Opinión

Que los pastores huelan a ovejas.

*Por Gustavo Ramírez

El cierre de listas reflejó el acuerdo de unidad que, en el campo popular, vincula tres patas necesarias para la conformación de una estructura amplia que permita ganarle a Mauricio Macri en octubre. Alberto Fernández, Sergio Massa y Cristina Fernández de Kirchner aseguraron su terruño parlamentario en un armado híbrido que relegó ostensiblemente, una vez más, al Movimiento Obrero.

El juego político consustanció la variable de fragmentación que fustigó al sindicalismo durante el periódico de gestión neoliberal. Para algunos dirigentes gremiales la consecuencia de la división es absolutamente lógica, pero juega en detrimento de una necesidad imperiosa que es la representación legislativa para tener un reaseguro a la hora de fomentar leyes favorables para la clase trabajadora. Del mismo modo que urge definir si el Movimiento Obrero, en un posible nuevo período de política nacional y popular con anclaje peronista.

En el resto de los espacios políticos la suerte sindical es la misma, claro que en ese sentido se explica con mayor efectividad dadas las características ideológicas de dichos nichos políticos que abrevan del neoliberalismo.

No obstante, cabe preguntarse sobre la conformación de la unidad que, más allá de las expresiones voluntaristas, vuelve a subvertir como furgón de cola a las expresiones sindicales. Los alegatos entusiastas cifran su regodeo analítico en la participación segmentada del Movimiento Obrero en la representación del Frente de Todos. Sin embargo, la manifestación circular de la obsecuencia debida soslaya el dato intrínseco que emerge de la unidad ocasional: No hay una acción práctica en torno de quienes son la voz de su propio espacio. Hay un error conceptual habitual en los comunicadores populares en dar por absoluto las partes del todo. De manera imprecisa ciertos actores comunicacionales esgrimen porcentajes de aglutinamientos solo para operar de manera lineal a favor de una expresión de deseo más que de una realidad efectiva y soslayan el permanente ninguneo que se hace al campo sindical y a los Movimientos Sociales.

Sin menospreciar la buena salud de la unidad política vale pensar críticamente sobre los reiterados desplantes que padece el sindicalismo en la esfera política de lo mentado como nacional y popular. Las luchas de los últimos tiempos y la resistencia popular no la gestaron los cuadros políticos que hoy ocupan espacios en las listas. La agenda progresista suele despreciar las iniciativas sindicales, en todos los aspectos, sin dar cuenta los logros obtenidos en batallas ganadas por los trabajadores.

A partir de allí cabe preguntarse ¿Cuáles serán las alianzas estratégicas para estructurar políticas que favorezcan a la clase trabajadora si se pretende, una vez más, domesticar al Movimiento Obrero dentro de un esquema que realza personalismo y subvierte al segundo plano las acciones colectivas? A su vez el sindicalismo se debe un profundo debate que implica la necesidad urgente de cambiar ciertas estrategias que lo han relegado a posturas cuasi pasivas, en términos políticos. El barrido ideológico gana voluntades en la medida que se desmaterializa el debate social hacia dentro del campo nacional y popular.

El dulce néctar del discurso floreciente que expresa la recuperación del mercado interno, como eje central de la batalla económica, aun no ha dado cuenta de la necesidad de discutir sobre el rol del trabajo. Posiblemente, se infiere, se de por sentado que la centralidad del trabajo no ha corrido riesgo en la estructura ideológica del pensamiento popular. Sin embargo, la mutación social sobre dicho tópico impulsa un debate central para discernir qué matriz productiva se proyecta a corto y largo plazo, que tipo de trabajo se necesita para impulsar y qué actores sociales van a ser los garantistas de dicho proyecto nacional. Si se parcializa la discusión y solo se inclina la distinción a un segmento del sindicalismo va a ser difícil que no se sectorialice dicho debate.

Es cierto que el juego recién se inicia, pero no hay tiempo ni lugar para la improvisación. Es posible que en los próximos días Alberto Fernández se reúna con dirigentes sindicales referentes del transporte, una pieza clave para entroncar la producción industrial en la geografía nacional y en el marco de relaciones con el comercio exterior. De la misma manera cabe preguntarse ¿porqué cuando se habla de recuperación de la industria nacional quedan marginadas la industria naval, la industria pesquera y la producción de servicios portuarios? Estos sectores son imprescindibles si se desea tener un proyecto nacional que sostenga el aparato productivo en torno a la soberanía industrial.

El Movimiento de Trabajadores no puede permanecer al margen de la integración social del pacto político para la recuperación de la Patria. Los trabajadores de la economía popular han demostrado que los procesos económicos que se materializan en los territorios sostienen el impulso económico de desarrollo de abajo hacia arriba, fuera de la macroestructura y colectiviza de manera efectiva la producción nacional. Pero estos agentes no han tenido protagonismo en la conformación política centralizada en personalismos. Habrá que ver si serán aceptados para la realización del proyecto nacional, que hasta el momento es preventivamente elaborado por cuadros técnicos intelectuales que observan la raíz social por fuera del peronismo.

¿El armado de listas pueden dar cuenta del proyecto que se ostenta? Últimamente las elaboraciones electorales están supeditadas a las agendas del momento. Lo inmediato gana terreno para salir a captar votantes puerta a puerta. Se establece un escalafón de objetivos urgentes y con la misma velocidad se da por sentado que hay que postergar los debates para más adelante. Si el objetivo primordial es ganarle a los neoliberales. Entonces,  ¿se puede prescindir de la clase trabajadora para ganar la batalla? El trabajador es utilizado como mero portador de votos y no como actor central en la realización comunitaria, entonces ¿qué esquema se reproduce? ¿no se vuelve a caer una y otra vez en la trampa cultural que nos propone el mismo neoliberalismo?

¿El comienzo de la campaña da por cerrado el debate interno? El bilardismo político asegura que hay que ganar sea como sea, el objetivo central es sacar al neoliberalismo del gobierno. Detrás de este idealismo pueril yace la complacencia del hedonismo ideológico materializado en los deseos personales y sectoriales. Se ha prescindido de escuchar a los dirigentes sindicales porque se los ha etiquetado a priori y en esta trama los dirigentes sindicales se han dejado de escuchar entre sí. Lo concreto es que estas acciones tienen un efecto retardatario para la clase trabajadora que por ahora solo es interpelada como algo abstracto y no como actor social concreto.

Tal vez, como enfatiza el Papa Francisco, sea el momento de que los pastores huelan a ovejas.

 

 

 

*Director Periodístico de AGN Prensa Sindical

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