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Perón no se rindió, el Pueblo Trabajador tampoco

*Por Gustavo Ramírez

La restauración neoliberal del 2015 intentó imponer, al pueblo argentino, la idea socio-cultural deque el peronismo representó, para la Argentina,  el sinónimo acabado del autoritarismo. La doctrina Churchil tiene fuerte arraigo entre los popes de la oligarquía local. Sin embargo, las imposiciones ideológicas del 16 de septiembre del  ’55 no han podido barrer, a lo largo de los años, con la figura política, cultural y social de las libertades que,  desde 1945, desarrolló Perón en una clara, determinante y revolucionaria opción por los pobres.

Desde ese septiembre trágico, para la clase trabajadora, el peronismo ha sido víctima de la barbarie liberal. Esa rancia melancolía por las bombas y los fusiles, que hoy denota el macrismo en el gobierno, no ha podido barrer con la memoria colectiva del pueblo pobre y trabajador. A la distancia, el 16 de septiembre de 1955, representa el inicio de los golpes contra el peronismo pero a su vez es el resurgimiento vital de la fuerza popular. Está claro que ese golpe de Estado no fue solo contra Perón, sino contra cada uno de nosotros y que allí, como una repetición absurda de la historia, actuaron agentes internacionales y locales.

En 1957 Perón escribió: “Ante la incredulidad de propios y extraños, nacionalizamos, comprando y pagándoles, los transportes, puertos, teléfonos, silos y elevadores, frigoríficos, servicios de gas y energía, el Banco Central, creamos la Flota Mercante, que llegó a ser la cuarta del mundo, y dimos al país transportes aéreos. Industrializamos la Nación facilitando la instalación de industrias pesadas. Asimismo, fabricamos gran cantidad de maquinarias y automotores. Así logramos la independencia económica, arrojando por tercera vez al invasor británico”.

“Nuestra economía justicialista les resultó desastrosa. Sirva un ejemplo: en textiles y afines importábamos de Inglaterra por un valor de 100 millones de dólares anuales. En 1954, esa cifra se redujo a medio millón anuales. Como último bastión, le quedaba nuestro mercado comprador de petróleo. Inglaterra nos vende combustible por valor de 350 millones de dólares por año. Nuestro gobierno había firmado ad referéndum del Congreso de la Nación, un “contrato de locación de servicios” con la Standard Oil de California. Por éste, la compañía norteamericana se comprometía a explorar parte de nuestro subsuelo y extraer el petróleo que hubiera, el que debía ser entregado en su totalidad a YPF para su comercialización”, recordó el presidente derrocado el 16 de septiembre de 1955.

Fermín Chavez sostuvo que “la contrarrevolución de 1955 no fue gestada en 1954. No nació con el negocio petrolero iniciado con la Standard Oil, ni en el conflicto con la Iglesia argentina. La confabulación venía tomando cuerpo desde la segunda mitad de 1950 y principios de 1951, a través de los trabajos que realizaban en el ejército Pedro Eugenio Aramburu, Luis Leguizamón Martínez, Benjamín Menéndez, Eduardo Lonardi y José F. Surarez”.

Persecución, tortura y muerte fueron los tópicos que, desde entonces, usaron los programas liberales para destruir al peronismo y lo que él representa para el Pueblo Trabajador. Perón estableció, en el inconsciente colectivo, la fortaleza de las banderas que enarboló desde el  ’45 y que puede ser resumida en la frase “haciendo justicia juntos”, porque ello significa, de cierta manera,  el concepto filosófico central de la doctrina peronista, la Comunidad Organizada.

En su libro “La resitencia”, el militante peronista, Carlos “Pancho” Gatián, explicó: “La acción imperialista: en 1945, en un acción abierta y descarada, y en 1955,  de forma más disimulada, participaron de de esta acción contra Perón y contra el peronismo, tanto Estados Unidos como Gran Bretaña, en espacial esta última, dejando en claro qué intereses defendía cada uno”. 

El peronismo ha lesionado esos intereses, que menciona Gaitán, en defensa de la Soberanía Nacional y de la Justicia Social. Desde allí, los cultores de la dictadura del mercado y del imperio financiero, argumentan el autoritarismo del peronismo. Una falacia extrema que sirvió para justificar el terrorismo de Estado, la violencia social y la impunidad ideológica. Los hechos históricos dejaron en evidencia, para quienes quieran observar, que los únicos autoritarios son los exponentes  neoliberales y los cultores de la libertad del mercado.

Ni los golpistas del  ’55 ni la administración de Mauricio Macri  han trabajado al servicio de la Patria o de los pobres. Por el contrario, han sido agentes pragmáticos de poderes foráneos. Desesperados por romper romper la matriz cultural del pueblo actuaron con desdén, violencia y autoritarismo, mientras el peronismo propuso una democracia popular, con los trabajadores y los pobres a la cabeza.

Los enemigos del Pueblo no descansan. Odian todo lo que huela a pueblo. Desprecian aquello que sincere la sensibilidad social, comunitaria. En su ADN tienen la impronta de la violencia, de la muerte. Quizá sea por ello que la historia nos induce a mantener una memoria ética en el presente, por la dignidad del pueblo en su conjunto. La persecución, la tortura, la violencia en general no han podido destruir al peronismo, ese Movimiento Revolucionario que gestó la Patria Trabajadora para defender a Perón, que en definitiva es una acción de auto-defensa, en un acto de fe propiamente revolucionaria.

“Por los principios social que Perón ha establecido, el Pueblo entero está unido”. Ese grito hoy penetra hondo en el calado estructural de Cambiemos. Esa cultura popular que no perece aun a pesar del sufrimiento. Más bien, se agranda, crece desde el pie de la mano de los “poetas sociales”.  Como dice Esteban “Gringo” Castro, “es con organización popular con la que se derrotará al neoliberalismo”. 

Este fin de semana el obispo de Salta, Mario Antonio Cargnello, le dijo a Mauricio Macri: “Los pobres no son una molestia. Son una oportunidad. Los pobres son maestros que nos enseñan. Mauricio has hablado de la pobreza. Llévate, entonces, el rostro de los pobres”. 

En esas palabras, las de la Iglesia, las de los Movimientos Populares, las del Movimiento Obrero, la de los pobres en la calle, la de los trabajadores en cada puesto de trabajo, las de los trabajadores desocupados, las de los humildes que padecen hambre, las de los compatriotas descartados por el modelo, radica la resistencia y la derrota del neoliberalismo, más allá de la urnas. Esa es la consciencia histórica que muchos pretenden negarle al Pueblo. Allì, entonces, se expresa con vehemencia la derrota del golpe del ’55, el peronismo sigue vivo. Más vivo que nunca “por esa Argentina grande con que San Martín soñó, es la realidad efectiva que debemos a Perón”.

 

*Director Periodístico de AGN Prensa Sindical

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