Opinión

El espejo de Brasil y la reforma laboral.

*Por Juan Manuel Martínez Chas

 

Desde hace unos días algunos sectores gubernamentales y el empresariado nacional vienen agitando, nuevamente, el proyecto de reforma laboral que ingresara al Parlamento a principios de este año.

El mismo que, como consecuencia de la acción de la Confederación General del Trabajo y la falta de consenso parlamentario, fue paralizado, está siendo impulsado con una nueva embestida como resultado de los nuevos aires que se respiran en Brasil a partir del triunfo electoral de Jair Bolsonaro y sus ya conocidas intenciones de flexibilizar, aun más, la legislación laboral brasilera.

Dicha legislación sufrió, durante el presente año, un duro golpe con la reforma laboral impulsada por la administración Temer. Se equivocan aquellos que trazan un correlato entre la situación de Argentina y la situación de Brasil. Debemos recordar que el Movimiento Obrero brasilero es una fuerza de mucho menos recorrido, en cuanto a su historia, que el fuerte modelo sindical argentino.

El mismo comenzó a tomar vigor a partir de la reforma constitucional de 1988 y de las reformas laborales realizadas, a favor de la sindicalización, por la administración Lula. Nuestro Movimiento Obrero, que vierte sus raíces en el año ’45, que tiene una historia que se remonta a principios de siglo con las primeras luchas obreras, es un Movimiento Obrero que se ha consolidado en la memoria y en la cultura de los trabajadores. Forma parte del ADN del trabajador argentino y de los sectores, que aun hoy, se encuentran en la economía popular y precarizados, la lucha por sus derechos.

La necesidad de contar con una seguridad social fuerte dispone a los trabajadores a pelear por medio de la consolidación de sus organizaciones sindicales. Es necesario recordar que la memoria histórica del pueblo trabajador es una memoria de lucha, es una memoria de resistencia. Es una memoria que tiene muy en claro los efectos devastadores de la desregulación neoliberal de los años ’90, que culminó un proceso iniciado por la dictadura militar a partir del 24 de marzo de 1976.

El Movimiento Sindical argentino y sus organizaciones, comenzando por la CGT, hoy son un factor de equilibrio social y un factor de lucha para tratar de establecer una agenda que priorice la Justicia Social y que disponga que los derechos de los trabajadores deben primar por encima del lucro empresario, que pretende convertir al trabajo en una mercancía.

Aun, después de la reforma de 1949 que instauró los derechos laborales y sociales, la cultura argentina junto a la presión de los sindicatos hizo que, en 1957 a tenor de la Constitución, con la proscripción del peronismo en manos de la Libertadora, se incorporara al artículo 14 Bis toda la gama de derechos del trabajador, de las organizaciones sindicales y de la seguridad social.

En plena época neoliberal la Constitución de 1994 trajo como necesidad, como ejemplo, la instrumentación de los Derechos Humanos Laborales. A partir del artículo 75, inciso 22, se estableció la concepción del principio de progresividad. Esto significó que los derechos laborales y sociales debían alcanzar estándares de consolidación cada vez más importantes y ello en materia de crisis.

Se equivocan quienes hacen una ecuación a lo Bolsonaro con relación a la situación argentina. El Movimiento Sindical está hoy en condiciones de bloquear cualquier iniciativa que implique un retroceso. La reforma laboral propuesta, que en estos últimos días ha tenido un amago de volver a ser impulsada, está condenada al fracaso. No sólo porque subvierte derechos laborales, tanto individuales como colectivos de los trabajadores, sino porque va a generar una situación de desequilibrio social que puede traer consecuencias, no deseadas, para la gobernabilidad democrática.

Quienes tensan la cuerda, de tal manera, deben ser conscientes que el Movimiento Sindical y los trabajadores, por cultura y por convicción peronista, no aceptarán retroceder en sus condiciones de vida. Hoy la agenta de las tres T: Tierra, Techo y Trabajo, que de alguna manera implica la simbiosis de entre Movimiento Sindical y Movimiento Populares en el gran Movimiento de los Trabajadores, debe ser el eje que sustente las luchas. En ese marco quienes pretendan someter a las reglas del libre mercado la legislación laboral chocarán con una política humanista, integral y de lucha en las calles.

 

*Abogado Laboralista. Docente. Master en Empleo, Relaciones Laborales y Dialogo Social (Universidad de Castilla La Mancha). Asesor de Organizaciones Sindicales .

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