Opinión

Falsos profetas

Por Gustavo Ramírez

Tengan cuidado de los falsos profetas que se presentan cubiertos con pieles de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces”  Mateo 8-15

 

La apelación emotiva es una variable discursiva de la política que se representa a través de significantes vacíos, al carecer de una propuesta activa y disruptiva. Esto es lo que ocurrió el último sábado en la Ciudad de Buenos Aires, cuando representantes de los hacendados reaccionarios invadieron las calles del centro porteño, con tractores y camionetas 4 x4,  en nombre de una representación mesiánica que promueve el retroceso social a instancias de perspectivas ideológica que se contraponen al interés nacional.

El modo de la protesta no es nuevo ni original, de la misma manera que su contenido es difuso, como ampuloso y compulsivo. En realidad sirvió como aditamento para una oposición política al gobierno nacional que enfatiza su raigambre anti-peronista, violenta y reaccionaria, con un proyecto de país que promociona mayor concentración de la riqueza en pocas manos -las suyas- en detrimento del interés colectivo.

A esta fantochada del sentido común se sumaron políticos de oscura reputación como Patricia Bullrich, el alcalde anti-federal de la Ciudad, Horacio Rodríguez Larreta; Diego Santilli, y varios personajes más que completan el staff por-oligarca de Juntos por el Cambio. A ellos, la mímica de la mentada protesta les sirvió como publicada electoral, que además debe dirimir su propia interna política. En realidad, el volumen de la marcha quedó desdibujado en función de la escaso eco político y la acortada convocatoria.

El tractorazo se convirtió en una mínima expresión ideológica. Cambiemos, el Pro, Juntos por el Cambio, y las distintas variantes que la oposición reaccionaria ostenta, no pudieron capitalizar, más allá de la expectativa de las operaciones mediáticas, políticamente la movilización. Por el contrario, se subieron al tractor que los condujo a la demostración efectiva del despotismo y demagogia que representa su identidad socio cultural.

En ese mismo sentido la representación “del campo” ha perdido fuerza tanto como dominio de la escena política en comparación con otros momentos sociales. De abajo hacia arriba la compresión de la actual situación tiene identificaciones claras: los sectores que se movilizaron el último sábado fueron funcionales y orgánicos con la política de devastación socio-económica causada por el gobierno de Mauricio Macri. Ningún indicador de esa gestión fue positivo para los sectores populares.

Por otra lado, el rol mesiánico tradicional sostenido por “el campo”, cayó en saco roto. La aristocracia campera nunca salió del oscuro rincón civilizatorio que propulsó la pobreza de millones de compatriotas. Logró adaptarse al paso del tiempo para no perder ganancias pero conservó las mañana políticas para sostenerse como factor presión política para los distintos gobierno. Este “campo”, de acumulación, especulación, precariedad laboral y ahora anti-distribucionista, se expande a espaldas del resto del país bajo una única consigna: Lo mío es mío y lo tuyo es mío.

Rodríguez Larreta, quien está en plena campaña electoral, declaró en esa línea que lo que “busca el campo es que lo dejen trabajar. Yo siempre estoy y voy a estar del lado del trabajo”. Las expresiones tienen representación en las anquilosadas nominaciones de la Generación del ’90. Amén de ser estrictamente demagógicas, dado que durante la crisis sanitaria, el gobierno de la Ciudad no impulsó ninguna ayuda económica para los sectores productivos ni de servicio en el distrito más rico de la Argentina. Al mismo tiempo se niega a entregar fondos de la coparticipación que no le corresponden, lo que evidencia el unitarismo del alcalde.

Larreta, que gobierno un distrito expulsivo de los sectores populares, considera que los sectores acaudalados son los precursores de la riqueza nacional, aún cuando su ganancia fugue hacia otras latitudes en contra del crecimiento económico nacional. Como falso profeta propone: “Lo único que tiene que hacer un gobierno es dejarlo ser. Con eso, el campo crece y cuando el campo crece, crece la Argentina”.

No es nuevo que los acólitos del capital irrumpan en la escena nacional con este tipo de maniobras. No se distinguen de los procesos políticos patrocinados por los Patrón Costas y los Martínez de Hoz. Si nos remontamos a los tiempo bíblicos, por ejemplos, no dudaron en crucificar a quien se puso del lado de los pobres, más allá de las especulaciones religiosas. Es más, usaron en vano el nombre de Dios y de Jesús para ejercer la dominación política, ideológica, económico y cultural a través del miedo y la violencia.

Al mismo tiempo, el discurso del intendente de la ciudad, se posa sobre una serie de sentidos emocionales que pretenden bajarle el precio a la discusión política. Cuando dice “el campo tiene una fuerza y una energía impresionante”, en realidad no está diciendo nada. Enfatiza sobre una mística artificial que pierde veracidad cuando sobre pasa los límites de su territorio. La representación del “campo” como la Argentina quedó deshabilitada cuando la clase trabajadora, a través del peronismo, vino a demostrar que en el país los verdaderos creadores de riqueza son las y los trabajadores.

Si recalamos en la avanzada anti-sindical de la última semana, con la presentación del proyecto de ley por parte del Diputado Martín Tetaz y otros secuaces del modelo cambiemita, para que  se elimine el aporte sindical, además de mostrar una ignorancia superior en materia de derecho laboral, pone en evidencia cual el plan que pretenden desarrollar si llegan al gobierno en 2023: destruir al Movimiento Obrero argentino. Es decir, van a atacar las estructuras de organización popular que le impidieron avanzar con el programa de 2015.

Profetizan un mundo mejor en manos del mercado, lo mismo hacían los fariseos que convertían los templos en casas de usura y de la explotación al servicio del imperio romano. Lo mismo hicieron en estado pre-peronista y es lo que repiten hasta el hartazgo para sostener su estructura de negocios a costa de la entrega de la Patria y su gente.

Aborrecen cualquier política que mencione a penas la posibilidad de la distribución de la riqueza porque ellos solo piensan en ellos. No son el campo, no son el trabajo, son los agentes del empobrecimiento de la mayoría y la causa de los males que nos aquejan. Creen que pueden servir a dos amos y eso le hacen creer a sus seguidores. Lobos con piel de corderos que se alimentan de la hiel social que sus antecesores sembraron como semillas del mal.

El tractorcito agrandó las iniciativas del gobierno. Ellos, no quieren distribuir nada. Se abrazan a la torta y se aferran al odio como la única entidad posible de su expresión política. En los últimos días el gobierno nacional comenzó a manejar una agenda que contempla la distribución de la riqueza, al menos en el discurso, lo que tras esta marcha lo para mejor ante los sectores populares con accione concretas. Insuficientes por cierto, pero en política a veces los gestos pequeños pueden engrandecer la propuesta. Habrá que ver que capacidad de respuesta tiene Alberto Fernández para diferenciarse de Horacio Rodríguez Larreta.

No hay bondad política en quienes tienen manchadas las manos de sangre como lo demuestra la historia. Quienes se movilizaron el último sábado se alimentan de la carroña ideológica y asumen una falsa asignación mesiánica pregonando el anti-pueblo como razón de la civilización que dicen representar.

Sus intenciones son arrasar con  toda vida social organizada alrededor del trabajo, con empleos precarios y pérdida de conquistas sociales. Tienen sed de venganza, por eso se movilizan con su boinas pulcras y sus uñas esculpidas y sus tractores que huelen a bosta. Su modelo solo expresa a la necropolítica, como el de todo falso profeta.

 

 

25/4/2022

 

 

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