Opinión

Que el miedo cambie de bando.

*Por Juan Manuel Martínez Chas

Escucha la llamada
Únete al grito de los cansados
La vida fue un ensayo hasta ahora
Sal a la calle, salta las olas
Brilla en la tarde tu luz de aurora. (La llamada, Ismael Serrano)

 

En nuestro país el pueblo y los trabajadores vuelven a tener en este año 2019 la palabra acerca del rumbo que desean para nuestra patria y sus vidas. Se ha instalado el miedo, el miedo a que triunfe una propuesta popular, transformadora, que sostenga su gobierno en los sectores trabajadores y más humildes. La Argentina sería un país menos confiable, nuestra macroeconomía y los niveles de riesgo país subirán por las nubes, los mercados financieros y el Fondo Monetario Internacional harán imposible el desarrollo de cualquier propuesta soberana si triunfa una opción distinta al oficialismo. En realidad muchas veces hemos visto la campaña del miedo, que se circunscribe en definitiva a que el pueblo, los trabajadores y los humildes discutan y pongan sobre la mesa las prioridades de una democracia con derechos sociales por sobre la especulación del dinero y de una economía que mata, como señala nuestro Papa Francisco. El Miedo se sustenta en que se rechace y se desvertebre “una economía basada en el dinero y alejada de las personas”, y se tome conciencia de la necesidad de otra basada en que los sectores populares y trabajadores no sean los que sostengan la bancarrota del sistema financiero a cambio de bajar sus niveles de vida y romper los lazos de solidaridad colectiva hacia niveles nunca vistos en el mundo, como pretende el paradigma de la globalización tecnocrática.

Como dice alguna canción es hora de que el miedo cambie de bando, es hora que el pueblo trabajador de nuestro país conformado por el movimiento sindical, el movimiento de los trabajadores, los pobres, aquellos que al decir del Sumo Pontífice, ya no se quedan pensando o sufriendo que en la tierra sólo habrá desesperanza, sino que se educan, se organizan y luchan,  para lograr un país y un continente donde el humanismo integral y la dignidad de la persona sean el eje de nuestras economías y de un país con desarrollo integral y sustentable.

Ya los sectores del Movimiento Obrero y los Movimientos Sociales que integran esa gran familia del movimiento de los trabajadores han comenzado a dar vuelta la página, organizándose, luchando y esperando que en la Argentina vuelva a reinar el amor y la igualdad como nos enseñara quien fuera tres veces presidente de los argentinos en la famosa marcha, que se enraíza en la memoria colectiva.

Esta sociedad ha atravesado ese miedo y es hora que comience a afrontar un camino de construcción, un camino de desarrollo, un camino que tenga eje en la solidaridad y en la fraternidad. En efecto, debemos tener  miedo como sociedad,  a que el neoliberalismo continúe aferrándose en nuestra Patria y siga destruyendo el complejo industrial, siga descalificando a los pobres, a los migrantes, a los precarios, a aquellos que necesitan ser el eje central de una nueva construcción social, que los dignifique, que los haga parte.

Ese proyecto nacional y popular, que asoma también tiene un enorme desafío, ser más plural que nunca, ser más comprensivo que nunca, volver al territorio, construir poder desde la base y no desde las burocracias del Estado y dejar atrás las cuestiones que en el pasado a muchos nos llenaron de vergüenza, y que en algún lugar posibilitaron que penetrara el neoliberalismo que se implantara en nuestra patria a partir del 10 de diciembre del 2015.

Ese desafío implica construir con los que menos tienen, con los trabajadores, con los Movimientos Sociales, con los empresarios nacionales, con esa clase media que siempre abrigó en la educación pública, y en el convencimiento de la movilidad social ascendente, un destino de nación, desde la cultura del encuentro como nos plantea el Papa Francisco, sin soberbias, y sin ambiciones, saber que el poder es una gracia otorgada por el pueblo que tiene fecha de vencimiento y que el proyecto político y transformador de nuestra Argentina, debe extenderse a nuestra sufriente América Latina.

Ese Poder va más allá de los hombres y mujeres, va más allá de los liderazgos personales. Necesitamos conductores, pero también apóstoles, misioneros, aquellos que desde el llano comiencen a construir un país distinto, aquellos que sepan plantar árboles que puedan guiarnos desde sus raíces, con columnas que puedan establecerse y sostener una construcción que está esperando el pueblo sufriente y trabajador.

Necesitamos una construcción que nos quite el miedo, no solo el miedo a la inseguridad que tienen los trabajadores cuando salen a la calle y son víctimas de situaciones delictivas, sino el miedo a perder el trabajo, a perder la dignidad, a perder la contención del Estado, el miedo a ser invadidos por la incomprensión al otro, el miedo a la discriminación nos sea indiferente, el miedo a caer en un espiral  de  una sociedad individualista que no sea capaz de sostener la solidaridad de un pueblo que se ha construido con inmigrantes y con un deseo ferviente de transformación, el miedo a que el trabajo no sea el elemento central de la sociedad que vivimos.

Por eso apostamos a dar vuelta la página, pero aprendiendo de los errores del pasado y entendiendo el actual contexto latinoamericano e internacional. Sabiendo que es posible posar la mirada del Estado en los que menos tienen, que es necesario volver a construir la sociedad del trabajo, volver a hacer de este país una Patria donde crece la comunidad, un lugar de integración, donde la educación pública sea el eje vertebrador de la unión nacional y del federalismo, por sobre todas las cosas dignificando a los maestros y a los trabajadores. Un país con proyecto estratégico, un país donde la infraestructura portuaria, marítima, sea potente, donde una industria naval sea pujante, donde las industrias de todo tipo se jerarquicen por el valor agregado y la mano de obra calificada que ostentó nuestro país y debemos rescatar.

Un país que afronte los desafíos de la tecnología desde una perspectiva humanista y ambiental, que incorpore las nociones de la economía social y solidaria, y las lecciones de la economía popular que supo resistir los embates del neoliberalismo desde el 2001 a la fecha.

En suma, construir un país que nos incluya a todos, que escuche a todos, basado en el diálogo, un diálogo que significa más que nada, no la capacidad de interlocutor de hablar sino la posibilidad de quien convoca de escuchar.

Desde ahí debemos centrar este cambio de perspectiva, un cambio de paradigma, aquel que construyeron y dieron razón a nuestra patria durante largo tiempo, que sostuvieron  las horas más heroicas del pueblo argentino que sin duda fueron las luchas sociales de los trabajadores y de los humildes,  que en definitiva deberán ser los beneficiarios y el eje central de un proyecto de nación con conciencia de una  liberación  integral, que no solo es política, económica y social, sino la liberación humana de la opresión, del miedo, de la tristeza que se basa en la dignidad humana, desde la fraternidad y la cultura del encuentro que nos señala Francisco cuando nos pide sin miedo en un grito desesperado a los desposeídos “no os dejéis robar la esperanza”.

 

 

*Abogado Laboralista. Docente. Doctor en Derecho del Trabajo (UNTREF). Master en Empleo, Relaciones Laborales y Dialogo Social (UCLM) Asesor Legal de Sindicatos.

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