Opinión

El asado de Satán

Por Gustavo Ramírez

A pesar de los matices, que algunos “analistas” desde el campo político quieran presentar, si hay algo que ha presentado la derecha argentina en esta campaña anodina es un programa de gobierno centralizado en la descomposición estructural de derechos y garantías sociales para la clase trabajadora.

Los argumentos esgrimidos ya han sido refutados por la propia historia, sin embargo ante la falta de propuestas superadoras concretas, quienes ofician de opositores en Argentina, se aferran a falaces representaciones sociales que responden al sostenimiento de la matriz neocolonial. De esta manera responden como subordinados del poder concentrado para reafirmar las condiciones de desintegración social que impone el status quo.

Larreta, Vidal, Santilli, López Muphy, Milei, Tetaz, Espert, Manes, Bullrich, Macri y todo el séquito de emprendedores mediáticos representan los mismo intereses y mantienen de fondo el mismo sentido discursivo. Lo curioso es que muy pocas veces se logra visualizar lo que la propaganda ideológica oculta: Todos estos nombres se repiten como tragedia para historia de liberación nacional porque han sido agentes enemigos de la Patria, es decir, estos representantes de estructura de poder financiero son el problema de la Argentina por ende no pueden ser jamás la solución.

No debería sorprender que coincidan en puntos básicos de su propuesta electoral, que por cierto es demasiado básica y superficial. Para la anti-Patria el trabajo no es un articulador social, un modo de realización ontológica, sino es una estructura de negocios que debe ser rentable a la hora de maximizar ganancias, por eso el trabajador y la trabajadora son vistos como recursos humanos, un insumo más del costo de producción que llegado el momento tiene que ser descartable.

La demagogia verbal que destilan en cada una de sus intervenciones demuestra cual es la concepción de vida que pretenden defender, estacionada en un escenario sumamente precarizado, selectivo, autoritario y significativamente reducido. Tal vez el signo más representativo de ello sea Milei: su alucinógena diatriba contra la política solo expresa la impotencia que estos sectores manifiestan frente a lo que ni la Dictadura, ni el neolibealismo han podido destruir que es la organización social de base del pueblo.

Para desarticular el sentido efectivo de la organización popular deben confrontar ciegamente con las estructuras que cimientan los principios esenciales de la coherencia y cohesión popular, en primera instancia el trabajo colectivo, en segundo promueven el darwinismo pedagógico para desestructurar el sistema de identificación social que nutre el valor inescindible de la solidaridad popular que es la ética-del pueblo. Lo que quieren destruir es en definitiva el valor socio-histórico ontológico del peronismo que es el factor desencadenante que impide el avance más profundo del neocolonialismo globalista.

Para ser más simple: La única propuesta real que pueden presentar es la que sujeta al pueblo a la pobreza, con una Patria de rodillas y con una clase de ricos cada vez más ricos y en menor número. Por eso necesitan desencadenar una corriente de impulsos mediáticos, didácticos y pedagógicos, cargados de violencia simbólica y concreta, aun cuando deban disfrazar el discurso con los vestidos de la democracia y la libertad, cosas que en verdad desprecian tanto como desprecian al pueblo y a su conciencia.

Es claro que se necesita algo más que una elección para derrotar a estos terroristas sociales, por lo que resulta indispensable que el Gobierno comprenda que la alianza con los Movimientos Populares y con el Movimiento Obrero no puede ser solo coyuntural, de la misma manera que no se puede derrotar al neoliberalismo con el honestismo ideológico o con la aplicación de un modelo liberal progresista como el desarrollismo. Del mismo modo se hace necesario desprenderse de la ilusión mediática de poder y comprender en profundidad que sustento real de un gobierno de colación nacional y popular radica en la ética de su pueblo.

Hubo una decisión estratégica de caer en las trampas verbales para disputar sentido entre las capas movedizas de la clase media. Se acentuó sin datos precisos que la “juventud” está desencantada con la política y que discursos reaccionarios como los de Milei seducen a esa porción del electorado. Se menosprecia así el trabajo de base que organiza la militancia propia en el territorio, tanto como la labor que desarrolla el conjunto de la Juventud Sindical. En este sentido se siguió a rajatabla el libreto liberal porque se carece de ubicación, de arraigo en el suelo y de visión plebeya dentro de la estructura de gobierno.

La lucha actual no tiene que ver con la vuelta al estado de bienestar a partir de la razón impartida por el Contrato Social liberal. La batalla política y cultural es en definitiva por la liberación nacional que es al mismo tiempo la liberación del pueblo.  Aunque no le guste al Presidente Alberto Fernández en este contexto no están dadas las condiciones objetivas para la superación de las “diferencias”, ese marco utópico es regresivo y diluye la permanente resistencia y lucha que se da de abajo hacia arriba y desdibuja el mapa por donde se mueve el enemigo, a la vez que a éste se lo invisibiliza.

La futurabilidad del modelo emancipatorio depende de diversos factores, estas elecciones son uno de los eslabones de esa cadena de valor hacia la realización de la Justicia Social que es en definitiva el sostén real de la liberación nacional. Ganarlas para volcar a favor las relaciones de fuerza es vital, sin embargo sin tras ese posible triunfo no se establece un programa que recomponga los principios de la comunidad organizada, la realización social seguirá inconclusa y el enemigo tendrá un campo fértil para quebrar voluntades ideológicas. Para derrotarlo entonces se necesita gestar de una buena vez la hora del pueblo.

 

 

 

8/9/2021

 

Subir