Diario de la FeMPINRA

La deconstrucción del Infierno

*Por Walter Castro

A principio del año 1600 la iglesia se introdujo en un debate: se propuso determinar las dimensiones del infierno y para eso el presidente de la academia de Florencia convocó a Galileo Galilei, el mayor disertante de la época,  con quien llegaron a la conclusión de que el infierno tiene las mismas dimensiones que la tierra es decir 510.072.000 Km2.

Hoy,  tomando una serie de datos arrojados por instituciones serias, podríamos decir que en la tierra conviven el limbo y el infierno.  En el infierno se encuentran nuestros diez ilustres mega millonarios quienes amasan la nada despreciable suma de US$ 702.000 millones de dólares, semejante acumulación de riquezas estaría en la categoría de avaricia, pecado capital.

En la tierra se encuentran 7.600 millones de almas, según el Banco Mundial solo 5.700 millones de esas almas son contratables, el resto son jubilados o jóvenes que ya no buscan trabajo. Para  la OIT de esas 5.700 millones de almas  solo se emplearon a 3.300.  También según la OIT,       hay 153.000.000 millones de niños, los cuales son sometidos a la esclavitud infantil, dándose la mayor cantidad de casos en los países del África Transahariana y América Latina.

Unas 3.400 millones de personas viven con menos de US$ 5.50 diarios (160 US$ al mes) es decir :  el 45 % de la población mundial tiene serias dificultades para vivir, pero no son pobres. Los que entran en la primera línea de pobreza son los que viven con  3, 40 US$  diarios (102 US$ al mes) y suman 1.900 millones de almas, equivalentes al 25 % de la población mundial. Y los que ya están en el paraíso serían los que viven con US$ 1,90 US$ diarios (57 US$ al mes) 900 millones de personas  que representan el   12 % del globo.

Solo si tomáramos menos de la mitad de la fortuna de los diez más ricos del planeta podríamos redistribuir en los tres segmentos mencionados algo así como 6, 60 US$  per cápita (198 US$ al mes) y de paso,  ya los sacamos de la comodidad del paraíso en el  que viven y les mostramos el infierno en el que transita el dueño de Amazon, por ejemplo, que en los últimos ejercicios viene ganando por año el equivalente a diez (10) PBI de Etiopia, porque ya con casi 200 US$ mensuales para el Banco Mundial dejarían de ser pobres.

En América Latina nada escapa a esta lógica, por el contrario, la  pandemia de coronavirus vino a visibilizar aún más una realidad que todos sabemos  parece de difícil solución y es la precarización de los tejidos productivo.  La informalidad hace de muy difícil concreción la posibilidad de aislar o poner a la gente en cuarentena, cuando esa gente depende de salir a la calle para ganarse su sustento diario.

No son números menores,  se estipula que en América hay 140.000.000 millones de trabajadores de la  economía popular e informales.  Es decir que 1 de cada 2 trabajadores reviste esta particularidad con índices del 80% como en el caso de Perú y de un  83% en el caso de Bolivia.  Lo hace que una acción humanitaria se convierte en un verdadero desafío.

Lo que llama la atención es como estas personas, que han acumulado tamañas fortunas,     no envidien para nada el paraíso en el que moran los humildes.  Ellos, acaudalados,  siguen cómodamente instalados en su infierno haciéndolo cada vez más confortable, se instalan en mansiones y roban la luz, tienen una empleada doméstica y  la precarizan, tienen fortunas incontables pero evaden y fugan al exterior, tienen fábricas  y sin dudas  sus trabajadores serán precarizados. Claro,  si están jugados ya están en el infierno.

Lo que llama aún  más la atención es como 7.600 millones de almas, enarbolando estos datos,  no pueden  persuadir o convidar a los diez tenedores de estas fortunas para que se den una vueltita por el paraíso y que nos dejen un poco de infierno. Quizá este virus que se desató en el mundo sea un llamado de atención que nos haga ver y reflexionar  donde reside el verdadero poder. ¿Quiénes llenan las mesas tanto del paraíso como del infierno?.  ¿Porqué subvertir la idea del placer, ligado a la vida misma,  sembrando de desesperanza el corazón del que trabaja haciéndole creer que no necesita nada de lo que obscenamente exhibe quien lo explota?

¿Y en Argentina, cómo construimos nuestro infierno? Muchos utilizan el latiguillo “Década del 90” para justificar desaguisados varios, pero no todos saben que en esa década se empezó a gestar el formato del infierno tal cual lo vemos hoy. Argentina estaba muy lejos de los índices de narcotráfico y drogadicción que vemos hoy.  Había que hacer algo y se hizo: los despidos masivos en varios sectores industriales excluyeron a miles de trabajadores de la dignidad que otorga el trabajo.

El desmantelamiento y posterior retracción del Estado,  dio paso a las multinacionales en todos los sectores estratégicos, la semilla estaba plantada. Semejante cimbronazo nunca fue cuantificado, hoy mucho conocemos del estrés post traumático en esa época, pero otros no tanto.  Muchas personas se vieron volcadas al alcoholismo y demás adicciones al ver destruidos sus organigramas familiares. Sus hijos,  en vez de ir a estudiar a los colegios ahora concurrían para tener un     plato de  comida.  Las madres, sostenes  fundamentales en cualquier organigrama,  fueron expulsadas de sus hogares con trabajos engañosos que, en realidad eran tan o más precarizados,  que el de  los hombres.

Faltaba una sola vuelta de tuerca y se dio.  Desde el sector político con el aparato comunicacional a su servicio (cuándo no), se endurecieron las condenas para delitos menores y se criminalización del consumo popular,  todo al son de las políticas clintonianas. Sin trabajo, sin estudios, mal alimentados, sin la contención que solo una madre puede dar, sin rumbo, hogares hacinados, criminalizados y con un acceso total al narcotráfico ¿que podía salir mal?.

No era menor criminalizar los delitos menores y el consumo.  Con ello,  causas que previamente llevaban una excarcelación o una condena menor pasaron a ser de varios años, generando personas, que al salir de los establecimientos carcelarios, en una Argentina arrasada, la única re inserción que tenía inmediata y posible era justamente delinquiendo, el sistema se creaba su propia mano de obra.

El trabajador medio que perdió su trabajo en los 90’, hoy ya es abuelo y más de uno debe ver a sus nietos víctima de alguna adicción o con una mochila en la espalda transportando pizzas, es dable preguntarnos entonces ¿cuánto dura este infierno? ¿Porqué como sociedad no deconstruimos este infierno? ¿Porqué entronamos a quienes nos garantizan el infierno?

En un trabajo en el que nuestro  sindicato, SANAM, expuso el Potencial del sector marítimo solamente, quedó a las claras que las herramientas y los recursos están,   ¿Porqué no se hace? ¿Porqué es preferible seguir condenando generaciones a la ilusión del después si las herramientas están ahora, es tan demencial volver a pensar en un Estado ocupado en sus áreas estratégicas, navegando sus territorios con construcciones y pabellones nacionales, llenando aulas no para comer o para freces una taza de leche sino para aprender, llenar las UTN para generar riqueza técnica, explotar todo lo que un país debe explotar?

Mientras eso no se haga seguirán naciendo criaturas que a los dos años ya sabrán que valen menos que el cartón, los criaremos bajo la falacia de que en realidad el cielo es de aquellos que manejan  el poder económico,  mientras desde un auto importado los miran con desprecio.  Pero tranquilos que esos están en el infierno y al llegar a la adolescencia,  si los padres no ejercimos un tutelaje correcto habrán vivido y sobrevivido a peligros que son impensables para los que somos de otra generación.

Por eso por favor pongámonos a Deconstruir el infierno.

 

*Secretario General de SANAM Mar del Plata.

30/03/2020

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