Opinión

Ropa sucia

Por Gustavo Ramírez

La noción articuladora de la marcha del 17 de Agosto es la desesperación. Un segmento minoritario de la población híbrida, ideológicamente hablando, montó un espectáculo circense a expensas  de una futurabilidad desconocida que tiene arraigo en el presente, donde el sistema tradicional hace agua y deja en evidencia el fracaso de las políticas de consumo y del goce, como frutos de un desarrollo artificial y necrológico.

Estas movilizaciones son la expresión de individuos que atesoraron la ilusión prometida por el capital, en tanto que reniegan de lo comunitario tal como impuso la doctrina neoliberal en su dominación socio-cultural. Por eso es erróneo fagocitar estas marchas desde el odio. La negación, que predispone al individuo a no reconocer la historia y su propia identidad borrada en ella, dispone  al participante a expresar su irrealidad erigida como  verdad. Esa verdad es la negación de la crisis del modelo que defienden.

Lo que promueve, en todo caso, la oposición con estas manifestaciones es la ética del mercado que necesita la gestación de escenarios de confusión para mantener su status quo invariable. Lo que no están entendiendo estos sectores es que el modelo de representación que erigen sobre el valor del capital entró en crisis, con ello todo lo que representan.

La República que dicen defender es producto de un artificio que no se ajusta con la realidad verdadera. El actor Luis Brandoni es el exponente de ese individuo esquizofrénico que el capitalismo alimentó a lo largo de su historia. Un parásito intransigente que se auto-asignó el rol mesiánico de salvador de la Patria avalando políticas del despojo y del descarte. Pero aun más perverso es el rol de Patricia Bullrich. La ex Ministra de Seguridad y ex Ministra de Trabajo de la Alianza, actúa a conciencia de su perspectiva desestabilizadora mintiéndole a propios y extraños, inventado una farsa que puede terminar como tragedia para sus propios seguidores.

Bullrich es una ferviente militante de Tánatos, su historia política confirma esta labor a favor de los que gestaron modelos de muerte en detrimento de la vida de la Nación. Su intervención en los crímenes perpetrados durante el 2001 no ha sido debidamente explicada a la población, así como tampoco ha respondido por la muerte de Santiago Maldonado, ni por el sistema represivo montado por el régimen al que adhiere.

Su convicción violenta se alimenta de una ideología funcional a la oligarquía y a los sectores más reaccionarios de la derecha, no obstante, se florea por los medios mercenarios dando clase de moral y de democracia, tal cual lo pueden hacer muchos agentes del imperialismo. Esta actitud desesperada , vacía de contenido ideológico y político, es a su vez la representación de la reacción del sistema ante la intensidad de su desmoronamiento. No obstante, aun no es su fin.

El que no se tiene que confundir acá es el Movimiento Nacional. El agotamiento del modelo no significa para nada el fin del capitalismo, la historia nos ha mostrado que la capacidad del mismo para reacomodarse es efectiva, ni significa el surgimiento automático de un nuevo sistema popular. La construcción emergente de esta crisis todavía está por definirse, las señales del gobierno, por el momento son ambiguas, incluso hasta para condenar estas manifestaciones que contradicen su propia autoridad sin que él mismo ponga límite alguno.

La reacción inmediata del gobierno, a través del Jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, fue infantil y hasta puede darle aire a la oposición. El funcionario declaró: “Le pedimos perdón a los trabajadores de la salud por no haber podido evitar la marcha”. Esta declaración es de un error táctico alarmante porque muestra a un gobierno apichonado, que sigue sin ganas de salir a confrontar, mientras su adherentes tienen la sangre caliente y reclaman actuar con decisión sobre estas minorías desestabilizadoras.

Henry Kissinger manifestó en abril de este año: “La pandemia ha provocado un anacronismo, un renacimiento de la ciudad amurallada en una época en la que la prosperidad depende del comercio mundial y el movimiento de personas…La democracias del mundo necesitan defender y mantener sus valores de la Ilustración. Un retroceso global del equilibrio entre el poder y la legitimidad hará que el contrato social se desintegre tanto a nivel nacional como internacional”.*

No hay que perder la mirada. El foco no debe estar puesto solamente en la minoría que se moviliza sino en los intereses que están detrás de la misma. El gobierno no debe perder el eje de su rol frente al Estado. La imposición de límites es necesaria cuando un grupo minoritario pone en peligro al  conjunto de la comunidad. Esto no es un juego de buenos contra malos, sino de poder, de la Patria contra la anti-Patria. De la comunidad contra el individualismo mercantilista y fabricador de consumidores.

Las actitudes del Gobierno ante estas manifestaciones abren un marco de duda. Es objetivamente claro que no hay lugar para la negociación con estos sectores, si en verdad, lo que se pone en riesgo es la vida de millones compatriotas. Por otro lado, el Ejecutivo no tiene que salir a pedirle perdón a los trabajadores y trabajadoras de las salud, tiene que actuar, tiene que hacer cumplir la ley. Como demostración de respeto hacia ellos y hacia los miles que perdieron la vida por esta pandemia. De lo contrario la soberanía del ejercicio del poder será levantada por estos grupos reaccionarios y terminarán por imponerse por encima de las decisiones gubernamentales. Lo cual sabemos como termina.

Los militantes del libre mercado no quieren perder su zona segura. Tampoco lo que quiera hacer el Gobierno de la Ciudad que terminó por demostrar que su política no está dirigida a la superación de las diferencias sino al mantenimiento de la rentabilidad comercial y financiera del Capital. Todo lo que engloba al discurso de Larreta es mero cinismo.

La pregunta es porqué lo obvio no resulta tan obvio para el gobierno. ¿Cuál es el  nombre del juego? Mientras tanto la cifra de muertos y contagiados sube. Los números presentados en las últimas horas empiezan a no resultar creíbles ante las noticias que “llegan del frente de batalla”, donde los que caen son los trabajadores y trabajadoras esenciales.

Si bien el modelo del capital está en crisis no quiere decir que haya fenecido, ni mucho menos. Por el bien de todos Alberto Fernández tiene que tomar la decisión de avanzar sobre estos sectores y encaminarse a la construcción de la ética del pueblo en defensa de la Comunidad Organizada, saliendo de las trampas que generar la social democracia.

 

 

 

*Fragmento del artículo citado por el pensador Esteban Montenegro en Intelectuales sin Brújula del libro Un Mundo que Apesta, Editorial, Nomos.

 

 

18/08/2020

 

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