Opinión

Los ricos no saben llorar

*Por Gustavo Ramírez

 

Mauricio Macri no dejó de evidenciar su desprecio por la política. Su comportamiento durante la cumbre del G-20, fue el de un empresario, más que el de jefe de Estado. Su construcción narrativa, junto a la de los miembros de su gabinete, persistió en el deslumbramiento cholulo con los mandatarios de las grandes potencias por encima de su responsabilidad administrativa.

Las crónicas periodísticas centralizaron su cobertura en el montaje del operativo de seguridad, más digno de películas de Ridley Scott, que de la realidad. Ninguna, en sintonía con el guión presidencial, dio precisiones políticas sobre el encuentro, la mayoría fueron uniformes al denotar el vacío de contenido informativo.

El gobierno argentino extremó su rol al de mero anfitrión y sobre actuó el optimismo relacional. Macri destacó lo plasmado en el documento final como si ello implicara cierto determinismo político-económico. Omitió que tal texto no es más que una representación protocolar de un evento que poco puede aportar, por ejemplo, a la clase trabajadora.

Los enunciados del presidente argentino fueron confusos, como su inglés, endebles y pueriles. En esa misma línea los análisis periodísticos denotaron más ignorancia en geopolítica que clarividencia noticiosa. La insistencia en una supuesta “guerra comercial” entre China y Estados Unidos fue la comidilla de programas mediocres que solo contribuyeron a desinformar a la población.

El mundo se mueve hacia espacios donde el gobierno argentino queda demasiado aislado. La destrucción de la matriz productiva rezagó al país en la puja comercial internacional y lo tornó incompetente en tal sentido. La mentada libertad de mercado que tanto proclama el empresario Mauricio Macri es la referencia del atraso en materia económica, sostener con el sacrificio popular al capital financiero desnudó la impronta ideológica que un modelo que va a contramano del proceso internacional. Argentina, hoy más que nunca, quedó fuera del mapa geopolítico a partir de las decisiones de un gobierno que menosprecia de hecho a la política.

Macri fue incapaz de mostrar al mundo logros en materia de desarrollo productivo, lo que realmente hace atractivo el mercado para los inversionistas. Tampoco presentó datos alentadores en materia laboral. Por el contrario, insistió en el discurso agotado de la “pesada herencia” y reflotó el viejo mensaje neoliberal del sacrificio de unos cuantos a favor de unos pocos.

Lo que sucede con las pensiones, la educación, la sanidad, o la reforma laboral, o la deuda, no se debe a una cuestión de contabilidad, de tanto tienes y tanto gastas. Son, en realidad, muestras de una misma operación jurídica, ideológica, política, económica, social y psicológica, que, de ningún modo, tiene como objetivo volver atrás cuando se tenga ocasión; al contrario, busca imponer una cosmovisión y una normalidad totalmente distinta”, expresó en su libro, La Fábrica del Emprendedor, el sociólogo español Jorge Moruno. Esta marca distintiva del actual neoliberalismo es la que resaltó Macri en el transcurso del G-20 de cara a la población.

Cambiemos es parte de una macroestructura económica que comprende el presente como un binomio unívoco de empresa-mundo. El presidente no escatimó elogios a las transformaciones que acarrea consigo el avance tecnológico. Principalmente porque ello ostenta, para su ideología, la devastación del universo laboral y con ello la desintegración de las organizaciones sindicales. En consecuencia, la pulverización de los derechos del trabajador.

En una de sus intervenciones ante las cámaras Macri se ocupó en destacar que se avecinan cambios en el trabajo tal cual lo conocemos, manifestó que es necesario apoyar a los emprendedores. Claro que no dijo como. Su deslumbramiento por los emprendimientos comerciales, con la excusa de la transformación tecnológica, encubre el nuevo marco referencial que se promueve darle al derecho del trabajo. La uberización del ámbito laboral constituye una metamorfosis idílica para el ideal empresarial de Cambiemos.

Ese ideario incluye precarización laboral en todos los planos del trabajo. La financiarización de la economía incluye un nuevo capitalismo que algunos autores, como el especialista en economía digital Nick Srnicek, denominan Capitalismo de Plataforma. Allí emerge, como ejemplo más potente UBER. En Argentina esta plataforma tiene más de 350.000 socio conductores. Sólo 32.000 personas han podido generar ingresos en este contexto, mientras que para el 40 % de los choferes es su única fuente de ingresos. Se trabaja a destajo y la empresa se queda con el 25 % de la recaudación por viaje sin hacerse cargo de ninguna carga impositiva.

Como dato aleatorio se puede agregar, según un sondeo de la consultora Burson-Marsteller del 2016 “el 28,6 % de la fuerza laboral en Estados Unidos ha brindado servicios en la economía del trabajo temporal compartida online”. El estudió estimó que la gran mayoría de esos trabajos fueron desarrollados en UBER. En Londres un tercio de los conductores de la misma empresa proviene de las barriadas con mayor índice de desocupación. Travis Kalanick es fundador de UBER, su fortuna a principios fines del 2017 ascendía a 6.000 millones de dólares. Estos son los emprendedores que enamoran a Mauricio Macri.

Al inicio de la cumbre Macri elogió la reforma laboral francesa. Sus palabras pueden ser tomadas como un amague para volver a embestir a la clase trabajadora. Sin embargo, con anterioridad, en una jornada de protesta que abrió la semana, Juan Carlos Schmid, titular de la CATT advirtió que no habrá tregua contra el gobierno si continúa el deterioro social y laboral en Argentina. Pablo Moyano, referente del Frente Sindical Para el Modelo Nacional, aseguró el último sábado, que se sucederán los paros y las protestas callejeras si Macri insiste con la reforma laboral.

En el afán de mostrar logros positivos a la población, que le permitan competencia electoral, el Empresario no solo le pifió en los pronósticos, sino que volvió a mentir. No hay saldo positivo en el reducto donde hizo mover al país, durante este G-20. El rol de Macri fue secundario, sus apariciones públicas lo mostraron superficial e ignorante de las cuestiones geopolíticas de alto vuelo. Su exigencia de ampliar el libre mercado no se hizo eco en un mundo que cierra sus puertas para que las economías no sean intoxicadas por el capital financiero.

No obstante, este G-20 deja abrió amplios interrogantes para el campo nacional y popular, así como también un profundo desafío para el Movimiento Obrero. Sin dudas la cuestión tecnológica comienza a ser un factor estructurante en la mutación del trabajo y en las relaciones psico-culturales. Son muchos los pensadores que hablan de la actualidad como un capitalismo posindustrial, lo que de cierta manera explica la perspectiva proteccionista de las grandes potencias. El retroceso neoliberal de nuestro país exigirá respuestas contundentes y novedosas para un nuevo gobierno popular.

Esta perspectiva obliga a los anquilosados estamentos del ámbito nac & pop ha pensar la realidad desde el presente y no desde el pasado atosigado por la derrota permanente. Hace tiempo que el Movimiento Obrero viene dando el debate sobre la transformación del trabajo. No obstante, la respuesta general todavía es leve.

Mientras tanto Macri dejó una imagen paupérrima como dirigente político en este G-20. Su narración, como sus lágrimas en la esperpéntica gala del teatro Colón, responden a una construcción ficcional sobre la realidad. Su desesperación por ocultar la crisis no le alcanzó. Su simpatía por el Demonio tampoco. Después de todo los ricos no saben llorar.

 

*Director Periodístico de AGN Prensa Sindical

 

 

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