Internacionales

La eterna hoguera africana

*Por Guadi Calvo

Prácticamente, sin trascendencia, se suceden noticias cómo la emboscada en que murieron diez soldados en el suroeste de Níger, en cercanías a las fronteras con Malí y Burkina Faso, el pasado viernes diez. Las autoridades temen que las bajas se incrementen, ya que otras 16 personas siguen desaparecidas y otros trece soldados resultaron heridos, algunos con gravedad. En el comunicado, también se señala que varios atacantes murieron durante los enfrentamientos, sin especificar la cantidad.

El ataque se produjo del lado nigerino en la región Tillabéry, territorio que también se extiende hacia Burkina Faso y Mali, en pleno Sahel, donde las khatibas terroristas se expanden de manera imparable desde 2012.

En 2017, cuatro boinas verdes norteamericanos, murieron en el transcurso de una operación, en esa misma área, y la noticia entonces tuvo una trascendía global, llegando incluso a herir a la entonces incólume figura de Donald Trump.

Sahel, ese extraño territorio, definido en swahili, cómo: costa, litoral, frontera o borde, que abarca 5400 kilómetros desde el Mar Rojo al Océano Atlántico. Dada su extensión, su hostil geografía y por ser un punto de transición y mixtura geográfica y étnica, entre el Sahara y el África Subsahariana, donde cohabitan, pueblos sedentarios y nómadas, pastores y agricultores, musulmanes, animistas y cristianos.

Tiene enterradas en sus subsuelos inconmensurables riquezas, oro, uranio, petróleo o fosfatos, entre otros minerales, por lo que ha sido desde la Conferencia de Berlín (1884-1885) hasta hoy, al igual que el resto de África, objeto deseado de las potencias imperiales: Francia, Reino Unido, Bélgica, Italia, y Alemania y tras su decadencia: Estados Unidos, quien rige los destinos de gran parte del continente, aunque ahora debe disputar su prevalencia, desde hace tres décadas con China y desde algunos años atrás, la cada vez más importante presencia rusa.

A lo largo de su historia, el Sahel, que sufrió periódicas hambrunas, sequías, revueltas, golpes de estado y guerras tribales y bandolerismo, hoy es el epicentro mundial del terrorismo wahabita, con dos grandes bloques armados, el Jama’at Nusrat al Islam wal Muslimin o JNIM (Frente de Apoyo para el Islam y los Musulmanes), tributario de al-Qaeda, y el Estado Islámico en el Gran Sáhara (EIGS) afiliados al Daesh, global.

Aunque otros grupos rigoristas, operan en otros seis puntos del continente, además del Sahel: Somalia (al-Shabaab), la cuenca del lago Chad y Nigeria (Boko Haram y Provincia de Estado Islámico para el Oeste África, por sus siglas en inglés ISWAP), en el norte de Mozambique (Ansar al-Sunna (Partidarios de la tradición)), en el Magreb (entre otros al-Qaeda del norte del África Islámica (AQMI)) y República Democrática del Congo (RDC) (Fuerzas Democráticas Aliadas (FDA)).

A esta breve lista deberíamos agregar a Egipto, centro propalador de este tipo de terrorismo, cuyo vehículo han sido los Hermanos Musulmanes (H.M.). De esa organización, fundada en 1928, en la ciudad de la ciudad de Ismailía por Hasan al-Bannā, un maestro de veintiún años, del que se sospecha, no orbitaba lejos del Foreign Office, emergieron infinidad de khatibas, en Egipto, África, y también en Medio Oriente y Asía Central. Con acciones memorables como la ejecución del entonces presidente Awad Sadat en 1981, por militares perteneciente a la Yihad Islámica, una de las tantas organizaciones hija de los H.M.

Desde 2018, con la Operación Sinaí, ordenada por el presidente, Abdel Fattah al-Sissi, si bien las acciones de la Willat Sinaí, (Provincia del Sinaí) fuera de la península, han disminuido de manera ostensible, hacia el interior de la península, por el bloqueo informativo impuesto por los mandos militares, se desconoce el derrotero de esa guerra.

Si bien, cada una de estas fuerzas, se conforman con locales, que pudieron haber tenido, o no, experiencia de combate en Irak, Siria e incluso Afganistán, sus estrategias y pretensiones, pueda diferir para cada área, aunque todos de alguna u otra manera están vinculadas, con uno de los dos grandes trust del terror al-Qaeda o Daesh, de los que pueden recibir entrenamiento, logística, armamento y hasta financiación llegado el caso.

Año a año, los datos acerca de muertos y atentados, se vienen incrementado de modo exponencial. Durante 2022, se reconocieron poco más de 19 mil muertes en todo el continente. Superado el récord de 2015, de 18.850, cuando el grupo nigeriano Boko Haram, se encontraba en el cenit de su demencial carrera, mientras que el 2021, se registró un descenso importante, que llegó a 12.920 muertes.

De estas cifras, cerca del 77 por ciento de las acciones y el 67 por ciento, de los muertos en el Sahel, han sido responsabilidad del JNIM y el resto de la khatiba del Daesh.

Sin duda este incremento en las muertes por acciones terroristas, tiene su réplica en el aumento de los desplazados internos en el continente, que si bien se calculó en unos treinta millones, no todas son atribuibles al terrorismo, ya que el cambio climático, sequías e inundaciones son vectores importantes en esos desplazamientos aunque si, el terrorismo aporta una significativa cifra a esas oleadas. Por ejemplo, solo en Burkina Faso se han producido dos millones y medio desde 2017. Casi un millón de desplazado se produjo durante el conflicto de Tigray (Etiopía) que si bien nada tiene que ver con las acciones del terrorismo wahabita, es consecuencia de la conformación de un continente con 1400 millones de habitantes, que no ha podido quitarse de encima, los lastres del colonialismo  y la injerencia de occidente.

¿Quién cuenta los muertos?

El aumento de acciones violentas en el Sahel occidental (Burkina Faso, Malí y el oeste de Níger), durante 2022, cerca de unas ocho mil, superó a las cifras totales del resto del continente. Este incremento se fundamenta en la retirada de Francia de Mali y Burkina Faso, países en que se produjeron golpes de estado, por parte de la oficialidad joven, en diferencia de las políticas aplicadas por sus superiores en consonancia con los mandos franceses.

Aunque se intente atribuir a estos movimientos de jóvenes oficiales y su vinculación con la empresa de seguridad rusa conocida como el Grupo Wagner, el crecimiento de las acciones terroristas, que en Mali, que por ejemplo, han llegado a operar en cercanía de su capital, Bamako, a por lo menos, mil kilómetros de las áreas del norte como Kidal, Gao o Tombuctú, donde operan las khatibas integristas., es por lo menos aventurado acusar al ejército malí y los mercenarios rusos, de dichos avances, cuando las fuerzas de paz de la ONU, (MINUSMA) o las fuerzas conjunta de Grupo Sahel Cinco (GS5) compuesta por Burkina Faso, Chad, Malí, Mauritania y Níger, desactiva hace dos años, además de las fuerzas francesas de la Operación Barkhane.

Por lo que es muy pronto para revertir la deriva marcada por los diez años de la ineficacia francesa, que en lugar de disminuir las acciones terroristas, han permitido, que desde un pequeño foco en el norte de Malí, hoy están amenazando naciones como Ghana, Benín y Togo, se exija a las FAMa (Fuerzas Armadas de Malí) una respuesta a la situación, mientras son responsabilizados los rusos, solo en funciones de entrenamientos, de cientos de muertes de civiles. Cuando son numerosas las denuncias de abusos y muertes provocados por los efectivos franceses en su larga estancia en Mali.

Todos estos conflictos están siendo alimentados por tráfico constante tráfico de armamento, que en un informe del pasado día catorce de febrero, la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) revela que las armas provienen en su mayoría del mismo continente africano. La circulación de lo que se llama armas “desviadas”. Provienen de robo a fuerzas regulares, durante o después de los enfrentamientos, el saqueó de armerías o compras a funcionarios corruptos, de los propios gobiernos, sin mencionar los aportes llegados del exterior del continente.

Quizás esa omisión de Naciones Unidas intente encubrir los ricos negocios de los poderosos que circulan por el 405 East 42nd Street, Nueva York.

 

 

 

 

*Escritor, Periodista, Analista Internacional: especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.

17/2/2023

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