Opinión

El fin de la inocencia

Por Gustavo Ramírez

El Frente de Todos parece estar estancado en un espacio donde sobreabunda el diagnóstico y donde se empecina a normalizar un sistema que ahoga toda condición de vida digna para los sectores populares. Las reuniones de las últimas horas ponen en evidencia que el juego político se ha reducido al engranaje de la máquina electoral a partir de la preponderancia interna de facciones que adhieren a la partidocracia.

En ese esquema, la coalición gobernante, deja de lado cualquier programa de integración popular a través  de un programa nacional que promueva la conducción política de la economía en función de los intereses nacionales. El Frente comparece socialmente  en batallas donde solo existen disparos de salva como caricias lánguidas al ego de los sectores progresistas enquistados en el núcleo central ideológico del gobierno.

Mientras el juego presiona sobre las cabezas dirigenciales, los mismo abordan la realidad desde la perspectiva de superestructura. El mercado se convierte en sujeto histórico del proceso en tanto que la clase trabajadora y los pobres son, a los sumo, categorías ilustrativas que  habitan mudas los ecosistemas de las estadísticas. Al mismo tiempo el peronismo es presentado como un modelo anacrónico que moldea los rasgos decadentes de la democracia liberal.

Los actores de la coalición gobernante se encargan de promover la desestructuración del mismo como movimiento de libración nacional e intro-proyectan enlaces desvinculados del proceso histórico que desarrolló las fuerzas industriales nacionales a través de un procesos revolucionario que además implicó un cambio cultural en la concepción política popular.

La “mística” peronista fue barrida por un grupo de profesionales de la política que sostienen el diagrama tradicional de recetas a  aplicar en momentos de crisis. En la coyuntura la praxis política se reduce a la aplicación de síntesis pragmáticas que en realidad trazan la distancia, que algunos funcionarios veneran como lógica del presente, existente entre las decisiones del gobierno y el pueblo.

Más allá de las discusiones internas, que resultan tan cansadoras como improductivas, el diseño de las políticas oficiales quedó atado a la deuda con el Fondo Monetario Internacional pero también a la incapacidad propia de gestar un proceso para salir de la trampa económica propuesta por el modelo neoliberal. Resulta extraño que la estructura oficial en su conjunto no ponga de relieve que el entramado neoliberal no ha sido desarticulado, la fantasía discursiva dio por terminado, así nomás, el proceso iniciado en 2015 sin tener en cuenta que el mismo no comenzó en ese período y que su estatuto, así como las estructuras de poder, continúan vigentes y con fuerza.

De esta manera se presenta la reforma del Poder Judicial como la bandera del combate presente. Sin embargo, no hay quién se interrogue sobre la posibilidad de que la misma avance sino se cambia la matriz del sistema. El Poder Judicial está amoldado a la democracia liberal que además cuenta también con una Constitución Nacional a medida. Una vez más se pone el carro delante del caballo. Si realmente existe la decisión política de transformar dicho poder es necesario que los cambios que acompañen esa iniciativa descompongan el sistema imperante. De lo contrario asistimos a un nuevo ensayo de fogueo.

En la Argentina actual post-peronista existen, según los datos que refleja el INDEC, 12,9 millones de trabajadores ocupados y 1 millón de desocupados. De la masa de ocupación el 37,4 % de las y los trabajadores se encuentra en la informalidad laboral. El salario de 9,4 millones de personas es de algo más de 83 mil pesos. En tanto, el total de las y los trabajadores sumidos en la informalidad, 3,5 millones, perciben salarios a penas por encima de los 67 mil pesos. La clase trabajadora, la verdadera productora de riqueza, es pobre en la Argentina de las vacas gordas.

La evidencia histórica demuestra que el proceso de industrialización nacional iniciado en 1945 interrumpido violentamente  con el sanguinario golpe del ’55 no fue retomado más allá de breves períodos de bonanza económica. Esto ha tenido un impacto desbastador para las clases populares, sobre todo si se tienen en cuenta el período de instalación neoliberal de 1976 en adelante.

La regencia económica esta direccionada por el modelo agroexportador-financiero, que al mismo tiempo demuestra como se encuentra vigente la alianza entre el capital campero agroexportador y el capital especulativo financiero. El ejemplo clave está dado por los datos que emergen de la navegación por la hidrovía, enclave geopolítico también abandonado por el gobierno nacional.

Según el informe anual de la Administración General del Puertos el principal curso de navegación está trazado por buques graneleros que representa un 53, 64 % del total de tránsito y un 61 % de la facturación, lo que equivale a 2.426 buques por año: “Por su parte, los buques tanque representan el 25,01% del tráfico, con un total de 1.131 embarcaciones, y los portacontenedores representan el 11,41% con 516 buques, mientras que los de carga general alcanzan el 5,32% con 243. El tráfico total se completa con buques de vehículos (2,59%), LNG tanque (0,46%), frigoríficos (0,38%), remolcadores (0,33%), de pasajeros (0,22%), dragas (0,22%), wood chip carrier (0,24%), ro ro cargo (0,07%), pesqueros (0,07%) y de suministros (0,02%)”.

La AGP también señala que por la Vía Navegable Troncal del Paraná: “la mayoría de las mercancías transportadas son commodities, como ser granos, cereales, maderas, etc. Principales mercaderías que se transportan: Granos 31,5%, Cereales 18,2 %, Madera 17,7 %, Cargas pesadas 12,3 %, Fertilizantes 9,4 %, Combustibles líquidos 6,7 %, Combustibles gaseosos 4,2%.”.

Lo real concreto está muy lejos de las presunciones ideológicas. El crecimiento y el desarrollo bajo este modelo solo le ha dado rédito y rentabilidad a los grupos del capital económico que todavía tienen a cargo la dirección de la economía. El ministro de Economía, Sergio Massa, pontífice del orden fiscal lleva adelante un diseño de ajuste gradual preformateado en las oficinas del Fondo Monetario Internacional.

En la puja interna algunos observadores sostendrán que la culpa es de Martín Guzmán. Pero lo cierto que la actual impronta económica pro-mercado, la ejecuta el actual funcionario que además ocupa dicho cargo como resultado de las disputas internas y  con amplio apoyo del kirchnerismo.  Nadie mea agua bendita ¿verdad?

Como añadidura, por estos tiempos,  el mercado interno dejó de tener preponderancia en el  esquema productivo. La desesperación por conseguir moneda extranjera (dólares) para acumular reservas, que tendrán como destino el pago de la deuda contraída a espaldas del pueblo por el gobierno de Cambiemos y normalizada por la actual gestión con el FMI, sirve como andamiaje para sostener el edificio económico. Mientas tanto, en la calle, muchos (demasiados) compatriotas no pueden acceder a comprar un litro de leche.

El Frente de Todos sufre de amnesia. Pero al mismo tiempo, al alejarse de los fundamentos esenciales del peronismo, perdió valentía política. En paralelo el desencanto e incluso el desaliento va ganando terreno en el marco de una sociedad popular que comienza a evidenciar signos de cansancio y desinterés por los grandes temas nacionales. El gobierno del Frente de Todos alentó esta anomia al despolitizarse y al descentralizarse como significante. Pero también al menospreciar el poder popular.

Claro que no todo es tan oscuro. Existen instancias de gestación para la reconstrucción del movimiento nacional. La proyección, claro está, no es a corto plazo. Pero es necesario saltar la coyuntura para desestructurar a las fuerzas partidocráticas con mayor encuadramiento peronista. No solo el modelo está agotado, también parece estarlo la coalición gobernante en su versión social-demócrata.

 

 

 

 

1/2/2023

 

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