Opinión

Rigel: El abrazo de la memoria

Por Gustavo Ramírez

En silencio el mar acaricia la costa. Sus aguas traen rumores lejanos, voces que parecen distantes. hay días que para el común de la gente pasan sin sobresaltos, pero todo pende de un hilo delgado, fino, demasiado fino. Mirar el mar puede significar muchas cosas, sin embargo para los familiares de los tripulantes del Buque pesquero Rigel esa visión atesora recuerdos tan duros como profundamente humanos.

El tiempo cuaja dentro del alma. Cala en los huesos tanto como el dolor de la pérdida, de las ausencias. En cuatro años, para los hombres y mujeres que aun buscan justicia para sus seres queridos, pasaron muchas cosas. Una de ellas sin dudas fue aprender a vivir lejos de las palabras, las caricias, las risas, las lágrimas, las alegrías, las broncas, las tristezas, los festejos, las celebraciones, de los suyos. Es que ellos no están, pero no se han ido.

Hace cuatro años el equipo de AGN Prensa llegaba al Puerto de Mar del Plata para cubrir el hundimiento del Rigel. El día anterior nos habíamos puesto en contacto con Guillermina Godoy, madre del tripulante Nahuel Navarrete. Ese día gris, frío y desolado nos encontramos antes de ingresar a la sede de Prefectura donde las autoridades brindarían el parte diario sobre la búsqueda del pesquero.

Sin conocernos nos fundimos en un abrazo conmovedor. Inolvidable. No había lugar para la racional, distante y tradicional posición del periodista. No, no somos eso, pensamos. Entonces nos permitimos emocionarnos con la madre que dolía por su hijo. Todos nos desarmamos, era necesario, imprescindible. Rato después, el Prefecto Mayor Gabriel Cartagenova, desnudó ante nosotros la miseria posible que cabe en el destrato y en la deshumanización de la dramática situación.

La Ciudad Feliz también se hacía eco de esa desoladora indiferencia que se respiraba en el aire. Por entonces los cuestionamientos internos tenían que ver con el cómo. ¿Cómo se hace para seguir después de tanto? Ahora, en presente, la respuesta se plantea sola pero en silencio interno. Tal vez no hay superación sino un acomodamiento necesario a la situación. Pero el dolor no se va, habita muy adentro como un fantasma en una casa vacía.

Como sociedad las deudas siguen impagas. Nos revolvemos en el lodo rasgando nuestras vestiduras en discursos morales, ligeros, adecuados a las circunstancias del momento, obligándonos a naturalizar las tragedias. El sentido común suele ser tan desgarrador como miserable y la solidaridad que se pega a las paredes del olvido con las mima liviandad que las palabras se pierden en el tiempo.

A cuatro años del hundimiento del Rigel, Guillermina Godoy, como el resto de las y los familiares de los tripulantes continúan buscando justicia. Ellos tuvieron que comenzar de nuevo, cargando un peso que ya no se quitará. Pero el dolos no los arrodilló, tal vez sea el amor, ese amor que solo se puede conocer si se experimenta, el que les da una fuerza casi sobrenatural para continuar luchando. Ahí están. No se rinden y no lo van a hacer.

En declaraciones a la prensa marplatense la madre de Navarrete expresó: “Es importante seguir visibilizándolos a ellos y que desde ellos salga todo esto. Nada es porque sí, aunque siga sin entender, sin aceptar lo que pasó. Pero ellos tienen que ser visibilizados”.

“No hay que decir nunca más ‘son más de tal número’, porque tienen nombres y apellidos. Son la historia de la pesca y de las ciudades portuarias. La memoria también es buscar justicia y necesitamos que se terminen estas sumas de víctimas”, pidió.

Los apólogos de las estadísticas pretenden parcelar el dolor, las angustias, las resistencias, las luchas. Hay una Argentina de la que damos cuenta a diario que arde y duele, que no suele encontrarse en las distinciones ideológicas y en los debates de superestructura. Una Argentina humana que parece desterrada del radar mediático pero está ahí delante de nosotros.

Olvidar es anestesiarnos. Eso querían los que espiaron a los familiares de Ningún Hundimiento Más, por ejemplo. Pero eso no es posible. El pueblo, la gente de trabajo, no quebranta su ética con espejismo coyunturales u operaciones de desprecio, descarte y miseria.

Nahuel Navarrete, Rodrigo Sanita, Néstor Rodríguez, Cristian Osorio, Rodrigo Blanco, Jonatan Amadeo, Carlos Rodríguez y Pedro Mierez, no han sido olvidados y esa tal vez sea la mayor victoria de estos cuatro años, aunque no alcance para mitigar lo que sus familiares sienten.

 

 

9/6/2022

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