Internacionales

Al-Qaeda más allá de Ayman al-Zawahiri

*Por Guadi Calvo

El asesinato del emir de al-Qaeda, Ayman al-Zawahiri, sorprendido por un dron norteamericano en un piso de seguridad en Sherpur, un barrio del centro de Kabul, ha dejado en claro por lo menos tres realidades muy diferentes.

La primera es cómo se reposiciona ahora el alicaído gobierno de Joe Biden, que en una misma semana ha conseguido dos “grandes” éxitos en su política internacional. La gira de provocación de la presidente de la cámara de representantes, Nancy Pelosi, quien viajó a Taiwán, con el solo motivo de desafiar a China, lo que ha dejado a Beijing, con la pelota en su campo, la que seguramente pateará afuera, más allá de los vacuos juegos de guerra que ahora está practicando.

A lo que se le suma el asesinato del terrorista más buscado del mundo, quien desde hace tiempo se encontraba prácticamente fuera de juego por cuestiones de salud y de edad. Lo que vale ahora, después de más de cuarenta años de militar en el bando de los “malos” más como una presa simbólica que un objetivo real. Por lo que ambos eventos, si no sale de esto una candidatura de Pelosi a la presidencia, sólo habrá servido para convencer a los convencidos. Mientras, la profundidad de la crisis económica sigue angustiando a las mayorías norteamericanas.

Mientras que al interior de la organización fundamentalista, tendrá que resolver quién oficialmente sucederá a al-Zawahiri. Ya que al-Qaeda, en sus casi treinta y cinco años de existencia, solo ha debido suplantar dos jefes. Si bien todas las “apuestas” tienen como favorito a Saif al-Adel, el segundo de Zawahiri por años, cabe recordar que tras la muerte de Osama bin Laden, la shura (consejo) de al-Qaeda se tomó seis semanas para resolver la sucesión, a pesar de que al-Zawahiri, cómo cofundador de la organización, se encontraba en pie de igualdad de bin Laden, lo que no es en este caso, y más allá de la selección final, aquella decisión produjo fuertes remezones en el interior de al-Qaeda. Por lo que no se conoce que podría suceder ahora.

Aunque más allá el reposicionamiento o no de Biden y quien sea el futuro emir de al-Qaeda, es clave seguir como va a continuar el gobierno del Estado Islámico de Afganistán y la posibilidad de alguna purga o quiebre, en la hasta ahora, monolítica unidad con la que han podido soportar la guerra de veinte años con los Estados Unidos.

Habrá que esperar algunas semanas para tener indicios de que sucederá en el seno del Talibán, cuando la onda expansiva de los misiles Hellfire, que terminaron con la molesta visita, se haya detenido y bajado la humareda, para que el mullah Haibatullah Akhundzada, junto al resto de los líderes de la organización, puedan explicar y quizás explicarse, que hacía al-Zawahiri en Kabul, quien incluso desde allí habría seguido enviando mensajes y videos al resto de la organización.

Más allá de la sólida alianza que ha existido desde siempre entre el Talibán creado en 1990 y el grupo fundado por Osama bin Laden y al-Zawahiri dos años antes, los mullahs algo tendrá que explicar, más allá de que se conoce que ambas organizaciones han mantenido una relación tan estrecha que, en muchos momentos, particularmente durante la guerra contra los Estados Unidos 2001-2021, ha sido muy difícil discernir dónde empezaba una y terminaba la otra. No solo en los objetivos y estrategias, sino el pasaje constante de sus muyahidines de una a otra, según la necesidad de sus operaciones.

Hasta ahora los talibanes ha mantenido a rajatabla su inocencia frente a las acusaciones, de que, no solo Zawahiri, sino muchos de los líderes y combatientes de al-Qaeda, operan, están en Afganistán, contraviniendo los acuerdos de Doha (Qatar), firmados con la administración Trump en febrero del 2020, donde se comprometían a no dar albergo a ninguna organización terrorista.

Según diversas fuentes, se confirma la versión norteamericana de que al-Zawahiri, recién en abril, se habría mudado con su familia a Kabul desde la región tribal del norte de Pakistán.

Lo que parecería ser una novela de enredos, se agrava cuando se conoce que la vivienda donde fue sorprendido Zawahiri, no solo pertenecía a un hombre cercano a Sirajuddin Haqqani, sino que se encuentra en un sector de Kabul controlado por las milicias que responden a la Red Haqqani.

El poderosísimo Sirajuddin, no solo es el jefe de la Red Haqqani, sino el jefe adjunto del Talibán y Ministro del Interior afgano. De una vasta experiencia militar y política, dado que ha militado desde la guerra antisoviética en la organización fundada por su padre, Jalaluddin, a principios de los ochenta. Convirtiéndose desde entonces en jugadores claves y desequilibrantes en la política y la guerra afgana. Por lo que cuenta con la suficiente capacidad, para haber cobijado a al-Zawahiri, a espaldas de los mullahs y ahora por conveniencia entregar las coordenadas de su ubicación a la CIA.

Buscando con el apoyo norteamericano para escalar en lo más alto de la estructura política del talibán, posiblemente para intentar disputar al mullah Hibatullah Akhundzada, el líder político y religioso del Talibán, el título de Amir-ul momineen (Príncipe de los Creyentes), lo que tanto Sirajuddin como sus hombres ambicionan para su jefe desde hace años. Haqqani, un día antes de la muerte de al-Zawahiri, había declarado a un medio indio, que: “Al-Qaeda ya estaba muerta” y que “no tiene presencia en Afganistán”, a pesar de que, en los sectores de Kabul, que controla los Haqqani, se sabía pululaban los árabes, apelativo con que los talibanes llaman a los muyahidines extranjeros.

Sería interesante conocer cuál fue el motivo que llevó a Zawahiri, un hombre al extremo prudente, a la hora de cumplir con las reglas de la seguridad, lo que le había permitido sobrevivir, no sólo once años, a su socio saudita, muerto en 2011, sino desde los años setenta, tras ingresar a los Hermanos Musulmanes en Egipto, desde donde derivó a organizaciones más extremas. A lo largo de su larga trayectoria, vinculado al integrismo armado, debió incluso purgar una condena de cuatro años por sus conexiones con la organización que ejecutó al presidente egipcio Anwar al-Sadat en 1981.

El fin de la mentira

El ataque de la CIA, se da en un momento extremadamente crítico para Kabul, ya que se encontraba discutiendo con los Estados Unidos, la devolución de los fondos afganos depositados en cuentas de bancos occidentales, los que se han mantenido bloqueados desde la victoria del Talibán. Unos siete mil millones de dólares, que les permitiría manejar, por lo menos en parte, la pavorosa crisis económica y humanitaria, que vive el país desde mucho antes de agosto de 2021. Aunque Biden piensa utilizar la mitad de esos fondos para resarcir a las víctimas del once de septiembre. Además, el Talibán se encuentra en campaña para establecer relaciones diplomáticas con países europeos para atraer inversiones.

Lo que, por ahora, con la confirmación de la presencia de al-Qaeda en Afganistán, un secreto que siempre ha sido una certeza, el Emirato Islámico de Afganistán, se deben preparar para un largo periodo de aislamiento y, si es posible, más sanciones de occidente. Aunque hay que considerar que, en el actual contexto internacional provocado por la contraofensiva rusa en Ucrania, más aislamiento y sanciones para Afganistán es lanzarlo, a brazos de China y Rusia, más cuando se sabe de su potencialidad hidrocarburífera.

Por lo que Washington, podría mostrarse más colaborativo con el Frente de Resistencia Nacional (FRN), un grupo de antiguos miembros de las fuerzas de seguridad afganas, formadas en su momento por los Estados Unidos y que a partir de agosto del año pasado se refugiaron en las alturas de la provincia de Panjshir. Acaudillados por Ahmad Massoud, hijo de Ahmad Shah Massoud, líder de la Alianza del Norte, la única fuerza que pudo dar batalla en los primeros años del Talibán. Massoud fue asesinado por al-Qaeda, pocos días antes de los ataques a Nueva York.

Incluso la CIA podría reforzar la presencia del Daesh Khorasan, la khatiba fundamentalista que incrementó sus acciones tras la victoria del Taliban, lo que muchos creen que es un reaseguro, creado por los Estados Unidos, para operan en Afganistán, en un caso de emergencia, como bien podría ser este.

Las oscuras y alambicadas relaciones de la CIA y al-Qaeda, están jugando un rol clave en África, donde la franquicia de al-Zawahiri, conocida como Jama’at Nusrat al-Islam wal Muslimīn, JNIM, (Frente de Apoyo para el Islam y los Musulmanes) están logrando significativos avances particularmente en Mali, donde la junta de coroneles que gobierna el país saheliano, no solo ha expulsado a los militares franceses de la Operación Barkhane después de casi una década de fracasos en su lucha contra el terrorismo, sino que ha pedido la colaboración de la empresa de seguridad (mercenarios) rusa conocida como Grupo Wagner.

Por lo que el JNIM, incrementado sus acciones llegando a atacar, el pasado veintidós de julio, la importante base militar de Kati, que además funge como residencia del presidente, el coronel Assimi Goita, y su poderoso ministro de Defensa, el coronel Sadio Camara. Un hecho hasta ahora inédito, ya que la base se encuentra a solo quince kilómetros al norte de Bamako. Además, son cada vez más frecuentes los ataques a unidades militares del norte y centro del país, como los del pasado 27 de julio, que causaron la muerte de al menos quince soldados y tres civiles en Kalumba, Sokolo y Mopti. Mientras algo similar está sucediendo en Burkina Faso, donde otra junta militar aspira a seguir los pasos de Mali.

Otra de las franquicias de al-Qaeda en África, se ha vuelto a mostrar muy activa, en este caso al-Shabbab, que, con base en Somalia, atacó con una fuerza de quinientos hombres la frontera con Etiopía, un país con importantes inversiones chinas lo que hace sospechar que al-Qaeda, a pesar de la muerte de su histórico emir, sigue muy dispuesta a seguir dando batalla.

 

 

*Escritor, Periodista, Analista Internacional: especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.

 

5/8/2022

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