Opinión

El Movimiento Obrero y la cultura de la integración

*Por Juan Manuel Martínez Chas

Hemos iniciado un 2020 cargado de expectativas, también de dificultades no solo para el pueblo argentino en su conjunto sino para nuestra actividad en particular. Sin duda la situación por la que ha atravesado el país en los últimos 4 años, abundada en un contexto latinoamericano de avance del neoliberalismo por diversas formas, desconocidas hasta el momento cuando arribaba a través de dictaduras militares en nuestra región en la década del 70, complejizaron la situación.

A ello cabe agregarle un contexto internacional donde la batalla por la financiarización de la economía y la posesión de los recursos naturales y el comercio está en pleno apogeo. Sin duda el telón de fondo que implica la grave tensión entre Estados Unidos y China y las diferentes situaciones que encontramos a lo largo del mundo de protestas con distintas características y distintos objetivos pero siempre poniendo como eje la necesidad de más derechos y libertades enarbolan un contexto aún más difícil.

Nuestro país se encuentra atravesando una de las crisis de las que venimos acostumbrados, lamentablemente en nuestra querida patria,  desde hace largos años. Quizás esta tenga características particulares:  en primer lugar,  como hemos señalado en alguna oportunidad, la política neoliberal fue aplicada en nuestro país contra la industria y los trabajadores, con el ascenso de un gobierno por el voto popular, quizá alguno podrá recordar que lo mismo ocurrió en la década de los ´90 pero ahí el instrumento fundamental fue la cooptación del peronismo y una gran estafa electoral.

Si bien el gobierno del Ingeniero Macri no sostuvo claramente la política que iba a desarrollar no podíamos imaginarnos en Argentina una política diferente planteada por un grupo que tuvo como objetivo principal que los CEOs de las finanzas y del mundo del capital tomaran el aparato del Estado para aplicar las políticas en beneficio de dichos grupos.

En ese marco el movimiento obrero ensayó un esquema de unidad,que por cierto se inició en agosto de 2016,  pero sus orígenes en cuanto al trabajo para que confluyeran los distintos grupos debemos situarnos por lo menos dos años antes. La  experiencia de la conducción colegiada,  no hizo más que poner en claro una falta de norte del movimiento obrero argentino. En primer lugar, la falta de un programa, que el mismo tenga que ver con poner a la luz el principio más importante que toda central debe llevar que es la solidaridad.

Aquella que, de alguna manera, exprese que el colectivo de los trabajadores pueda ser conducido a través de conceptos claros y una estrategia de poder, que más allá de poder coincidir o no con los gobiernos de turno, tenga como principio reivindicar a la clase trabajadora y la autonomía de sus decisiones, esos principios han demostrado ser los correctos para poder defender los intereses de quienes trabajan en Argentina y han sido incorporados al mapa político de decisiones por el Gral. Perón a partir del 17 de octubre de 1945 como una clase emergente sin la cual no hay proyecto de Nación, ni mucho menos una patria contextualizada desde la visión de la dignidad de la persona humana y el bien común.

Por otro lado, el aggiornamento de las organizaciones sindicales es una tarea que desde hace largo tiempo venimos pregonando. Por supuesto que el establecimiento de lazos entre las organizaciones con los movimientos populares que  recientemente han asumido, que en el marco de la CGT van a tener un formato de organización sindical, a través de lo que llama trabajadores de la economía popular reivindicados en forma permanente por el Papa Francisco, ha sido un paso trascendente.

La alianza que se construyera a partir de agosto de 2016 no solo implicó la expresión de convicciones personales, para nosotros es una necesidad estratégica  del movimiento de los trabajadores. El movimiento obrero hoy sufre una crisis de abarcabilidad, esta implica que los trabajadores precarios, informales, aquellos que forman parte de la economía social y solidaria, o lo que nuestro país ha denominado “la ancha avenida de la economía popular”, aquellos sectores que producto de sus sueños, su trabajo y su organización no solo han creado su propio trabajo, sino que también han instrumentalizado una red de contención social, alimentaria, sanitaria y de gestión social que han servido como una herramienta indispensable para que en nuestro país no estalle en una crisis más profunda de la expresada en los índices de degradación social imperantes.

 

De ninguna otra manera podemos sostener que los niveles de pobreza que tenemos actualmente en la Argentina no hubiesen producido un colapso social sino existieran estas organizaciones, con merenderos, comedores escolares, organización barrial, que como ellas mismas señalan están destinadas a ser la contingencia que los conduzca al trabajo decente.

Esa mirada que teníamos en el 2016 se ve ratificada en estos momentos, esa crisis de abarcabilidad del movimiento obrero requiere señalar lo que el  Papa Francisco nos reclamaba en noviembre de 2018,  abrir las puertas de nuestros sindicatos, de nuestros estatutos con la palabra solidaridad, incluir a los excluidos, a los descartados y llamarlos a conformar la gran familia del movimiento de los trabajadores, ese movimiento en el  que desde hace largo tiempo se viene trabajando pero que siempre encontramos excusas para no llevarlo a cabo.

Nuestros estatutos no pueden ser impedimento u obstáculo para encontrar la posibilidad de acceder al derecho a conformar sindicatos o a integrarse a los que se encuentran hoy vigentes de ningún trabajador de nuestra patria. Nuestras propias miradas del modelo Taylorista-Fordista de la década del 70 en la cual fuimos formados, no puede cegarnos en mirar la realidad tal cual se encuentra hoy, millones de trabajadores en la periferia, en la economía popular, en la precarización requieren ser abrazados por el movimiento obrero, no sólo como una necesidad estratégica y de potenciación, sino una obligación de clase, la misma no implica desbordar los límites de la CGT, ni convertirla en otra cosa que no sea una central sindical.

Esto lo ha aclarado la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular, cuando se reivindica como sindicato y reconoce a la CGT como la única central sindical a la que quieren pertenecer. Los escollos jurídicos también existían en 1945, no teníamos la ley de asociaciones sindicales, la informalidad era la regla, pero un líder carismático entendió que sobre la base de la hermandad de los trabajadores y en la unidad de los mismos era cómo iba a construir esa nueva nación, donde reinará la igualdad. Los trabajadores iban a ser parte de las organizaciones sindicales con un criterio amplio y comprensivo.

Estamos en una etapa parecida, obviamente cruzados por los conflictos mundiales que hemos descripto, por la revolución 4.0, por un mundo que se mueve en dos velocidades, unos extremadamente tecnificados y otros sumergidos en las más grandes de las precariedades, exclusiones y el descarte, tenemos que ser el puente como lo indica el sumo pontífice para enarbolar un movimiento sindical que sea síntesis, que sea el factor de la unidad, y que de alguna manera dé cuenta de la multiplicidad que hoy también le toca a la clase trabajadora.

Debemos ser el poliedro de distintas caras que asumen la cultura de lo diferente que integre y comprenda en el marco del camino hacia una sociedad más justa. Estamos convencidos que esa es la tarea del movimiento sindical hoy.  Quizá quienes nos formamos en la década de los ´80, con este concepto del movimiento de los trabajadores, vemos con más claridad esta realidad mundial que hoy nos toca vivir también en Argentina, un país con una enorme desigualdad.

Desde el sector trabajador que debemos corregir, no solo para la grandeza de la patria y para la dignidad de los trabajadores/as que habitan el suelo argentino, sino también porque el sindicalismo está llamado a formar parte del rol trascendente, donde la persona humana, el bien común y la dignidad sean los ejes sobre los que  tenemos que construir aquella hermandad que  nos pedía Perón, basada en la unión y en la solidaridad.

Sólo a partir de esos conceptos y convicciones que deben partir de los compromisos de cada uno de nosotros, podremos hacer realidad  la consigna de soberanía política, independencia económica y justicia social, que hoy se expresa en las tres “T”, tierra, techo y trabajo, para todos los argentinos y argentinas.

 

*Abogado Laboralista. Docente. Doctor en Derecho del Trabajo (UNTREF). Master en Empleo, Relaciones Laborales y Dialogo Social (UCLM) Asesor Legal de Sindicatos.

 

03/03/2020

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