Opinión

El hedor de la hiena

Por Gustavo Ramírez

La imagen del domingo por la noche fue elocuente pero pasó desapercibida: Un policía de infantería de la Ciudad de Buenos Aires le pegó una patada en la espalda a una persona en el piso. Del mismo modo, casi nadie se hizo eco del desmedido aparato represivo desplegado por el alcalde Larreta para perseguir a los hinchas de Boca que por esas horas celebraban la obtención de un nuevo título en el fútbol local del club de la Ribera. En esas imágenes plagadas de violencia, se plasman las ideas políticas que la reacción pretende aplicar en Argentina si vuelve al gobierno en el 2023.

En la puja interna, Larreta, que hasta el momento era presentado por la Dictadura Mediática como un moderado tuvo que salir  a blanquear con anticipación su plan de gobierno para no quedar como tibio antes las propuestas del personaje emergente coyuntural Javier Milei. En realidad entre estos sectores no existen los moderados. La derecha es lo que es sin matices y sin maquillaje. Sin embargo, necesitan legitimarse socialmente para interrumpir el proceso de derechos sociales dentro del marco “democrático”.

Por cierto, tampoco hay nada nuevo en este panorama. Lo que este sector reaccionario pretende es cumplir con las metas que no pudieron alcanzar durante la gestión de Mauricio Macri. De esta manera, irán primero por las organizaciones sindicales y luego por la modificación de las leyes laborales y jubilatorias. Para ello, además de instalar la agenda, necesitan legitimar su discurso ante su  núcleo duro de electores machacando, al mismo tiempo, sobre la impronta social del peronismo.

Larreta afirmó, en las últimas horas , que “hay que replantear el sistema laboral. Hay gente que trabaja desde su casa, a la noche, horarios más flexibles. Esto requiere cambiar la legislación, así como estamos no se genera trabajo, no hay laburo estable, privado, en la Argentina”. El intendente deja de lado los datos reales y opera sobre la construcción de un sentido común refrendando viejos dichos neoliberales que no han aportado más que crisis al contexto general.

Del mismo modo insistió en sostener que “para que el equilibrio fiscal sea sostenible en el tiempo hay que replantear el sistema jubilatorio” y remarcó, de manera demagógica, que se necesita un sistema impositivo que “promueva el empleo porque tomar un trabajador cuesta una fortuna”. 

Algunos analistas podrán concluir que el público se renueva y que por ello el latiguillo neoliberal se sostiene a lo largo del tiempo. La propuesta de Larreta no es una novedad y se distingue por el retroceso social que ella promueve. Tampoco resulta paradójico que los hacedores de las crisis se erijan como modelos mesiánicos para potenciar un estado de situación pre-peronista.

El mito neoliberal de que la baja de impuestos genera más trabajo, así como también que la desestructuración laboral promueve un descenso en los mentados costos laborales ha sido refutada por la propia historia. La culpa de la crisis económica no radica en la estructuración de derechos laborales sino en la aplicación de políticas regresivas instituidas por gestiones estrechamente vinculadas al capital financiero.

Por otro lado, la cuestión de la baja impositiva en un sistema de alta concentración de capital no se traduce en mayor empleabilidad. Todos los índices del modelo neoliberal evidencia que esto jamás se cumple en la práctica y solo sirve para desarticular el bienestar social popular a partir de una mayor especulación y transferencia de riqueza de abajo hacia arriba.

Aún cuando la derecha quiera parecer democrática y políticamente correcta su ADN la expone de manera virulenta. Su programa es peligro en la medida que pretende horadar la democracia y al propio sistema político. Las actitudes y los dichos de la oposición en este período contienen una extrema carga de violencia que nos remite a los tiempos más oscuros del país.

Unos y otros, enfrascados en una interna sanguinaria, dentro del mismo espectro reaccionario no hacen más que advertir que ellos vienen por los derechos de los sectores populares, lo que necesariamente incluye más pobreza, menos trabajo, mayor represión social, así como una permanente movilidad social descendente.

Tal es así que siguen sosteniendo un modelo agro-exportador desvinculado de la producción industrial nacional y sin mercado interno. Lo que proponen es la continua subordinación de la economía real al mundo del dinero, de la misma manera que la doctrina política que exhiben establece la “desaparición” del peronismo por cualquier medio. Hay que hacer notar que en cada mención pública la palabra “desaparición”, amén de un deseo, les causa placer onanista.

Contrarrestar esta ofensiva es una responsabilidad colectiva. Claro está que la mayor responsabilidad recae sobre la coalición de gobierno. Pero el conjunto de las fuerzas sociales y políticas, que integran el campo nacional y popular, no pueden abrevar en el terreno de las discusiones secundarias, sino comprender que la unidad es superior al conflicto. No está en juego en interés de un gobierno sino el destino inmediato de los sectores populares.

No se trata de sobredimensionar el derrotismo, tampoco de subestimar al enemigo. La pelota está de este lado del campo de juego y hay que ser inteligente para armar juego. Al mismo tiempo se hace necesario reconocer que hay un gobierno que intenta avanzar pero para ello tiene que corregir su propio rumbo. El escenario, a pesar de lo que la insistente campaña pedagógica establezca como representación de lo real, no está desintegrado ni mucho menos. Lo que urge es no repetir la historia en nombre de liderazgos que hoy no representan al conjunto.

Claro, que se hace más urgente la solución al problema inflacionario. A la cuestión de la redistribución de la riqueza. Para ello se tonar indispensable que el gobierno recupere su sentido político más allá de las discusiones ideológicas sobredimensionadas por propios y extraños. Después de todo como legó Perón “nada estable se puede fundar en la simulación y en la injustica”.

 

 

 

23/5/2022

Subir