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Maradooo, Maradooo, Maradooo, Maradooo…

Por Gustavo Ramírez

¿Cuántas veces, a través de él, volamos, crecimos, sentimos y celebramos? Maradona nos hizo significante. Nos llenó de contenido. De cierta manera también nos definió. Fue un nosotros grande como el mismo mundo, cada vez que se calzó los botines para hacer magia con su zurda prodigiosa. Maradona, Pueblo y Argentina fueron de la mano. Entró a los corazones para ser eterno allí, más allá de narraciones infamantes.

Es así, no un Maradona sin un nosotros, sin esa religiosidad popular que se manifestó domingo a domingo, dentro de esos templos profanos que llamamos canchas. La noticia de su muerte nos quebró el alma y nos dejó desnudos. Con él se va una era y una gran parte del sentido que cobra la palabra Pueblo como definición existencial.

Este jueves, en las calles, la hermandad popular pudo más que las rivalidades folclóricas de las distinción lúdica. Incluso superó la mirada acotada del campo político que volvió a darle la espalda al deseo del pueblo, pero eso lo podemos analizar en otra nota. Acá nos referimos al espíritu del pueblo, de los barrios: La Boca, La Paternal, Fiorito, Quilmes, Lanús, Sarandí, Avellaneda y por extensión a todos los barrios del país y a los más humildes del mundo. Basta con ver la foto que circula por la redes sociales donde en medio de una ciudad Siria desbastada por la guerra se levantó como bandera un mural del Diego.

Aun no se secaron las lágrimas. Tal vez estemos un poco más tranquilos. Pero la angustia permanece. No hay explicación racional para describir ese nudo en el estómago que se niega a irse. Y allí entonces aparecen las imágenes de los rostros anónimos que observamos hoy. Humanos, tan humanos como esa imagen inmortal de Diego gambeteando rivales. Tan humanos como esa zurda mística. Tan humanos como esa felicidad con las que nos colmó con cada uno de sus goles. Tan humanos como su sentimiento de soledad “concurrida”.

Hoy se escribe desde el corazón y no nos importa lo que “digan esos putos periodistas, la puta que los parió”. Maradona. ¡El peso que acaba de adquirir ese apellido que nos nombra! Pero mierda, cómo es que no está, si lo vimos hoy en cada imagen que retratamos, en cada testimonio que recogimos.

“Diego es los más”; “Diego es pueblo”; “Maradona nos hizo felices mientras no teníamos un mango para morfar”. Esas palabras, multiplicadas por millones, replican en el Ser Nosotros del Pueblo, ese Ser Nosotros que educó al verdadero Jugador del Pueblo. Maradona es la conciencia de sí en el nosotros, es la razón ontológica de la cultura del pueblo que vive y siente para el pueblo.

El desconsuelo no tendrá fin pero tampoco caerá en una abismo. Cada uno de los que lo lloramos en público y en privado le agregamos contenido a su historia que a su vez también es nuestra. Porque Diego no vivió de espalda al pueblo que le dio cobijo, sino de frente, con toda su humanidad a cuestas, con todo lo que ello implicó. Tal vez hoy recién tomamos verdadera dimensión del sacrificio que hizo Maradona para que nosotros seamos felices: ¡Su propia felicidad! Lógico, como cada uno de nosotros, no fue inocente. Lo dijimos recién, era humano.

Su humanidad nos humanizó y humaniza. Con lo que hicieron Perón y Evita, pero también Gatica, Ringo Bonavena, el Loco Houseman, el Chapa Suñé, Mary Terán de Weiss, Delfo Cabrera y un sin número de deportistas anónimos que día a día buscan concretar el sueño colectivo en los golpeados clubes de barrio.

Diego tendrá ahora su altar en la memoria colectiva donde cada uno de nosotros irá a rezar para conseguir sueños más pequeños, pero sueños al fin. Hoy Maradona no murió. Renació, así lo hizo saber el pueblo. Se convirtió en algo más que un mito o una historia. No, no se convirtió en un Dios, su humanidad se perdería de esa manera y dejaría de ser él. Hoy se transformó en un protector del Pueblo. En su inquebrantable voluntad y cultura, en su fe revolucionaria, en su incorrección política.

¡Te quiero Diegooo! grita Rodrigo al final de su tema dedicado al 10. Ese grito de guerra, homenaje y celebración, se replicó en cada rincón del centro de Buenos Aires y de otras partes del país y del mundo, como por ejemplo en Nápoles. Es que Diego nos hermana inexorablemente sin hacernos perder nuestra identidad.

“Hay que alentar a Marado…! Hoy más que nunca. También hay que llorarlo. El saber del pueblo hizo que muchos repitiéramos que todos y cada uno de nosotros habíamos perdido el mismo familiar. Y es así.

Las calles lejanas a la manifestación en el centro, también jugaron su partido tirando paredes con el 10, pero lo hicieron con un silencio respetuoso, inculturizado, el mismo respeto que el pueblo demostró en el funeral.

Es curioso, desde el miércoles hay mucho para decir pero no surgen las palabras. No hay caso, se niegan a salir con fluidez, cada dos pasos alguna se quiebra y se deja ganar por el silencio o la tristeza. Es que mañana despertaremos y Diego no estará físicamente entre nosotros y eso de alguna manera angustia.

Si nosotros fuéramos Maradona viviríamos como él. Es la certeza que nos queda de este 26 de noviembre. Un día donde el pueblo le agradeció todo lo que él sacrificó por nosotros en un tremendo acto de amor.

 

 

 

26/11/2020

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