Opinión

Rutas Argentinas

*Por Lautaro Fernández Elem

La comparación surge de lo gestual, y lo gestual muestra contenidos. A diferencia de la reflexión de un sector de la militancia popular y de varios medios afines al período anterior, el resultado electoral tiene influencia pero no es determinante para la nueva conformación orgánica que tenga la CGT.

Previo a la conformación de listas, Héctor Daer se despegó del accionar massista, lo mismo que Carlos Acuña, en tanto  Juan Carlos Schmid fue vetado por el peronismo santafesino: ni siquiera se le permitió usar la sede del Partido Justicialista de aquella provincia para realizar un acto de campaña. Sergio Romero, titular de la UDA y hombre cercano a Daer, tiene su lugar en la boleta de “Bali” Bucca, que encabeza Florencio Randazzo como precandidato a Senador. Este reemplazo ante el no ofrecimiento al triunviro, lo desata de cualquier ligazón con este “tercer sector” del peronismo, sin embargo, lo une otro lazo que es la relación que aceptó y fomentó con las distintas organizaciones de trabajadores de la economía popular que aspiran a ser parte oficial de la central en el 2018.

Volvemos al apellido Moyano. En el último plenario de secretarios generales realizado en Ferro no hubo prácticamente Camioneros, sólo un pequeño pero ruidoso núcleo de recolectores que junto a la gente de Dragado y Balizamiento se encargó de chiflar e incomodar el discurso de Daer y aplaudir el de Leonardo Fabre, quien se descargó contra Macri y reiteró el pedido de un paro general. En su carácter de Secretario Gremial, Pablo llamó a un plenario de regionales para el 17 de Agosto, convocatoria que fue “desconvocada” por hombres como Daer y Cavalieri por un lado, y por la UOM por otro ya que no se trataba de una línea consensuada y que además se arrogaba facultades de la secretaría de Interior que ostenta el Barba Gutiérrez.

Orden. MASA, Corriente Federal, 62, Gordos, Moyanistas e ¿independientes? A algunos elementos de esa enumeración de sectores deberíamos retirarle las bases de sus sindicatos, que sea cual fuere la posición superestructural, sufren el embate del macrismo y están dispuestas a asistir a cualquier convocatoria que lo enfrente. Pero para ser coherente, es preciso admitir que algo que destaca en la organización del movimiento obrero argentino es su organicidad y fortaleza en la defensa de su(s) conducción(es).

Cuando Hugo Moyano y Cristina Fernandez de Kirchner acordaron estar en desacuerdo hace ya varios años, comenzaron a fortalecer posiciones similares por canales distintos. “Lo que no conduzco, no vale la pena”. El peronismo tiene por lo menos tres expresiones electorales en la Provincia de Buenos Aires y la ex presidenta no intentó sintetizarlas. Por su parte, el movimiento obrero ha ordenado sus fracciones: de las tres CGT y dos CTA pasamos a dos grandes centrales desordenadas pero cohesionadas. En su intervención en Ferro, Schmid dijo “no seamos hipócritas, el camino de la unidad es duro, por eso somos un triunvirato”. Y parece ser la expresión más acertada, la unidad se ha palpado en las calles, pues en los sillones, no resultó factible. Y Hugo, Pablo y hasta quizás Facundo han participado de esa realidad.

Desde hace meses, el diálogo entre el MASA, la UOM, la CATT e incluso la Corriente Federal es asiduo. No quiere decir esto que tengan las mismas posturas, pero sí que están dispuestos a fortalecer la unidad de la CGT si lo demanda la etapa. La muerte del Momo Venegas volvió a acercar a las conservadoras 62 Organizaciones, que se mostraron dispuestas a participar de la concertación. En medio de todo esto, Moyano se reunió con Sergio Palazzo y envió mensajes ambiguos a la CFT, tironeó con el MASA la relación de las 62 y confrontó directamente con los sindicatos mayoritarios de servicio que conforman la mayoría del Consejo Directivo. Desde el triunfo del macrismo el retroceso del movimiento nacional es evidente. No solo se expresa en el hambre y el desempleo, sino también en la dispersión de la militancia y la desunión de la dirigencia.

La Confederación General del Trabajo sufre una crisis de conducción. Ante la misma, ninguno de los sectores con referencia institucional asoma la cabeza, intenta romper el molde y confrontar con fuerza. Hacerlo arrastraría detrás de sí a buena parte de los sectores y dejaría a otros más cerca de la ruptura negociadora o moderada. Esta ruptura se está intentando evitar desde las franjas con mayor “conciencia política”, pero la unidad con todos adentro atrasa y dilata la posibilidad de dar una respuesta frente al gobierno nacional. El desafío sobre el que pudo surfear alguna vez el moyanismo fue contener y confrontar al mismo tiempo. Lamentablemente, durante mucho tiempo contuvo sin representar. Hoy, cuando los trabajadores depositan confianza en sus estructuras gremiales pues las sienten capaces de una respuesta contundente, se está al borde de perder la principal herramienta para realizarla: la unidad de la CGT.

Durante los primeros meses post-derrota, Cristina fue la esperanza de concertación del movimiento nacional y Moyano la del movimiento obrero. No podemos decir que fracasaron, sino que no se lo propusieron. En su lugar, se posicionaron frente al macrismo discursivamente, pero aportaron al desorden de las organizaciones que esperaban algo de ellos. El Frente para la Victoria limitó la articulación de los bloques en el Congreso y el moyanismo se ocupó de enrarecer los espacios orgánicos de la CGT y de negociar salarios con un techo bajo mientras declamaba la necesidad de confrontar al modelo.

Nada está perdido. Ambos tienen la oportunidad de ser puntales de unidad y organización de cara a 2019. La oportunidad perdida del 2017 quedará atrás, volver a las bases y escuchar a todos los sectores.

*La Señal Medios / Sindical Federal / Desde el Barrio

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