Opinión

Francisco el pastor que huele a oveja

*Por Gustavo Ramírez

 

Hay una sola manera de no dejarnos robar la dignidad y es haciendo justicia juntos. Esta línea de pensamiento y de acción ha representado, de cierta forma, la construcción de trabajo ético que ha llevado adelante Jorge Bergoglio en su  Papado como Francisco. No obstante, esta ética, que nace en la cultura del encuentro con los más pobres, con los descartados, representa una conducta permanente en el hombre desde el fin del mundo llegó al Vaticano.

Después de siete años de papado de Francisco, da la impresión de que en Argentina no se tiene una dimensión real de lo que represente su imagen en términos sociales, políticos y culturales. Las agendas sectoriales, que promueven la fragmentación comunitaria y que están intoxicadas por ideologías que nada tienen que ver con la representación efectiva de los más pobres, pretenden diluir la relación que la Iglesia en salida, promovida por la política papal,  tiene con los sectores más vulnerables de nuestra sociedad.

La ideología de ruptura permanente, asentada en la comodidad del pensamiento, funcional al campo reaccionario, ignora el trabajo que la evangelización de alegría lleva adelante en los territorios ocupados por el descarte y la desigualdad social. Este pensamiento, ampliamente colonizado por la matriz cultural del imperio, es reacio a entender los procesos de construcción social que se producen por medio de la fe y la identidad social de los pobres con ella. De la misma manera no pregonan la liberación del sujeto sino todo lo contrario.

Francisco es simplemente un pastor que huele a oveja. Basado en los preceptos de la Doctrina Social de la Iglesia, en la Teología del Pueblo, ha podido plasmar, no sin dificultades, una verdadera opción por los pobres, lejos de las mezquindades históricas que han envuelto a la Iglesia Católica. El Papa es un hombre de pueblo y como tal conoce las necesidades materiales y espirituales por las que este atraviesa. Su Verbo es una palabra de esperanza frente al drama que atraviesa a los más humildes. Su Oración, en todo caso, representa un rezo terrenal que tiene arraigo en la preponderancia de lo comunitario y del otro por encima de cualquier razón economicista.

En estos siete años de papado Francisco resistió los embates de las políticas liberales junto a los trabajadores formales  y a los de la economía popular, de pie con los pobres: “La crisis financiera que atravesamos nos hace olvidar que en su origen hay una profunda crisis antropológica: ¡la negación de la primacía del ser humano! Hemos creado nuevos ídolos. La adoración del antiguo becerro de oro ha encontrado una versión nueva y despiadada en el fetichismo del dinero y el la dictadura de la economía sin un rostro y sin un objetivo verdaderamente humano”. 

Francisco vuelve a mirar a la humanidad a los ojos para interpelarla desde la ética del pueblo. La dimensión de su figura adquiere ribetes trascendentes cuando interpela al conjunto social desde la integración de la condición humana por encima de pretensiones individualistas. En un sistema que ha decido descartar a los pobres y esclavizar a los trabajadores, que un Papa nos inste a liberarnos de yugo financiero a través de la misericordia comunitaria no es un tema menor.

En ese sentido el fundamento de las Tres T cobra un sentido sociales trascendente, fundamentado no solamente en una visión política sino profundamente cristiana al ser un elemento sustancial de la ética del pueblo y de su teología. No es casual entonces que Francisco afirme: “Los gobiernos que asumen como propia la tarea de poner la economía al servicio de los pueblos deben promover el fortalecimiento , coordinación y expansión de esas formas de economía popular y producción comunitaria”. 

Francisco nos ha cambiado. No ha enseñado que no estamos solos. Su palabra nos humaniza. Nos da la fuerza de la esperanza para luchar por un mundo mejor. Son momentos oscuros para el mundo, necesitamos tener fe en el otro. En nosotros. Necesitamos oler a ovejas. Ser solidarios en la defensa de la vida. Sin vida no hay nada. Debemos trascender como comunidad, como pueblo, convencidos que la Justicia Social en comunidad organizada más temprano que tarde nos hará libres. Ese es en definitiva, el legado de Francisco.

 

Director Periodística de AGN Prensa Sindical

16/03/2020

Subir