. Docente. Doctor en Derecho del Trabajo (UNTREF). Master en Empleo, Relaciones Laborales y Dialogo Social (UCLM) Asesor Legal de Sindicatos.

El presente artículo fue publicado originalmente en el DOSSIER DE PRENSA II – CENTRO DE ESTUDIOS LABORALES. Dada las características del debate actual adquiere relevancia, vigencia y actualidad la perspectiva asumida por quienes día a día aportan al pensamiento nacional.

Fotografía de interior: prensa UTEP, prensa UOLRA. AGN Prensa.

19/10/2021

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