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La risa peronista

*Por Gustavo Ramírez

La pedagogía del desaliento hace mella en los corazones de muchos militantes desprevenidos que se dejan ganar por el nihilismo a partir de la pérdida de memoria. La aniquilación de la memoria colectiva fue uno de los principios instructivos que la oligarquía usó como herramienta para la ruptura de los lazos constitutivos de la conformación de la identidad y conciencia nacional.

En el universo del pesimismo ilustrado se invalida cualquier posibilidad de mirar hacia atrás y valorar lo constituido como experiencia. Una experiencia que es políticamente desvalorizada y culturalmente despreciada porque no responde al estatus social que el enemigo impone como norma. Pero la historia los refuta, sobre todo la historia particular y general del peronismo.

Evita escribió en la razón de mi vida: “Creo que así como algunas personas tienen una especial disposición del espíritu para sentir la belleza como no la sienten todos, más interesantes que los demás, y son por eso poetas o pintores o músicos, yo tengo, y ha nacido conmigo, una particular disposición del espíritu que me hace sentir la injusticia de manera especial, con una rara y dolorosa intensidad”. 

La descripción de la abanderada de los humildes puede ser una síntesis que la historia nos ofrece para enunciar, de cierta manera, la trayectoria militante de un hombre como Alberto “Mono” Torretta. En días donde los grandes medios expresan el deseo dominante de las grandes corporaciones económicas y el individualismo se torna escuela inmerso en la matriz del egoísmo, traer a la memoria a un militante como el “Mono” implica recuperar parte de la historia que identifica al Ser peronista.

Torretta fue parte de la resistencia peronista. Luchó contra todo tipo de injusticia desde la valoración política de lo nacional y se enfrentó, en la gesta por el regreso de Perón, persecuciones, torturas y exilio. Aun así, ya de grande, seguía en la calle y marchaba junto a los trabajadores municipales ya sea por la reivindicación laboral o en defensa del proyecto nacional. Su vida, podríamos resumir, fue la militancia por la causa peronista, que no es otra que la causa de los pobres, de los humildes y de la clase trabajadora  para alcanzar la Justicia Social.

La historia lo muestra como activo participante en la huelga trascendente del Frigorífico Lisandro de la Torre. Durante la Dictadura cívico-militar del ’76, sintió el llamado ético de no abandonar el barco en medio de la tormenta. Desde la clandestinidad estableció un trabajo solidario para confrontar con los opresores de la Patria. Con la llegada de la democracia, de la cual, como muchos trabajadores, fue padre (los verdaderos gestores de la democracia moderna en argentina no se encuadran en los estamentos de las falsas representaciones, sino en el pueblo) fue congresal del Partido Justicialista, así como también funcionario del municipio de La Matanza.

Falleció el 30 de junio de 2014.  En su memoria, su hijo,  Aníbal Torretta, a través de sus redes sociales lo recordó así: “Mi viejo me enseñó muchas cosas. “De chico me enseñó un versito que lo llevo de bandera: Cuando tú naciste todos se reían, sólo tú llorabas. Procede en la vida de manera que cuando tú mueras todos lloren y sólo tú rías”. Y ese era el Mono, ese es el Mono. Cuando murió todos lloramos, sólo él río porque se encontró con mi hermano y con sus compañeros de vida y con su jefe Perón”. 

¿Qué es la memoria? El alimento de la lucha y eso es el peronismo también. “La historia del hombre es la historia de una búsqueda incesante de la justicia”, dice Evita. Así, en presente. Y es que cada compañero que se ha ido, está aquí con nosotros. Iluminando el camino para que no caigamos en las garras del desaliento programado. No hay lugar para la derrota en el peronismo y ese es, porqué no, el legado del Mono Torretta.

Su recuerdo entonces es la permanencia ética de la doctrina que nos conmina y nos interpela a no bajar las banderas. Es necesario romper la inercia impuesta por el sistema oligárquico entendiendo, como Eva nos explicó y el Mono militó que “los argentinos integramos un pueblo singularmente amante de la justicia. Marchamos en pos de ella, a través de todos los sacudimientos y todas las tormentas. Sabemos que sólo la justicia -aquel equilibrio- puede depararnos la felicidad”. 

Y sí el Mono ríe, como lo hacía cada vez que nos encontraba en una marcha, como demostración efectiva que la felicidad es posible en comunidad si sabemos mirar la historia. Esa risa nos hace libre, nos pone alas.

 

30/06/2020

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