Política

Mar de fondo

* Por Roberto Garrone

Quien mire el árbol y no el bosque, como quien solo aprecia números sueltos pero no el contexto, corre riesgos de confundirse, como el que mira el sol de frente, de encandilarse. Eso fenómeno ocurre en el epílogo del 2019 en territorio portuario.

Los obreros del pescado, afiliados al SOIP bajo convenios colectivos con la rama del fresco y la conserva, firmaron una actualización salarial de más del 50% para el corriente año. Debe haber pocos sindicatos que redondeen una negociación con semejantes resultados. Pero no todo es como parece…

Los trabajadores que procesan merluza y variado costero, fileteros, envasoras, camaristas, peones, alcanzaron el 52% en cinco tramos. 35% en dos cuotas hasta mitad de año y el reajuste por inflación alcanzó el 17% en tres cuotas que absorbieron el bono de fin de año que dispuso el gobierno nacional luego de las PASO.

Los obreros de la conserva, efectivos y temporarios en las pocas conserveras que aún sobreviven en la industria y algunos pocos saladeros de anchoíta, recibieron un esquema similar. Apenas un punto menos en el número final. Es lógico, las latas de la conserva se venden en un desplomado mercado interno mientras que la mayoría de los filetes en que convierten la merluza se venden en el exterior.

Otra característica que agrupa a ambos grupos ocupacionales es que la porción mayoritaria del incremento salarial figura como “suma no remunerativa”, es decir, no impacta en la obra social ni en la previsional. Las empresas pagan parte del aumento que otorgan con lo que se ahorran en cargas sociales y previsionales.

La crisis de la industria conservera no es nueva. Vienen luchando en los últimos años con una importación de latas que se frenó cuando terminó de desplomarse el mercado interno. Lo que no termina aún es la presión impositiva y la discontinuidad en el acceso de materia prima.

En estos días la producción encuentra regularidad con el magrú y la caballa pero en otoño e invierno buscan llenar latas hasta con merluza o calamar como para generar algo de trabajo en operarios que en esos meses no salen de un salario garantizado hundido por debajo de la línea de pobreza.

En el fresco la situación es peor. Son pocos los que trabajan todo el año en un nivel que les permita perforar ese piso de 184 horas mensuales del convenio colectivo 161. La garantía del anexo Pyme está atado al salario del mínimo vital y móvil. Conseguir un 52% de actualización no representa grandes avances cuando no se trabaja la mayoría de los días de la semana.

Ya lo hemos dicho en anteriores columnas en este espacio. Los desembarques de merluza en Mar del Plata han aumentado más del 20% pero el problema es que ese pescado no llega fresco a muelle para ser procesado por los trabajadores del SOIP ni por los precarizados en plantas donde se terceriza la mano de obra a través de cooperativas.

Hace dos años que el puerto local perdió una de sus características históricas: Ya no es más la flota fresquera de altura la que tiene preponderancia en las descargas de merluza. Ese lugar lo ocupan los buques congeladores, barcos con un poder de pesca colosal, que procesan en alta mar sin grandes controles que le permiten pescar mucho más del cupo asignado. Y que cuando se les termina, la administración le entrega miles de toneladas más, como ocurrió hace poco con el barco “Don José”.

Tan irreal es esa paritaria por encima del 50% que en el SOIP no pueden descontinuar la entrega de bolsones con alimentos no perecederos que llega desde Provincia y Nación. La propia Cristina Ledesma ha reconocido que entregan entre 600 y 650 bolsas todos los meses.

La Secretaria General del gremio todavía espera, cada vez con menos expectativas, que el gobierno que se va en 10 días cumpla el compromiso y baje los subsidios de 5 mil pesos tanto para efectivos como para precarizados, anunciados luego de las PASO.

 

02/12/2019

 

*Periodista

Fuente: El Marplatense

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